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La Comida Y la Bebida en Tiempo de William Shakespeare



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Miguel Guzman Peredo



William Shakespeare fue, como es bien sabido, un prolífico dramaturgo, poeta y actor, nacido en la ciudad inglesa de Stratford-upon-Avon (por lo que es llamado el Bardo de Avon), en 1564 y muerto en 1616. Es considerado, en forma unánime, el escritor más importante en lengua inglesa, y uno de los más célebres de la literatura universal. The New Encyclopaedia Britannica señala que ?muchos lo consideran el mayor dramaturgo de todos los tiempos. Sus obras son representadas más veces y en mayor número de naciones que las de cualquier otro escritor?. Sus tragedias y comedias han sido traducidas, por lo menos, a más de sesenta idiomas, y muchas de ellas han servido de tema para la filmación de aproximadamente doscientas cincuenta películas y veintiún serie de televisión. Hamlet ha sido representada en la pantalla en más de sesenta ocasiones.

Ben Jonson, dramaturgo inglés (1572-1637) contemporáneo de Shakespeare , manifestó su profunda admiración por la genialidad de la cual hizo gala el también llamado ?Cisne de Avon?, diciendo: ?Confieso que tus escritos son tales que ni hombre ni musa pueden alabarlos suficientemente... ¡Alma del siglo! ¡Aplauso, delicia, asombro de nuestra escena!... Eres un monumento sin tumba y vivirás mientras viva tu libro, y haya inteligencias para leerlo y elogios que tributar... ¡Triunfa, Britania mía, pues tienes uno que ofrecer, a quien todas las escenas de Europa han de rendir homenaje!... Que él no es de un siglo, sino de todos los tiempos... ¡Dulce Cisne del Avon!?

Guardo en el libro monumental de las obras completas de Shakespeare, traducidas por Luis Astrana Marín, un texto escrito por el novelista y poeta ruso Boris Pasternak (1890-1960), el autor de la novela Doctor Zhivago, quien fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1958. De ese extenso ensayo (en el cual se ocupa prolijamente de las traducciones hechas a las obras del escritor inglés) entresaco algunos párrafos: ?Shakespeare no tiene ninguna obra que sea estrictamente tragedia o comedia. Sus piezas son de un género más o menos intermedio, mezcla de los dos elementos. Este género está en consonancia con la verdadera faz de la vida, donde también se entremezclan los horrores y los encantos. Los críticos ingleses de todos los tiempos, desde Samuel Jonson hasta T.S. Elliot , elogian a Shakespeare esta justeza de tono... Shakespeare fue padre y maestro del realismo. Es bien conocida la importancia que tuvo para Pushkin, Víctor Hugo y otros. Los románticos alemanes lo adoraban?.

En el voluminoso ?y fascinante por muchos conceptos- libro de las obras completas de William Shakespeare, titánica labor del traductor Luis Astrana Marín (publicado en España, en 1951, por Aguilar, S.A. Ediciones), están contenidas todas las obras teatrales ?a más de sus obras líricas y sonetos- de quien fuera, y sigue siendo, admiración, pasmo y asombro de la humanidad, por su fecundidad imaginativa y genialidad creativa. De todas ellas, ahora únicamente citaré las siguientes: Julio César, Hamlet, Macbeth, Romeo y Julieta, Las Alegres Comadres de Windsor, El Sueño de una Noche de Verano, El Mercader de Venecia, Tito Andrónico, La Fierecilla Domada y Otelo, que constituyen una .brillante muestra de su incomparable talento como dramaturgo.
En alguna página de internet encontré el siguiente texto: ?Las alusiones a la cocina en las obras de Shakespeare son continuas, no sólo a los platos, a los condimentos y bebidas, sino también al mismo ámbito doméstico, a la cosa íntima y amable que el recinto de la cocina representa. Nos encontramos en sus obras que las alusiones a la cocina son extremadamente realistas: están en ellas toda la batería de cocina a la antigua, cacerolas, jarras y jarrones, recipientes para guardar manteca, tamices, coladores, cucharones. También sale muy a menudo el horno, el hogar y las brasas. La cocina y el jardín son dos alusiones constantes en la obra de Shakespeare. Parece que es su concreción de hogar, de vida feliz, sosegada y anónima, la vida que añoraba desde Londres y que fue la de su infancia.



?En lo que se refiere a los productos de la cocina, en el transcurso de la obra de Shakespeare nos vamos dando cuenta de que va mejorando su gusto y nace un evidente refinamiento. Hasta los treinta años el apetito de Shakespeare es el de un joven lleno de vitalidad y energía. Pero con el contacto con el mundo exquisito de Londres hace que las alusiones de sus primeras obras sobre la calidad, la frescura y el sabor de los alimentos se vayan refinando: su gusto se convierte en mucho más exigente, para acabar siéndolo totalmente. En la época de Shakespeare comían los caballeros con un apetito alucinante.
Durante el año cambiaban los menús: en Cuaresma debían consumir pescado salado, que se guardaba todo el invierno, y sólo se consideraba digno de ser servido en Cuaresma, después de todo un invierno de salazón. Por la Pascua, el cordero, el cerdo y la ternera en las carnes principales. En verano se volvía a comer más ligeramente y se consumían hortalizas.

?Luego venía el otoño, y por San Miguel la reina Isabel puso de moda, en los últimos años de su reinado, matar un ganso. Por san Martín no se mataba el puerco, sino la res. Eran secadas sus carnes y ahumadas y se conservaban en la chimenea, bajo el hogar, para ser consumidas durante el invierno. El cerdo en cambio, se engordaba durante este invierno y se comía, como hemos señalado por la Pascua de Resurrección, para horror y abominación de los judíos.

?Este es el último gran momento de la cocina inglesa, que tiene dos memorables: el medieval en la época de Ricardo II y el reinado de Isabel II, con la omnipresencia de Shakespeare. Una cocina con clara influencia francesa, con la presencia de los italianos que acudieron en selecta cantidad ala Inglaterra del Renacimiento (la familia Alberti, de Gian Battista Alberti, colonizó prácticamente a la Inglaterra culta) y los vinos españoles y griegos: las malvasías, los alicantes, los canarios, los jereces. Una Inglaterra báquica, vinícola, sanguínea, opulenta, presta y preparada para conquistar el mundo. Lo que sin duda hizo, sin miedo y sin conciencia?. Hasta aquí la trascripción de dicha cita.

En el portal www.vasconia.net leo lo siguiente acerca de la sidra: ?A pesar de que existen numerosas opiniones y teorías al respecto, la mayoría de los historiadores coinciden en que la sidra se originó en los años anteriores a Cristo. Parece ser que a las civilizaciones de Egipto y Bizancio y, más tarde, a las griegas, les gustaba beber sidra. En los textos que de aquella época conocemos actualmente, son palpables el protagonismo y la importancia que entonces tenían los manzanos: en muchas ocasiones se empleaban como regalos o valiosas ofrendas. Los romanos preferían el vino, pero en las tierras que conquistaron se percataron de la tradición que en ellas había de elaborar sidra. Ellos, sin embargo, empleaban la sidra con fines curativos. Cuando el emperador romano Plinio entró en Asturias (23-79 d.C.) dijo, al parecer, que la sidra era una "bebida típica de este lugar".



Otros investigadores creen que el origen de la sidra está en una bebida que los celtas extraían de las manzanas. Según estos autores, fue dicha civilización quien dio a conocer esta bebida por toda Europa, pero, sin embargo, fueron los árabes quienes, mediante avanzados sistemas agrarios, extendieron las clases de manzanas y las técnicas para su producción por todo el continente.
Jose Uria Irastorza, autor del libro "Sagardoa", afirma que en algunas inscripciones del País Vasco anteriores al siglo VII aparecen nombres y apellidos que tienen en su raíz la palabra "sagar"(manzana). Los manzanales que el rey de Navarra Sancho el Grande obsequió en el año 1014 al monasterio de Leire, son un fiel reflejo de la presumible predilección que hacia la manzana había en aquella lejana época. De todas formas, será en el siglo XIII cuando los escritos hablen de la sidra. En un poema de aquella época se hace alusión por primera vez a la sidra o "al fermento sin brillo que los vascos hacen con manzanas de mal aspecto".
Pero a pesar de que en el País Vasco también se elaboraba sidra, Asturias ha sido desde aquella época la región más importante dentro del mundo de la sidra; y no sólo en lo que a su producción se refiere, sino también en cuanto a la tradición de beber sidra.
Históricamente, la sidra y los manzanos han sido elementos muy apreciados en esa región y ha sido una bebida muy querida por sus reyes durante muchos años. El pueblo, cuando se encontraba presionado por las deudas o tenía que realizar una ofrenda recurría a menudo a la sidra. Tal y como nos ha mostrado la historia, el crecimiento del sector sidrícola está totalmente relacionado con la situación económica del pueblo y el consumo se disparó en épocas de expansión económica. Así ocurrió en Asturias durante los siglos XII, XIII y XVIII.
Los años posteriores a la última Guerra Civil, fueron duros para esta bebida, ya que el régimen franquista prohibió su producción y consumo. Como consecuencia de la política contra la territorialidad llevada a cabo por el régimen, el consumo de la sidra descendió alarmantemente hasta el punto de que muchos temieran por su desaparición. Sin embargo, en la década de los 80 se produjo un esperanzador incremento de los manzanos y del consumo de la sidra.
Esta bebida ha sido desde siempre un producto de gran tradición en los países de la costa atlántica, sobre todo en Francia, Inglaterra, Bélgica, Irlanda y Alemania. Los expertos señalan que la primera referencia que tenemos sobre la sidra se remonta a la época de Carlomagno (principios del siglo IX).
Francia es el principal país productor de sidra en Europa. Según los investigadores, en ese estado conocen la sidra desde los siglos V y VI, pero fue, sin embargo, en el siglo XV cuando la sidra experimentó un importante impulso debido al cambio climático que favoreció a este sector. Durante el siglo XVI, gracias a los sistemas de prensado que los reyes importaron de España, las técnicas de producción de la sidra se modernizaron. Luis XVI, al parecer, menciona frecuentemente en sus escritos la sidra.
Los primeros manzanos que se encontraron en Gran Bretaña fueron plantados por los romanos, pero los entendidos aseguran que los primeros indicios de la sidra son posteriores a la conquista de los normandos. Ellos fueron quienes llevaron nuevas clases de manzana y quienes establecieron la tradición sidrícola que hoy en día tiene lugar en la isla.
Cuando los europeos conquistaron América llevaron consigo las técnicas de cultivo de manzanas y elaboración de sidra. Para el año 1629 los manzanos estaban completamente implantados en las colonias de Virginia y Massachusetts. Las manzanas que estos árboles daban no eran dulces ni licuosas y por esa razón fueron destinadas a la elaboración de sidra. En 1767 se bebía aproximadamente 114 barriles de sidra por persona en el estado de Massachusetts y los alumnos de Harvard consumían diariamente esta bebida, ya que era parte de su dieta. La sidra, al contrario que el whisky y otras bebidas alcohólicas, tenía una buena imagen y frecuentemente era consumida en celebraciones de todo tipo (reuniones familiares, celebraciones entre amigos, etc...). La propia Iglesia aprobaba su consumo y tanto curas como diáconos bebían sidra para hacer frente al frío invernal. Debido a la aceptación que la sidra tenía se llevaron a cabo importantes campañas para que en la época de la "Ley seca" fuera excluida de la lista de bebidas prohibidas.
Los tres primeros presidentes de Estados Unidos, George Washington, John Adams y Thomas Jefferson, fueron consumidores acérrimos de sidra y numerosos presidentes ofrecían esta bebida en sus recepciones y mítines. William Henry Harrison (1773-1841), por ejemplo, llegó a utilizar un barril de sidra como logotipo de su campaña.
Pero la situación que actualmente vive la sidra en Estados Unidos nada tiene que ver con la de hace 150 años. A pesar de que en la década de los 40 del pasado siglo la sidra era la bebida preferida de la clase trabajadora, la época de la "Ley seca", causó un daño irreparable en el consumo de esta bebida. Después de su prohibición la sidra no recuperó la buena situación anterior y quedó borrada de las mentes de los bebedores. ¿Por qué ocurrió este fenómeno con la sidra, si la cerveza, el whisky y el ron resurgieron con más fuerza que nunca? ¿Dónde se quedó la tradición de beber sidra? Todavía, hoy en día, no se han hallado razones de peso que expliquen este fenómeno?. Hasta aquí esa extensa cita, que permite conocer la evolución que la sidra ha tenido al través de las centurias.
Para la décimo octava cena de la serie ?Gastrónomos y Epicúreos?, celebrada en fecha reciente, el Grupo Enológico Mexicano invitó al escritor Martín Casillas de Alba (un especialista en lo concerniente a la vida y obra de William Shakespeare), para que disertase acerca del tema La comida y la bebida en tiempo de William Shakespeare.
El conferenciante, poseedor del don de la palabra, hizo una muy amena presentación, señalando que ?Joan Thirsk es una experta en la historia de la comida del 1500 al 1700, así como de las teorías que hay a su alrededor y ese fue el tema que presentó hace una década en The Folger Shakespeare Institute, de Washington, donde se asociaba la historia de la agricultura y la relación que tenía con la comida.
En realidad, con su trabajo pudo aclarar algunas de las dudas que teníamos sobre la dieta y la comida en el Renacimiento inglés del siglo XVI y XVII, durante los mismos años en que vivió William Shakespeare (1564-1616), mientras escribía treinta y siete obras de teatro, tres poemas líricos y ciento cincuenta y cuatro sonetos.

El resultado de la investigación hecha por la señora Thirsk es un libro titulado Fooles and Fricasés: Food in Shakespeare?s England (La mousse y los estofados: la comida en la Inglaterra de Shakespeare). Basado en este trabajo, además del que realizó la gran investigadora shakespeareana, Caroline Spurgeon, una especialista que analizó durante años la obra del dramaturgo, para publicar los resultados de su investigación en su libro Shakespeare?s Imagery, donde analiza la imágenes y metáforas que hay en cada una de las obras, para que quede claro, entre otras cosas, que la variedad de temas, referencias y metáforas que aplica en sus obras tienen que ver con todo aquello que leyó, vio, escuchó, probó y olió durante su vida, y que demuestra uno de los dones con los que contaba: una memoria prodigiosa, en donde almacenaba todo lo que estaba a su alrededor, para sacarlo transformado en metáfora o referencia precisa en cada una de sus obras que escribía con premura.

De esas dos obras me he alimentado ?para seguir en la tónica de esta plática? para publicar una breve compilación del trabajo de Joan Thirsk, y de las citas que encontró Spurgeon en las obras de Shakespeare relacionadas con la comida, la bebida y la cocina isabelina, donde podemos concluir con el panorama de estos temas en el siglo XVII.

Este es el índice de los Cuadernos de apuntes en donde he publicado lo relacionado con la comida y la cocina y algo sobre los vinos ?gracias a la propuesta del Dr. Miguel Guzmán Peredo? en las obras de Shakespeare.

De acuerdo con las doctrinas del Galeno de Pérgamo (120-200 a.E.), eran cuatro humores los que caracterizaban tanto a las plantas como a los animales y que eran: la sangre, la flema, la cólera y la bilis negra llamada melancolía (como eran cuatro los elementos que conformaban al hombre: tierra, agua, aire y fuego).

Con los cuatro humores balanceaban su salud y la alimentación, y este balance era lo que definía la manera de ser de cada persona, es decir, la dieta personal se definía de acuerdo a su propio «humor» o «carácter», y por eso lo mismo lo usaban como receta médica, que como parte de su dieta. Por eso, las recetas medicinales aparecen muchas veces como parte de las recetas de cocina, como lo pudo demostrar Joan Thirsk en su libro.

La dieta y los cambios que hubo en la Inglaterra de Shakespeare pueden determinarse con mayor claridad que en las generaciones anteriores, pues cada vez se imprimían más libros, y gracias a que la comida siempre ha sido un tema que no ha carecido de interés, comenzaron a aparecer varias referencias en los libros que hablaban de medicina o de la salud.

La gente también viajaba distancias cada vez más grandes y los ingleses iban al Continente europeo o el Lejano Oriente; los más aventureros, se atrevían a ir al llamado Nuevo Mundo, otro lado del Atlántico. Durante estos viajes, encontraban novedades para comer que si bien, en un principio, les parecían extrañas, pronto se volvían cada vez más aceptables.

La fantasía y las excentricidades en lugares tan lejanos como en la ciudad de Alejandría, en Egipto, las podemos tomar, por ejemplo, de la narración que hace Enobarbo, lugarteniente de Antonio, cuando le preguntan si era cierto que almorzaban «ocho jabalíes asados para desayunar, para sólo doce comensales» a lo que Enormazo les contesta, presumiendo su extravagancia, «y eso no es más que una mosca comparada con un águila, pues hemos tenido festines más monstruosos y dignos de contarse». (Antonio y Cleopatra, 2.2. 192-194).

Estos relatos estimulaban las discusiones en torno a la comida, donde los botánicos y los universitarios añadían sus voces a la de los viajeros y médicos. Por eso tenemos opiniones encontradas sobre lo que se debía o no se debía comer, lo que estaba de moda y los distintos sabores de aquellos productos que traían los extranjeros que llegaban a Inglaterra.

Algunas personas compilaron libros de cocina escritos a mano sólo para su uso personal (los famosos recetarios de la abuela) y, con el tiempo, comenzaron a aparecer libros de cocina impresos. Al leer estos textos cuatro siglos después podemos aprender algo sobre los hábitos alimenticios generales, así como los prejuicios de la época, y de igual manera podemos conocer algunas de las creencias básicas de la época.

Por eso trataré de resumir en unas pocas citas y palabras lo que era la dieta de la época, las carnes y los potajes, la importancia del pan recién hecho, de los vegetales, hierbas y frutas, así como los productos lácteos y bebidas.

Por eso tenemos por ahí el savoir-faire de la reina Catalina que llega de Francia con Enrique V, los menús tan sofisticados del siglo XVI y las metáforas que usó Shakespeare en sus obras relacionadas al sabor y a la sazón de la comida, los sabores y a la cocina, los hábitos de la mesa y el arte de cocinar, así como las cantidades de jerez que se bebía Sir John Falstaff en su vida, en tiempos de paz o en plena guerra.

Al concluir esa documentada exposición tocó el turno a Héctor Cuellar Galán, gerente de ventas de la empresa Bodegas Copa de Oro, de Cholula, Puebla, quien fue invitado a presentar a los comensales allí reunidos la historia de esa compañía sidrera, la más importante de México.

Momentos antes de que diese inicio su plática los Miembros de Número del Grupo Enológico Mexicano describieron las características organolépticas de dos sidras elaboradas por Bodegas Copa de Oro: la que lleva por marca ?25 Aniversario? y ?Renetta?. De la primera, que pasa en barrica dos años, los comentarios giraron en torno a su color ambarino con tonalidades asalmonadas, aromas a manzanas muy maduras, barrica y un cierto deja floral. A la boca se percibe un ataque muy agradable, que recuerda el de un champagne o cava demi sec. De la segunda, Renetta, que es guarda ba en barrica durante tres años, la opinión fue coincidente en encomiar su delicado color amarillo paja con tonalidades verdosas, su aroma a cítricos y manzanas verdes, y excelente ataque, con una deliciosa acidez.

Ya en el uso de la palabra Héctor Cuéllar Galán comenzó diciendo:: ?Como dijo William Shakespeare: ?Ningún minuto de nuestra existencia debiera pasarse sin algún placer?

Yo no se si todos los minutos de nuestra existencia podremos disfrutarlos intensamente, pero al menos ahora no hay duda que estamos en uno de esos momentos hechos de minutos de placer: con una deliciosa cena, excelente compañía y una plática muy interesante..

Respetables damas que nos acompañan, amigos del Grupo Enológico Mexicano, queridos amigos, me siento muy honrado de dirigirme a tan respetable audiencia, que en lo personal admiro. Aun cuando no tengo la preparación enológica, y mis percepciones organolépticas no han sido entrenadas tan finamente como las de muchos que hoy nos acompañan, haré mi presentación en este marco de placeres. Y hablando de placeres quiero referirme a uno muy especial, que hemos disfrutado en México desde hace más de setenta años, y que nuestros antepasados conocían desde tiempos inmemoriales. En griego la llamaban Sikera, sicera en Latin, sidsra los asturianos y hoy todos la conocemos como sidra.

Durante esta cena hemos estado disfrutando de Renetta y 25 Aniversario, las reservas especiales de Bodegas Copa de Oro. Estas sidras son el orgullo de nuestra empresa y, como dicen en mi tierra, están hechas con toda la mano. Específicamente éstas que tenemos en nuestras copas, llegaron hace casi cuatro años en forma de manzana a nuestros silos, fueron inspeccionadas, se les libró de impurezas y se escogió sólo a las mejores de ellas, después pasaron por las prensas, para extraerles el valioso jugo, mismo que se trasladó cuidadosamente a unos tanques de acero inoxidable donde comenzó la fermentación. Cuando llegó el tiempo justo, este joven mosto se almacenó en Barricas de Roble Blanco de 35,000 litros, en las que reposó durante más de tres años.

Permítanme comentarles que estar en la sala de mostos rodeado de más de un millón de litros de este precioso líquido, y dejarse envolver por el aroma combinado con la humedad controlada que reina en el lugar, es una experiencia indescriptible. De hecho podríamos llenar una alberca olímpica con esta cantidad de mosto. Estas barricas fueron regadas con agua diariamente, como si fueran un huerto, unos 1,100 días para darle a Renetta y 25 Aniversario el buqué, el sabor y el cuerpo que las constituyen en las sidras más finas de este país. ¡Con sólo decirlo se me hace agua la boca!

Bueno, pero la sidra es más que un proceso industrial cuidadoso en el que hemos trabajado por 72 años. En Copa de Oro consideramos que es una bebida de felicidad, debido a que siempre acompaña los momentos más gratos de nuestras vidas. Y no me refiero solamente a las cenas de fin de año, sino a todas las ocasiones en que tenemos la alegría de convivir con nuestra pareja, con nuestra familia, cuando celebramos un pequeño gran acontecimiento; la sidra dulce, suave, aromática, elegante, siempre oportuna y de buen gusto, crea la atmósfera perfecta en esas ocasiones especiales, que no ocurren una vez al año o un par de veces en la vida, sino ocasiones especiales que pueden presentarse cualquier día, en el que el placer de estar con gente querida es motivo más que suficiente, como diría Shakespeare ¿no? Si las botellas de sidra Copa de Oro hablaran, sólo contarían historias llenas de sonrisas, abrazos, buenos deseos y felicidad. No conocen otra cosa de este mundo.

Quisiera decirles que recientemente se han descubierto muchos beneficios de beber sidra, pero no es así? lo que quiero decir es que no es precisamente reciente el descubrimiento. En 1676, John Worlidge, uno de los primeros agricultores británicos en discutir la importancia del cultivo como industria, y autor de varios libros destacados de su época, refiriéndose a la sidra escribió: "El consumo habitual de este licor, tras larga experiencia, se ha encontrado que asegura considerablemente la salud y la longevidad, manteniendo a los bebedores en plena fortaleza y vigor incluso hasta edades avanzadas". Si la gente que toma píldoras azules lo supiera? en fin

A la sidra se le atribuyen muchas propiedades en su contribución a la salud, Recientemente la Doctora Caroline Walker, de Brewing Research International, publicó algunos resultados de su investigación acerca de los positivos efectos para la salud de la ingesta moderada y diaria de sidra, concluyendo que la toma diaria de medio litro de sidra aproximadamente influye positivamente en la salud de quien la bebe.

La sidra es rica en antioxidantes, o en otras palabras, previsores de daños celulares que podrían originar dolencias cancerígenas y problemas cardiovasculares.
El calcio y potasio contenidos en la sidra sirven para mantener la presión sanguínea en niveles óptimos. La sidra, en ocasiones, alcanza niveles similares de actividad antioxidante que su equivalente en contenido alcohólico de vino tinto, concretamente hablando de los producidos en Rioja y Burdeos. Asimismo, algunos de esos antioxidantes propios de la manzana favorecen la respiración pulmonar, y se revelan como anticancerígenos. Los bebedores de sidra son menos propensos a la acumulación de ácido úrico, así que son menos propensos a padecer dolencias como la gota o la piedra.

Hay muchas características saludables dentro de este líquido dorado, pero mi propósito no es hablar sobre medicina. Yo solamente he querido compartir con ustedes algunos datos y reflexiones acerca de la sidra, para que ustedes disfruten aún más de las reservas especiales de Copa de Oro, sabiendo que además de ser bebidas deliciosas, saludables y de calidad nos brindan una atmósfera de placer y felicidad.

Con palabras de Shakespeare he iniciado y con su misma sabiduría concluiré en esta frase suya: ?La alegría es la salsa de las cenas?. Que disfruten de ambas, damas y caballeros? Salud!?. Hasta aquí la charla presentada por Héctor Cuéllar Galán, de Bodegas Copa de Oro.

A continuación fue servida la cena de esa noche. La entrada fue Consomé doble frío ?Engelée?. En seguida vino un filete de pescado ennegrecido con especias Cajún, servido con mantequilla blanca sobre cama de tallarines de verduras, y papitas horneadas al vapor. El postre consistió en Mousse de Jianduya con su crujiente de avellanas.

Quiero manifestar una cierta sorpresa (exteriorizada por muchos de los comensales allí presentes): que los dos primeros manjares armonizaron magníficamente con la sidra ?Renetta?, mientras que el melindre con el cual concluyó esta cena de notoria sabrositud, hizo un delicioso maridaje con la sidra ?25 Aniversario?.

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