La esencia del local, de apariencia sencilla y decoración austera,se ve y se huele nada más entrar por la puerta, donde un gran horno recibe al comensal como anticipo a esa dolce vita que le espera. El restaurante cuenta con dos mesas altas, sobradamente amplias y muy confortables, y un puñado de mesas bajas al fondo, arropadas por paredes de piedra vista y listones de madera. Todo ello bien insonorizado para generar esa magia propia de la auténtica trattoría italiana.
En la carta de Manzoni la estrella son sus pizzas caseras, de forma ovalada, perfecta cocción y una masa finísima, crujiente y de digestión ligera que consiguen “utilizando poca levadura” y tras 48 horas de fermentación previa. Las hay clásicas, como la Napolitana, la Cuatro Estaciones o una Margarita que, aunque sencilla, resulta espectacular. También hay originales composiciones de propio cuño entre las que destacan la pizza de queso de cabra, bacon y cebolla caramelizada, la de pollo al curry, la de calamares a la romana y, muy especialmente, una de camembert con aceite de trufa blanca, huevos de codorniz y patatas chips hechas en casa que se presenta extra crujiente y extra sabrosa. En total, 26 variedades que pueden además combinarse en una misma pizza de mitad y mitad.
También sobresalientes son sus pastas, todas frescas, artesanas y absolutamente al dente, que se presentan en recetas tradicionales -como los espaguetis a la auténtica Carbonara- o en propuestas de autor entre las que gustan mucho los cuadretti rellenos de solomillo y cubiertos con una salsa de parmesano de 18 meses de curación. No desmerecen tampoco los risottos, que Gil prepara en su punto óptimo de cremosidad, utilizando para ello una variedad de arroz de grano medio originario del norte de Italia.
Completan la oferta un buen surtido de antipastis entre ensaladas variadas, burrata aliñada en casa, provolone al gusto (con aceite y orégano, a las finas hierbas frescas o con salsa de tomate, aceitunas negras y alcaparras) y un apartado dedicado a los huevos con propuestas como la focaccia con huevo, crema ligera de patata, trufa y boletus.
En Trattoría Manzoni todo, desde el aperitivo a los postres, se elabora a mano en el propio restaurante con los mejores productos de temporada. La mayoría se traen de Italia –como los quesos, los embutidos y la harina- mientras que muchas de las verduras -como los calabacines o el tomate con que hacen la base de las pizzas- las cultivan en un huerto propio ubicado a las afueras de Madrid.
Para acompañar la comida cuentan con unas 60 referencias de vinos, algunos de ellos servidos por copas y todos muy especiales, huyendo de los vinos comerciales y apostando por etiquetas muy singulares de pequeños productores. El 70% son vinos italianos, con representación de todas las zonas productoras del país transalpino, mientras que el 25 % lo copan referencias españolas, tanto de las denominaciones clásicas como de regiones emergentes. Completan la bodega una pequeña selección de champagnes, vinos de Ródano y Burdeos, Riesling y Gewürztraminer alemanes y una buena oferta de digestivos italianos entre grappa, mirto (un licor a base de endrinas típico de Cerdeña) y Aperol con el que preparan para abrir boca spritz, el aperitivo por excelencia en Italia.
En definitiva una selección muy cuidada que además se ofrece a precios imbatibles, “marginando al mínimo su precio de distribución”.