"Comer es un acto místico, convierte cualquier cosa en ti mismo". Palabra de Manuel Vicent. Con esa frase en la boca del estómago, paseo por las calles de Murcia una noche de finales de agosto. Les sitúo. Son las diez de la noche en la Plaza de las Flores. La noche es clara, la mayoría de los locales están abiertos. En el ambiente se percibe la contención en el gasto por parte tanto de las familias murcianas como de los turistas.
Me siento en el corazón de la plaza, y me preparo mentalmente para paladear una cerveza. Reproduzco en estas líneas un acto que, para mí, roza lo místico. El primer trago de cerveza complementa dos naturalezas opuestas. Al primer contacto, su frescor aplaca, instantáneamente, la sequedad de mi boca.
Uno siente cómo la espuma se derrama sobre la parte más alta del pecho, provocando un estallido mudo de placer que logra a veces humedecer mis ojos. Las reconozco, son lágrimas de fugaz felicidad. Una vez empapado, me atrevo a dar un segundo sorbo y, después de ojear la carta, nos decidimos por media docena de caballitos. A los que, por supuesto, acompañarán una ensalada y dos montaditos de lomo con tomate. De postre, compartimos un trozo de tarta de chocolate.
Por lo demás, la cena transcurre relajadamente. Apenas hablamos de trabajo, pero sí que charlamos acerca de los pequeños placeres de la vida. Son, en su mayoría, placeres baratos, asequibles, casi insignificantes. Pero que, a fin de cuentas, sazonan nuestro devenir diario. Comer y beber ?extravagancias aparte? son dos placeres alejados totalmente de la pompa y el boato, que cualquier clase de persona, con mayor o menor poder adquisitivo, puede saborear con pequeñas dosis de placer a orillas del Mediterráneo.
Sin ser un entendido en economía, considero que el gasto en ocio no rompe la economía familiar. Apurar la nata de un capuccino recién hecho, maridar una copa de vino con un plato de queso curado, devorar las entrañas de un pastel de carne o, por qué no, degustar un plato de arroz caldoso reactivan nuestro estómago y, de paso, mitigan los efectos de la crisis económica en el sector de la hostelería.
Llevamos inmersos en esta crisis financiera, según mis cálculos, desde el 10 de agosto de 2007. Día en que el Banco Central Europeo admitió que nos enfrentábamos a una crisis "sin precedentes". En estos dos años, en lo que respecta al gremio de la hostelería, los precios se han ajustando al máximo. Incluso, los márgenes de beneficios son mínimos para la mayoría de los establecimientos de la región.
Lo que aún colea es una crisis de confianza. Crisis que afectará de pleno al sector de la hostelería cuando la campaña de verano toque a su fin. En septiembre, como cada año, expirarán miles de contratos temporales en la hostelería, a lo que habrá que añadir que muchas empresas no abrirán a la vuelta de vacaciones.
Por todo ello, partidos políticos, sindicatos y empresarios prevén un otoño duro para el empleo. Sólo se podrá aliviar esta situación a través de una reactivación moderada del consumo. O, en otras palabras, a través de la no renuncia a los pequeños placeres -aunque vivamos tiempos de crisis-.
-- Francisco Fuentes es propietario de la Hostería Rural Palacete la Seda (Murcia) y presidente de la Fundación Fuentes-Vicente
Buscadora de cosas ricas, ya sean desayunos, comidas o meriendas. Por los Madriles y alrededores. Y productos. Que no todo es salir, a veces cocino en casa.
Se formó en la escuela de hostelería de la Casa de Campo en Madrid del 1992 al 1995. Tras graduarse empezó su trayectoria profesional como 2º de cocina en el restaurante Paradis (1995-1997).
Cocina Hermanos Torres is accoladed with two stars by Guide Michelin, a maximum three Repsol Suns by the most important Spanish dining guide and a green Michelin star for their sustainable efforts.
Incluir en su carta recetas de nuestros mayores, revisadas con su instinto creativo, conservar los sabores y comidas de nuestra huerta y de cocinar con productos tradicionales, le ha servido para convertir a Almoradí en un referente comarcal a nivel gastr