Pepe Rodríguez Rey | Cocineros

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La mirada de Pepe Rodríguez Rey lo cuenta todo, te abre las puertas de su esencia para aclarar, ya de entrada y de sopetón: soy lo que ves. Y te impresiona. Impresiona en general, pero mucho más hoy en día en particular, ahora que -a veces comprensiblemente y otras inescrutablemente- lo habitual es encontrar en la persona que tienes delante varias capas de protección antes de llegar al ligero atisbo de alguna zona significativa. La segunda impresión es que Pepe decide conscientemente cada paso que va a dar, y transforma así su trayectoria profesional en una responsabilidad personal e intransferible (lo de que es así siempre sólo es una teoría constantemente rebatida por la realidad, y no es ni mejor ni peor opción, pero no todas las personas –muy de agradecer- actúan del mismo modo para lograr un mismo objetivo)

A partir del instante en que alguien te cuenta las cosas de este modo, confías y te relajas porque aparece la sensación de que no habrá trucos, no habrá presuntuosidad, ni artificios, de que alguien –Pepe Rodríguez- responderá personalmente de todo y, en efecto, lo que comes en su restaurante El Bohío, es precisamente lo que esperas que sea: sus platos transmiten mucho pensamiento bien aplicado, mucho trabajo y mucha constancia para que elegancia, delicadeza y técnica formen un conjunto equilibrado en el que ninguna de esas imprescindibles zonas destaque sobre la otra. Entonces es cuando agradeces que la cocina sea un sabroso retrato de su creador

Varias generaciones de la familia han llevado al Bohío desde 1930 hasta el merecido lugar en el que se encuentra ahora. Una herencia así no es cualquier cosa, y Pepe no tuvo ninguna duda: para ganársela, mantenerla y hacerla crecer decidió aprender mucho, durante varios (ocho) años, y no de cualquier modo, Martín Berasategui fue su principal mentor, pero también aparecen en esa etapa Jean Luc Figueres o Ferran Adrià

De regreso al Bohío se ha mantenido el vínculo familiar a través del tándem que conforman Pepe y Diego Rodríguez (sala y, muy especialmente, la cuidadísima –y premiada- carta de vinos) y, como todos los muy buenos aprendices, Pepe ha querido compartir sus desarrollos y trabajos no sólo a través de su carta de platos, sino también a través de conferencias, ponencias, programas de televisión o cualquier medio de comunicación (nacional o internacional) que le permita difundir su querida cocina castellano-manchega

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