Lo siento. No lo puedo remediar: me encanta ir al mercado. Y es que me gustaría reivindicar uno de los placeres que nos permitimos todos aquellos que amamos la cocina: Digo esto porque en bastantes ocasiones, estando de tertulia con algún cliente, ha surgido la pregunta...oye, ¿tendrás que ir al mercado todos los días? Pues si, pero el verbo no es el adecuado. Ir al mercado no es una obligación sino todo un ritual tan importante como el propio hecho de cocinar. Es comenzar el día tomando el pulso a la ciudad, donde se empieza a desperezar el ambiente que marcará el resto del día. En realidad, la compra diaria, la podría hacer igualmente en cualquier gran superficie dedicada a la alimentación, pero lo que faltaría sería todo el calor humano - nada que ver con llegar a la carrera por si me quedo sin carrito, buscar la monedita para el carrito, entrar sin pausa porque me empuja un carrito por la parte de atrás, ¡Dios mío, llevo diez minutos en el puesto de la carne para comprar veinte gramos de tuétano y me he olvidado de coger el número!- que recibo no sólo en cada uno de los puestos a los que voy, sino también de aquellos que constituyen el entorno del mercado (el municipal, el mendigo, el guardacoches), y eso ocurre porque los mercados de Palma respiran el ritmo del barrio en el que, desde hace tanto tiempo, se encuentran; forman parte de su particular personalidad - distinto el de Pedro Garau (más campesinos a sus aires con sus puestos de payeses) de el de Santa Catalina, (más recogido, como más de pausas amistosas: Martín me hace un gesto desde su puesto enseñándome una cajita de esas setas que tan difíciles son de encontrar, mientras recojo el pedido en la charcutería de Fausto y Pepe, entre almendras y piñones, me hace reír con algún comentario, Miguel me habla entre mentas y romero, y acabo tomando el cortado donde Cati, gracias por no olvidar tus guisos mallorquines, inunda de maravillosos aromas, el café) y distinto también de el del Olivar (más apresurado, como compartiendo la ajetreada vida de las muchas oficinas que lo rodean, y es una alegría el puesto de Miguel Angel y toda su familia, con su trato tan personal, las fresquísimas rayas de la Manola, el pescado de la familia Torrens o la caza de Zanoguera), generan negocios a su alrededor, vive, en parte de sus vecinos y algunos de sus vecinos viven de él. Cuidemos nuestros mercados para la buena salud de los barrios, de las pequeñas tiendas que los rodean, por recuperar el placer de la compra. Y dejémonos mimar por ellos empezándoles a pedir pequeñas innovaciones ¿Práctico un mercado en el que se puede ir a comprar con tarjeta de crédito? ¿Estupendo un servicio de reparto a domicilio? ¿Generoso un Ayuntamiento que facilita zonas de aparcamiento?
Buscadora de cosas ricas, ya sean desayunos, comidas o meriendas. Por los Madriles y alrededores. Y productos. Que no todo es salir, a veces cocino en casa.
Se formó en la escuela de hostelería de la Casa de Campo en Madrid del 1992 al 1995. Tras graduarse empezó su trayectoria profesional como 2º de cocina en el restaurante Paradis (1995-1997).
Cocina Hermanos Torres is accoladed with two stars by Guide Michelin, a maximum three Repsol Suns by the most important Spanish dining guide and a green Michelin star for their sustainable efforts.
Incluir en su carta recetas de nuestros mayores, revisadas con su instinto creativo, conservar los sabores y comidas de nuestra huerta y de cocinar con productos tradicionales, le ha servido para convertir a Almoradí en un referente comarcal a nivel gastr