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Robert Graves, un Amante de Deià Y sus Productos Gastronómicos



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Vista de Deià, en Mallorca. Foto: CdM

Aparte de su encanto culinario, Deià, en Mallorca, es pura poesía. Acostumbrado al devenir de forasteros a lo largo de siglos, ha acogido a numerosos artistas relevantes para la historia mallorquina. Pintores, escritores y músicos han encontrado inspiración artística en cada uno de sus recovecos. Desde finales del siglo XIX se establecieron algunos de los personajes más románticos que esta tierra ha conocido, desde el Archiduque Luis Salvador, hasta el compositor Manuel de Falla o el pintor Santiago Rossinyol. Se palpa el espíritu de todos ellos, y en especial el del escritor inglés Robert Graves (1895-1985), quien diera sus últimos pasos en Ca N?Alluny, su casa, y que fue denominada de esta manera para identificarla como ?la casa lejana?, la que estaba más apartada, a un kilómetro del pueblo. En el año 2006 fue adquirida por la Fundación Robert Graves y acondicionada a modo de casa-museo, conservando gran parte de su aspecto original.

La visita comienza con la proyección de un documental audiovisual sobre la vida del autor, magníficamente relatado en primera persona. Luego el visitante puede ver la cocina, la sala, la imprenta o el estudio del escritor con muebles, cuadros y enseres auténticos del escritor, así como una pequeña sala de exposición donde repasar parte de su vida a través de documentos originales, fotografías, libros, cartas y documentación personal.

El jardín es parte esencial de la visita. Se presenta con el diseño original, construido en el año 1932, al mismo tiempo que la casa. Es aquí donde se pone de manifiesto el interés de Graves por lo culinario. "No es que fuera un gourmet -cuenta hoy William, uno de sus hijos-,



pero le gustaba el pescado fresco y éste fue uno de los motivos por los que se instaló en Deià". El olivar lo compró para proteger la vista de la casa. Sin embargo, cuando tenía tiempo, le gustaba recoger aceitunas que mandaba a la almazara del pueblo y después le devolvían en forma de aceite.

Desde su llegada se preocupó por incorporar productos naturales de la tierra mallorquina para introducirlos en la cocina. De hecho, tenía un jardinero y completó su finca añadiendo árboles frutales y cultivó un huerto con el que surtía su propia despensa. Cuando todo era de temporada, entre las décadas de los treinta y los cincuenta, Robert fue uno de los primeros de la zona en embotar sus frutos, en especial tomates y albaricoques. Algarrobos, olivos y almendros se hicieron un hueco en su tiempo libre, cobrando especial atención los naranjos de fruto amargo con los que producir la mermelada que le gustaba tomar en los desayunos. Gracias a William sabemos que envolvía en papel las naranjas, las colocaba en canastas y cada año hacía suficiente confitura (de naranja amarga) que duraba hasta el año siguiente y también elaboraba alguna que otra jalea para acompañar las carnes. "Le gustaba cocinar, y guisaba mejor que mi madre, aunque de vez en cuando preparaba algo extrambótico. Era habitual que añadiera hinojo marino crudo a las ensaladas", recuerda William Graves.



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