Hace doscientos años, en 1816, que el genial
Francisco de Goya decidió inmortalizar a una mujer torea en el grabado número
22 de la serie La Tauromaquia, que
lleva por título “Valor varonil de la
célebre Pajuelera en la plaza de Zaragoza”.
Las mujeres habían hecho su aparición en la
tauromaquia en el siglo XVII y de ello da fe un escrito del Consejo de
Castilla, fechado el 25 de junio de 1654, pero sería una centuria después, en
el XVII, cuando su presencia en los cosos alcanzó notoriedad definitiva.
Nicolasa Escamilla, el personaje goyesco, vecina
de Valdemoro, Madrid, y en opinión de José María de Cossio la mejor torera del
Siglo de las Luces, inició su carrera torera en 1776, en la época en que se
tiene noticia de las actuaciones en las plazas de Estella y Tudela de la
motrileña rejoneadora Francisca García, esposa del banderillero navarro Francisco
Gómez. Su apodo le venía dado por su pertenencia a una familia valdemoreña dedicada
a la fabricación de pajuelas de azufre, que se utilizaban entonces para
desinfectar las barricas de vino; un método que empezaron a usar los romanos de
las tres provincias de la Hispania y que no fue prohibido hasta 2002, mediante
un Real Decreto que transponía la correspondiente Directiva del Parlamento y
Consejo Europeos de 1998.
De aspecto masculino, pelo corto y rizado, La Pajuelera toreó y en ocasiones ejerció de picadora con bastante éxito por distintas plazas del país, pero se sabe que jamás lo hizo en la de Zaragoza, por lo que se supone que el grabado de Goya remite a un confuso recuerdo de juventud. De sus habilidades o aficiones culinarias nos habla el médico, discípulo y biógrafo de Marañón poeta e incansable arqueólogo de la cocina popular española, Alfredo Juderías, que plasmó sus pesquisas coquinarias en obras como Cocina para pobres, Viaje por la cocina hispano-judía y Cocina de pueblo. Con todo, el gran Juderías sólo nos hizo llegar una receta de la lidiadora guisandera, que lleva por título Sopa torera, en la que dice: “Póngase en una olla de barro con agua a partes iguales de nabos y patatas hechas ruedas, dos cortecitas de pan, sal, pimienta y hágase que cueza, y después se pasan por el colador. Hágase un caldo al que se añade un gran puñado de perifollo picado y manteca”.
La Pajuelera y el propio Goya perdieron no ha mucho, en 2014, el trono que hasta entonces ostentaba de primera referencia gráfica de la mujer en el mundo del toro, cuando el escritor y crítico literario Gonzalo Santonja descubrió entre los fondos del Museo Arqueológico Nacional un plato de cerámica de Talavera de la Reina, datado entre 1675 y 1700, en el que aparece una dama alanceando un morlaco. No obstante, ni se conoce el nombre de la protagonista en loza, ni se imagina que pudiera hacer incursión alguna en las artes culinarias. Para eso seguiremos teniendo en exclusiva a Nicolasa Escamilla.
Pedro Manuel Collado CruzLa cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente 1 receta publicada |