Ya se acercaba fin de año y para nosotros significaba “año nuevo, local nuevo”. Ya empezábamos a pensar en hacer pedidos reducidos para aguantar hasta el último día y no tener que tirar nada, aunque nos cambiaban la fecha a menudo y algunas veces nos informaban de que entraremos en el nuevo local el día 2, otras veces el día 31 y otras el día 5. A decir verdad, era un poco desconcertante a la hora de hacer los pedidos ya que teníamos miedo de quedarnos sin producto antes de tiempo o de que nos sobrase demasiado y por ello tuviesemos que aguantar el chaparrón de acusaciones y gritos por parte de los jefes.
Todos teníamos ganas de mudarnos de una vez, ir a una cocina dónde tuviésemos espacio para trabajar a gusto ya para nosotros era difícil trabajar bien siendo 13 personas en una cocina de 10x10 metros. Nos chocábamos constantemente y por ello teníamos que hacer turnos para que no ocurriera ningún accidente, teniendo la comida de los clientes en la mano. Eran roces que nos hacían sentir un poco incómodos y hundía bastante el ambiente de trabajo.
Recuerdo que los últimos días del año, cuando la gente nos preguntaba si estaríamos abiertos para nochevieja no sabíamos muy bien qué contestar: algunos explicábamos a los clientes de que sí abriríamos y otros que no. Era un caos completo de organización y desinformación y los que salían perjudicados a fin de cuentas, eran nuestros clientes.
¡Por fin llego el día de nochevieja! Decidimos que sólo trabajaríamos por la mañana y empezamos a empaquetar las cosas a pesar de que en el último momento nos informaron de que tendríamos que aguantar en el mismo local hasta el día 3 de enero. ¿Qué supuso el cambio? Pedidos de última hora y cambios en las cantidades de producción pero, lo que más difícil se nos hizo, fue el tener que aguantar dos días más en aquel local.
Llegó el día 3 y ya terminando el servicio de noche cerramos antes de tiempo ya que tuvimos que limpiarlo a fondo para que las cámaras viniesen a grabar el cierre del local y pudieran tomar buenas imágenes: fue todo un éxito. Al día siguiente empezamos la mudanza: tardamos 6 horas en cargar y llevar todas las cosas al nuevo local. Finalmente, en un gran estado de impaciencia, a las 7 de la tarde pudimos ver cómo era el nuevo Streetxo serrano; grande, moderno, divertido y equipado con todos los juguetes que un cocinero pueda necesitar. Empezamos con la nueva carta, nuevas recetas mucho más elaboradas que las anteriores: muchos fondos, sofritos y elaboraciones que se suponían mucho más trabajo que abrir un bote y meterlo en la thermomix; cosa a la que estábamos acostumbrados en el antiguo local.
Finalizados los días de “mise en place”, por fin llegó nuestro primer servicio. Hay que decir que hasta encontrar lo que nos gustaba, cambiamos combinaciones y platos miles de veces; para nosotros era un trabajo muy importante ya que éstos iban a formar parte de nuestra carta definitiva. Los primeros servicios se realizaron con una cantidad de clientes controlada, todos ellos eran conocidos de los locales de David Muñoz; un pequeño grupo de afortunados que puedo descubrir la nueva locura de David antes de éste abriera sus puertas al público.
El día 12 hicimos la apertura oficial del local: fue una fiesta con personalidades, clientes habituales y famosos de todo tipo. En ese cóctel los invitados pudieron probar 3 de los platos que teníamos en carta, 2 clásicos y uno totalmente nuevo. El resultado de la noche fue más que positivo: risas, fotos y mucha diversión fueron los ingredientes que entre todo añadimos, en la noche en la que nos dábamos a conocer como el nuevo Streetxo Madrid. Al final de la noche, como era de esperar todo empezamos a estar agotados ya que llevábamos desde el día 2 sin tener un día libre, con jornadas intensivas de 16 horas de trabajo. Nada más empezar y ya empezábamos con mal pie: teníamos una carga de cansancio acumulada muy importante a la que añadimos un cambio en nuestros platos habituales.
Continuará.
Jaime Romero
