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El Bianchi: Café, Amor Y Mitos en Madrid



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Iggy Pop mira a su alrededor preguntándose porqué habrá elegido esa cafetería. Se sienta y da un sorbo a su taza de café. Vuelve a mirar a un lado y a otro cuando, tras una larga espera, llega la persona a la que estaba esperando. El gran Tom Waits entra por la puerta. “Puedes llamarme Iggy” y Tom, con desdén e indiferencia, acepta. Le sigue una conversación con dosis de surrealismo, frases a medias, silencios tensos y planos cenitales de dos tazas de café y tabaco bajo un mantel de cuadros. En Coffee and Cigarettes, película de culto incluso para los que no disfrutan del café, estos dos mitos de la música tienen que compartir mesa y taza a pesar de que se odian. 
 
A Sandro Bianchi, italiano de nacimiento y madrileño desde hace más 30 años, le fascina esa escena. Tanto, que a pesar de “no tener cosas favoritas”, la ha incluido a modo de mural en su negocio, una pequeña cafetería ecofriendly, llena de detalles y con un café que dará que hablar. 
 
Tatuado por doquier, como buen diseñador, dj de noche y dueño del Bianchi Kiosko Caffé (c/ San Joaquín, 19) por el día, Sandro se las apaña para sacar tiempo y dedicarse al arte de los baristas. 
 
“El café nos enseña muchas cosas” afirma y se nota que hay mucho de Bianchi en estos pocos metros cuadrados. A la entrada, Iggy y Tom seguirán tomando eternamente su café en el mural que ha sido diseñado por su amigo, el ilustrador gallego Javier Sousa. Sus dos perros, el Dalai Lama o Miles Davis con su trompeta roja también les acompañan. 
 
“Este proyecto lo tenía pensado desde hace mucho tiempo. Incluso la estética. Es mi capricho” explica. Un amigo le pasó el local y tres meses después, el Bianchi Caffé estaba abierto. El logo, un puño americano, la preciosa lámpara dorada del siglo XIX desde la que observan cuatro ángeles o la barra, una impresionante pieza de ónix ambarino traído desde Brasil: todo ha salido de su mente. Y de sus manos, gracias a la Marzocco, una de las mejores máquinas de café del mercado -“de esas manuales, de las que les gusta a los baristas” dice entre sonrisas- y con ayuda de una granitera, surge una de sus especialidades: el chai tea.
 
“Hay clientes que vienen a por sus dos o tres dosis de chai al día. La base es de té negro con muchas especias: pimienta, cardamomo, jengibre... cada ingrediente de un sitio distinto del mundo. Después se hierve a fuego lento, con canela ecuatoriana de comercio justo. Por último, lo meto en la granitera y le añado la soja ecológica. Paso a paso y con mucho amor”  Y de fondo, además de amor, un compromiso con el medio ambiente y el producto ecológico, incluido el packaging. 
 
Confiesa que no tiene un café preferido aunque las variantes etíopes son su debilidad. “Mi adicción por el café empezó de muy pequeño. Antes incluso de poder tomarlo, el olor me fascinaba. Luego lo probé y me decepcionó… no sabia tan bien como olía… pero poco a poco fui aprendiendo y se convirtió en una relación de amor incondicional.” 
 
Una relación que parece ir a trompicones con los españoles. “Aún hay poca cultura de café en España, aunque empieza a haberla. Vivo de la música y viajo por todo el mundo. Cuando llego a una ciudad ya he buscado cuál es el mejor sitio para tomar café. Facturo y me voy a las dos o tres cafeterías top de la ciudad y normalmente tengo que escoger de entre muchísimas. Creo que en pocos años Madrid también tendrá un circuito de cafés comparable al del resto de Europa”.
 
De sus idas y venidas, va tomando nota y el resultado son sus propias creaciones. Este verano ha experimentado con el Cold Brew, un café infusionado, suave y refrescante. O el complemento ideal, las BBB, Bianchi Boogie Balls, cuatro tipos de bolitas dulces y ecológicas con mezclas tan dispares como el tahin y sirope de ágave con sésamo negro o nuez pecana con sirope de arce, ambas más que recomendables tras un buen café. 
 
“Hay mucho amor en lo que hago” explica. Mucho amor hacia el café, su sabor, su aroma. Hacia su historia y las que es capaz de crear. Incluso cuando el amor se convierte en odio. “¿Sabes?”, dice Tom Waits a Iggy, “somos la generación del cigarrillo y el café”. Y tal vez esté en lo cierto. El poder de compartir taza, mesa y mantel de cuadros, intentando, incluso, fumar la pipa de la paz.
 
Texto y fotos: Sandra Sanz


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