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No Sólo de Bravas Vive el Hombre



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Francesc Rabal



Creo que una de las mejores maneras de aprender de otras culturas es a través de los viajes. Los viajes representan, en cierta medida, la mejor escuela para superarse como persona y para tener una visión de las cosas mucho más abierta y amplia. Cuando llegamos a un país del que no conocemos nada los sentidos se potencian enormemente, olemos sus calles, las palpamos, observamos como niños todo lo que ocurre a nuestro alrededor, nos impregnamos de sus sabores e intentamos adentrarnos en lo más esencial de cada sitio.

El acercamiento a la gastronomía es esencial en este aprendizaje, puesto que representa el acercamiento a su historia, a sus características geográficas, a su manera de entender el mundo, a su cotidianeidad...

Hace un par de años viajé a Estambul, donde encontré, además de sus maravillosos monumentos y su gran historia, una de las gastronomías más ricas y coloristas de las que conozco. Su gran variedad de especias(para cualquier amante de la cocina es de obligada visita el mercado de las especias), y su ubicación geográfica hace que su cocina sea una de las más interesantes de Europa. Desde los platos más sencillos, como los bocadillos de caballa servidos por pescadores a orilla del Bósforo (caballa asada con sal, rodajas de cebolla y limón), pasando por los mejillones rellenos de arroz o el tan popular kebab, hasta la refrescante cacic (ensalada de pepino con yogur) o sus postres de pistacho (blakava), hacen que cada comida en esta ciudad sea una explosión del paladar que alcanza cuotas casi ?celestiales?. El uso magistral de la especies, combinado con el gran gusto por las verduras, llenan de satisfacción a cualquier comensal exigente, y si, además, rematamos la jugada con una pipa de tabaco de manzana y un buen masaje en cualquier baño de barrio, podremos sentir momentos de éxtasis (igual es lo que hizo Santa Teresa) inigualables.

Gracias a las nuevas tendencias migratorias que caracterizan este siglo y al cada vez mayor mestizaje entre culturas, nos encontramos en muchas ciudades con la posibilidad de degustar algunos de esos platos de la cocina turca (así como de otras muchas partes del mundo), no sólo como elemento exótico de estos lugares, sino como parte ya de su vida. Una de los establecimientos que más están proliferando son los locales donde se venden kebabs (carne de cordero o de pollo que se sirve acompañada de verduras frescas y diferentes salsas), falafel (receta árabe con garbanzos o habas, ajos, especies,...) y diferentes elaboraciones de Oriente Próximo. La presencia de estos locales, además de la riqueza culinaria que aportan, representan una estupenda manera de acercarse de manera positiva a otras culturas (en este caso la árabe), dejando para los titulares sensacionalistas la estigmatización que sufren estos pueblos y sus gentes. Sería muy positivo que otras cocinas llevaran el mismo camino y pudiéramos degustar como un elemento de normalidad un plato de la África negra, de Nueva Zelanda o de Trinidad y Tobago, lo cual sería signo de modernidad y progreso.



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