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Mi fascinación por Gabriel García Márquez es casi devoción...

Los Doce Cuentos Peregrinos Y Gastronómicos de Gabriel García Marquez



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Karina Pugh Briceño

 Tenía 15 años cuando leí "Cien años de

soledad" y en ese momento sentí que me estaba
revelando las claves de la historia de la humanidad en
sus líneas... Luego leí "El relato de un náufrago",
"La mala hora", "Ojos de perro azul" y "La increíble y
triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela
desalmada"... Cuando los leí, supe que estaba,
irremediablemente, bajo el embrujo de la literatura.
Luego devoré "El amor en los tiempos del cólera", "El
otoño del patriarca", "El general en su laberinto" y
más recientemente "Del amor y otros demonios"... Pero
un libro es especial para mí... "Doce cuentos
peregrinos" En estos cuentos, García Márquez no sólo
se revela como un maestro del relato, él no es sólo un
escritor... Es también un gourmet de las emociones...

Estos cuentos relatan cosas extrañas que le ocurren a
latinoamericanos en el viejo continente. García
Márquez teje sus historias con el hilo del arraigo
caribe, de esa identidad latinoamericana que más bien
parece un aroma característico de todos los que
nacemos en este lado del mundo, ese perfume se llama
"América".
En los DOCE CUENTOS... existe una nota común (varias
a decir verdad) a la cual me referiré en adelante...
La presencia casi permanente de la cocina y de la
experiencia de comer como catalizadores de las
historias.

En "Buen viaje, señor presidente" al personaje le
prohiben comer carne, mariscos, tomar café... "En
realidad, tengo prohibido todo", pero la inminencia de
la muerte lo hace rendirse ante una taza de café "a la
italiana, como para levantar a un muerto" y ante "una
costilla de buey al carbón y una ensalada de
legumbres"... Lázara Davis "una mulata fina de San
Juan de Puerto Rico, menuda y maciza, del color del
caramelo en reposo" era "cocinera de ricos" y le
sorprendió con un "arroz de camarones... tajadas de
plátano maduro y la ensalada de aguacate" que le
conmovieron las nostalgias del Caribe en la fría
Bruselas.



En "La santa" Margarito Duarte y sus amigos les
llevaban "helados y chocolates a las putitas de verano
que mariposeaban bajo los laureles centenarios de la
Villa Borghese" en Roma "... "Se daban el lujo de
perder un buen cliente para irse con nosotros a tomar un café bien conversado en el bar de la esquina".
En "El avión de la bella durmiente" el protagonista
queda hechizado por "la mujer más bella que he visto
en mi vida" en el aeropuerto Charles de Gaulle de
París. Una tormenta feroz difiere los vuelos. Todos
los pasajeros "... habíamos asumido nuestra conciencia
de náufragos. Las colas se hicieron interminables
frente a los siete restaurantes, las cafeterías, los
bares atestados y en menos de tres horas tuvieron que
cerrarlos porque no había nada de comer ni beber... Lo
único que alcancé a comer en medio de la rebatiña
fueron los dos últimos vasos de helado de crema en una
tienda infantil. Me los tomé poco a poco en el mostrador"

"Me alquilo para soñar" es uno de los cuentos más
floridos en contenido gastronómico. En él, el poeta
Pablo Neruda "Se comió tres langostas enteras
descuartizándolas con una maestría de cirujano, y al
mismo tiempo devoraba con la vista los platos de
todos, e iba picando un poco de cada uno, con un
deleite que contagiaba las ganas de comer: las almejas
de Galicia, los percebes del Cantábrico, las cigalas
de Alicante, las espardenyas de la Costa Brava.
Mientras tanto, como los franceses, sólo hablaba de
otras exquisiteces de cocina, y en especial de los
mariscos prehistóricos de Chile que llevaba en el
corazón. De pronto dejó de comer, afinó sus antenas de
bogavante, y me dijo en voz muy baja: - Hay alguien
detrás de mí que no deja de mirarme -"

Pero no todo es goce epicúreo en los DOCE CUENTOS...
María de la Luz Cervantes, la mexicana protagonista de
"Sólo vine a hablar por teléfono" "... sobrevivía
picoteando apenas la pitanza de cárcel con los
cubiertos encadenados al mesón de madera bruta... la
comida de perros" de su encierro equivocado en un
sanatorio mental español. Y Billy Sánchez, el
colombiano recién casado y perdido en París de "El
rastro de tu sangre en la nieve" "... Había aprendido
a saludar en francés y a pedir sanduiches de jamón y
café con leche. También sabía que nunca le sería
posible ordenar mantequilla ni huevos en ninguna
forma, porque nunca los aprendería a decir, pero la
mantequilla la servían siempre con el pan, y los
huevos duros estaban a la vista en el aparador y se
cogían sin pedirlos... El viernes al almuerzo...
ordenó un filete de ternera con papas fritas y una
botella de vino..." Billy hace todo esto a la espera
de su esposa quien se desangra sin él saberlo.
El poeta venezolano Miguel Otero Silva "... que
además de escritor era un anfitrión espléndido y un
comedor refinado..." les ofrece a los protagonistas
"un almuerzo de nunca olvidar" en "Espantos de
Agosto".



La señora Prudencia Linero, una colombiana de
Riohacha, que emprende un viaje azaroso por mar con
destino a la Italia de la post guerra para ver al
papa, "no pudo comer a gusto... porque la única carne
que había para comer eran unos pajaritos cantores de
los que criaban en jaulas en las casas de
Riohacha...Para mí, sería como comerme un hijo - Así
que debió conformarse con una sopa de fideos, un plato
de calabacines hervidos con unas tiras de tocino
rancio y un pedazo de pan que parecía mármol" pero es
esta comida terrible y su intuición las que la salvan
de morir envenenada con una sopa de ostras en el
cuento "Diecisiete ingleses envenenados".
En "La Tramontana" un portero de un edificio en
Cadaqués "... un antiguo hombre de mar, muy viejo...
cocinaba su propia comida en una lata y un fogoncillo
de alcohol, pero con eso le bastaba para deleitarnos a
todos con las exquisiteces de la cocina gótica" "...
nos llevaba frutas de la estación y alfajores para los
niños. Al almuerzo del martes nos regaló con la pieza
maestra de la huerta catalana, preparada en su lata de
cocina: conejo con caracoles"

Totó y Joel, 2 niños colombianos que vivían " en
Madrid... apretujados en el piso quinto del número 47
del Paseo de la castellana" se beben "... a escondidas
un vaso de brandy de la botella de papá" mientras
navegan en un mar de luz en "La luz es como el agua".
María dos Prazeres, la hermosa mulata brasileña de 72
años que siendo niña fue vendida a un marino y
abandonada en Barcelona a su suerte, logra sobrevivir
vendiendo su cuerpo y espera a la muerte cocinando
"canelones gratinados y un pollo tierno en su jugo" en
"María dos Prazeres."

Y finalmente, la señora Forbes, una institutriz
alemana, con graves trastornos de personalidad, se
encarga de aleccionar a dos niños colombianos en la
isla de Pantelaria en "El verano feliz de la señora
Forbes" y preparaba " sus pasteles de crema, sus
tartas de vainilla, sus exquisitos bizcochos de
ciruelas, como no habíamos de conocer otros en el
resto de nuestras vidas... Una madrugada la
sorprendimos en la cocina, con el camisón de dormir de
colegiala, preparando sus postres espléndidos, con
todo el cuerpo embadurnado de harina hasta la cara y
tomándose un vaso de oporto... Al principio, cuando
estábamos solos con nuestros padres, la comida era una
fiesta. Fulvia Flamínea nos servía cacareando en torno a la mesa con una vocación de desorden que alegraba la
vida, y al final se sentaba con nosotros y terminaba
comiendo un poco de los platos de todos. Pero desde
que la señora Forbes se hizo cargo de nuestro destino
nos servía en un silencio tan oscuro, que podíamos oír
el borboriteo de la sopa hirviendo en la marmita...
Fulvia Flamínea... Nos sirvió después de la sopa un
filete al carbón de una carne nevada con un olor
exquisito. A mí... aquél recuerdo de nuestra casa de
Guacamayal me alivió el corazón".

a la mesa con una vocación de desorden que alegraba la
vida, y al final se sentaba con nosotros y terminaba
comiendo un poco de los platos de todos. Pero desde
que la señora Forbes se hizo cargo de nuestro destino
nos servía en un silencio tan oscuro, que podíamos oír
el borboriteo de la sopa hirviendo en la marmita...
Fulvia Flamínea... Nos sirvió después de la sopa un
filete al carbón de una carne nevada con un olor
exquisito. A mí... aquél recuerdo de nuestra casa de
Guacamayal me alivió el corazón".

Estos son doce cuentos que retratan el carácter, la
índole de los latinoamericanos, pero son además un
derroche de sentido gastronómico, obras de arte
creadas con ingredientes no sólo literarios, sino que
también se perfuman con las especias y las finas
hierbas del amor por la buena cocina.

GARCÍA M, Gabriel. Doce cuentos peregrinos. Editorial
Oveja Negra. Bogotá. 1992.
 

 



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