En 1936, un paisano de la comarca burgalesa de Las Merindades, Prudencio Unanue,
En 1936, un paisano de la comarca burgalesa de Las Merindades, Prudencio Unanue, con el decidido apoyo de su mujer, española a la que previamente había conocido en Puerto Rico también como emigrante, montó un abarrote/pequeña tienda de ultramarinos con productos españoles, básicamente aceite de oliva y aceitunas, en Nueva York/Manhattan y tras adquirir el nombre Goya a una marca de latas de sardinas, por considerar que Unanue no era propio para lanzar un negocio condumiario.
En 1958 la isla se les quedó pequeña para su potencial clientela hispana y se trasladaron a Brooklyn. Dieciséis años después daban el salto a New Jersey e iniciaban una fuerte expansión dentro y fuera de Estados Unidos montando centros de producción en la propia Jersey, además de en Texas, California y Georgia, una fábrica en San Cristóbal de la República Dominicana y una distribuidora en Bayamón, Puerto Rico, para colocar en medio mundo productos latinos clasificados en 16 categorías, que incluyen bebidas, carne, mariscos, frijoles, harina, condimentos y refrigerios, de entre los que destacan por sus gran aceptación mundial, incluida la colonia iberoamericana radicada en España, el adobo, la malta, el aceite de oliva, las aceitunas, los garbanzos, las galletas, las sardinas, diferentes salsas, agua de coco, y muy especialmente las bebidas tropicales, junto a un extenso etcétera. En 2006, Goya fue reconocida por Forbes como la empresa número 355 en su lista de compañías privadas más ricas de Estados Unidos.
Todo sobre ruedas hasta que hace unos días, a primeros del mes de julio pasado, ochenta y cinco años después de la primera pica en la Gran Manzana, el nieto del fundador y actual Presidente de la compañía, Robert/Bob Unanue se presentó en la Casa Blanca para donar un millón de latas de garbanzos y concluir a continuación en rueda de prensa pública que los estadounidenses habían sido bendecidos por el Altísimo con un Presidente como Donald Trump. Las reacciones de la comunidad hispana fueron inmediatas y duritas. Desde distintos sectores se llamó al boicoteo de la marca, a lo que Ivanka Trumb, hijísima del Comandante en jefe y asesora presidencial respondió con un tuit en el que aparecía su imagen con un producto de la firma y la leyenda: “Si es Goya, tiene que ser bueno” a lo que la congresista Alexandria Ocasi-Cortez respondió: “Si es Trump, tiene que ser corrupto”.
Papá, como cabía esperar, optó por hacer suyo lo de si no quieres caldo, tres tazas, y se fotografió con un surtido de productos Goya en su mesa presidencial. Con un par. O dos.
El que fuera director de la Oficina de Ética del Gobierno desde 2013 a 2017, Walter Shaub, terció en el debate explicando que, a su juicio, el tuit de Ivanka y la foto de Donald constituían una clara violación del Gobierno a las regulaciones de sus cargos y que daban la sensación ante la ciudadanía de que todo está en venta.
Ni qué decir tiene que al poco el boicot ha sido contrarrestado por entusiastas trumpistas y que los altos directivos de Goya claman por su libertad de expresión. Total, un esperpento de los de sin venir a cuento que arroja excreciones sobre productos hispanos que ya venían siendo suficientemente atacados por la Administración estadounidense. Vamos que en la próxima edición de los premios cinematográficos hispanos y para hacer valer la redundancia, la firma Goya merece un Goya a la mejor producción adefesia. O así.
Pedro Manuel Collado CruzLa cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente 1 receta publicada |