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Granada (Ll)


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Marisa Beato

No tengo ganas de subir mástiles o tirar de cuerdas y me ofrezco para cocinar e ir al mercado en compañía del cocinero. Después de la escasez de casi todo que hay en Granada esto me parece Jauja, si hasta encuentro aceitunas españolas! Aunque compro viandas para preparar un par de recetas, al final todo se queda en preparar los desayunos, pues nosotros preferimos comer y cenar en tierra y conocer la cocina local...



La cocina de Trinidad coexiste con las cocinas de las diferentes etnias que pueblan la isla, pues el país está formado por diversas razas y culturas fruto, primero, de la esclavitud a la que fueron sometidos los africanos y posterior contratación de trabajadores provenientes de China, India y Oriente Medio. Si a esto le añadimos británicos y franceses, ya tenemos dónde elegir a la hora de comer.

La cocina local caribeña incluye el arroz con guisantes y el calalou que es la verdura más utilizada de la zona. Aquí lo comemos acompañando a los cangrejos de tierra en forma de puré espeso y especiado.

Las playas son idílicas, la selva que las envuelve nos ofrece grandes y gruesas flores rojas y amarillas, árboles gigantes, cocoteros...

Mercado

Por el camino, en un mirador, encontramos unos puestos que venden frutas aderezadas con especias, sobre todo mango verde y cilantro, algunas picantísimas, otras muy dulces. El puesto es un festival de colores y compramos un montón para hacer una cata..."díficil" de comer, casi todo de tan picante o tan especiado. Sólo nos gustan algunos dulces de coco y jengibre y poco más.

Pasamos todo el día en una playa de grandes olas y muy bonita. Tanto juego en el agua nos despierta el apetito que ya a la tarde es voraz. Volvemos a la primera playa que visitamos en el día y que, al ser algo más turística, tiene chiringuitos donde comer algo. La oferta son bocatas de carne de tiburón.

Según nos vamos acercando el cielo se va oscureciendo y ya al aparcar el diluvio nos impide ver más allá de dos metros. Estamos muertos de hambre, no podemos esperar, decidimos salir en bikini del coche y correr hacia el puesto de los bocatas, la temperatura es muy buena. La gente corre a guarecerse en los chiringuitos y todos se ríen de vernos llegar casi desnudos, pero nosotros no tenemos toda la ropa mojada sobre el cuerpo, hemos aprovechado, como en otras ocasiones, para quitarnos la sal del pelo y el cuerpo y en el coche nos espera nuestra ropa sequita. Que sigan riéndose que nosotros nos hacemos con un bocata de tiburón que está delicioso y en cuanto vuelve a salir el sol, cosa que nunca falla, nos secamos.

Sirven el pescado dentro de un pan recién hecho en una plancha y ofrecen un mini buffet de complementos para rellenar, mostaza, ensalada verde, tomate, salsa picante...

Abandonamos Trinidad no sin antes perder el avión por entretenernos tomando mojitos.

De vuelta a Granada apuramos nuestros últimos días en la isla haciendo algunas visitas turísticas, como la destilería de ron Rives donde la guía que nos acompaña nos va mostrando los distintos procesos que va sufriendo la caña hasta convertirse en ese licor de 70º que tanto toman los isleños.

Las instalaciones están tan abandonadas que, al principio, me cuesta creer que allí hagan algo y le pregunto si todavía se utiliza esta fábrica. Me responde afirmativamente, quién lo diría.

Al final del periplo nos dan a probar el producto, un traguito de nada que expande el alcohol dentro de la cavidad bucal y quema el gaznate, seguido de un trago de agua helada, !Qué alivio!

No compramos ninguna botella, como nos ofrece la guía, no hay quien lo beba.
El mismo aspecto ajado encontramos en la cooperativa del cacao. Aquí recogen, sacan de las vainas, secan al sol y tuestan los piñones del cacao.

Visitamos todas las oscuras dependencias y el secadero, el operario que nos guía nos llena los bolsillos y nos parte algunos para que saboreemos y apreciemos la intensa fragancia del chocolate, muy amargo en la boca pero nos encanta.

Nuez moscada

La última visita del día es para la nuez moscada, manufacturada en una gran cooperativa que, previo pago, nos enseña a fondo un guía.

Nos va explicando todos los pasos que sigue el fruto desde que llega de los campos hasta que se reparte o exporta. Voy traduciendo sus explicaciones y cuando alguna palabra se me escapa o no entiendo bien lo que dice, me lo invento provocando que mis compañeros tengan que reprimir una carcajada.

Hablamos con las señoras de manos rápidas que trabajan a destajo y nos cuentan sobre su labor. Nos regalan una bolsa de las más fragantes nueces y macís.

La plantación Betty Mascoll

La tarde la pasamos en Bathway Beach, dónde se puede comer pollo a la brasa en los puestecillos y darse largos baños en la piscina natural que hace la barrera de coral metros antes de la orilla.

Si hay algún plato realmente típico de Granada es el pepperpot. Es un guiso que se mantiene cociendo durante años, sólo hay que ir rellenándolo a medida que se consume. El último se tuvo que abandonar durante la revolución por tener que acatar el toque de queda y tenía sesenta años.

Actualmente sirven este plato en Morne Fendue, en la casa de la plantación de Betty Mascoll.

Allí nos dirigimos después de una noche de ron con cola, charlando con los lugareños y mirando las estrellas.

La casa, inconfundiblemente británica, y el entorno son maravillosos. La casa, situada en un altozano, domina el entorno, con vistas sobre los plátanos y la caña de azúcar. Hemos llegado hasta allí en el taxi de nuestro amigo y volveremos dando un breve paseo hasta la carretera principal y allí cogeremos el bus, estamos cerca.

Se supone que el guiso de esta casa tiene diez años, pero la propietaria confiesa que lo hizo un par de días antes y que ya nadie lo mantiene encendido por tanto tiempo.

La comida consiste en un buffet de platos de cocina local, pastel de berenjenas, pollo guisado, arroz, pastel salado de coco, ensalada, además del pepperpot.

No tenemos estómago para tanta comida y tan picante y nos deleitamos con los zumos naturales, de lima y de fruta de pasión, más que con las viandas. Además hay que ir con un salero en el bolsillo, aunque es conveniente llevarlo en todas las excursiones gastronómicas por la isla.

Abandonamos la isla al amanecer.



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