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En las Olimpiadas de Turín Triunfó la Cocina Tradicional Piamontesa



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Matteo Gaffoglio
Comunicador y experto en gastronomía



Desde Olimpia (Grecia) por un recorrido largo de 11.000 km, pasando por todas las regiones de Italia, la antorcha olímpica llevada por la pasión de diez mil y un tedóforo y de los 8 millones de italianos aficionados que han seguido en todas las etapas el viaje empezado dos meses antes, llegó a Torino entre entusiasmo y contestaciones. Más de una vez estuvo en peligro de ser derrotada por otros recorridos, por causa de las amenazas de los antiglobalización, anarquistas, subversivos, y demás. Y llegó a Torino para encender el brasero más alto del mundo, dando vida a la XX edición de los Juegos Olímpicos invernales en la capital del Piamonte.

Las Olimpiadas no son una competición deportiva como las otras, son un acontecimiento único, que tienen su carácter ?sagrado? e interpretan lo mejor de los valores más profundos y auténticos del deporte. Hace 2.700 años que la antorcha olímpica es festejada y saludada con emoción en todo el mundo, donde le son debidos honores como símbolo universal. No obstante, hay quien que ha aprovechado este gran evento nacional para representar intereses particulares en un lenguaje puramente en contraposición y, en algún caso y en algún momento, también de sabotaje. Menos mal que las Olimpiadas, debido al constante y severo control de la policía, han terminado en orden y sin tumultos catastróficos.



Después de siete años de tanto hablar de Olimpiadas y de los trabajos de restauración y mejora que la ciudad necesitaba para ponerse linda y acoger a millares de turistas, huéspedes y atletas de los Juegos... Tras un periodo de obras por todos los lados, creando interminables molestias en el tráfico a los ciudadanos que han aguantado mecha estoicamente... Llegó la hora de divertirse y disfrutar desde el 10 hasta el 26 de febrero: 17 días de emociones, desilusiones, lágrimas, satisfacciones, y victorias merecidas.

La inauguración de los Juegos fue un show emocionante e imponente, majestuoso, irrepetible. El desfile en parada de los 2.500 atletas representantes de 85 comités olímpicos fue impecable. La más monumental y gigantesca fiesta que la ciudad jamás haya vivido con la honorable presencia de casas reales, jefes de estado, personas ilustres, un total de treinta y cinco mil espectadores bajo el control de un ejército de quince mil hombres, entre policías, carabineros, FBI, helicópteros con faros potentes que escrutaban desde los aires, y pilotos de los Eurofighters que estaban listos para despegar y atacar en cualquier momento que se presentara algún avión desconocido. Todo se desarrolló de manera fenomenal hasta el final, cuando fue encendido el brasero: un volcán de llamas que se encendían y se apagaban al compás de la música. Un espectáculo único, una verdadera prueba de eficiencia y dinamismo, que deleitó a todo los espectadores presentes y los dos millares de telespectadores de todo el mundo.

Muchos de los atletas llegaron algunos días antes para ir calentando en sus respectivas disciplinas. Según comenzaron las competiciones, algunos ya fueron eliminados, sea por errores, caídas, dificultad del terreno, mala suerte o inclusive el mal tiempo. Fue el caso de la granadina Maria José Rienda del equipo olímpico español, pendiente de ella los Príncipes de Asturias y sus numerosos forofos; le afectaron de forma decisiva sobretodo la decisión de abrir la primera manga sin tiempos de referencia, y con un trazado cortado en la parte alta por falta de visibilidad, que le hizo ser muy prudente, sin poder sacar su agresividad de otras veces. Tuvo que competir justo en el momento peor de ese día, cuando una racha fatal de niebla y nieve la envolvieron reduciéndole mucho la visibilidad. No pudo subir al podio con la americana Julia Mancuso.



La ciudad ha expresado al mundo una visión de felicidad y estupor en un vibrante coro de exaltada participación y pasión. Los diez mil comunicadores entre periodistas, reporteros, fotógrafos, equipos de televisión venidos de todo el mundo, como la NBC que se encontraba ya en Torino desde los días de Navidad para asistir a los preparativos y que ha invertido 613 millones de dólares para comprar la exclusiva de ?Torino 2006? y ya ha cobrado 900 millones con la publicidad de sus carísimos video clips; o la BBC, la CNN, France2, etc., han hecho de altavoz enviando noticias e imágenes de las bellezas de la ciudad subalpina, primera capital de Italia, que durante unos días ha pasado a ser el centro del universo. En los periódicos y la televisión se ha escuchado un coro de elogios. El Mundo deportivo definió el evento como brillante, de gran calidad y espectacular, subrayando que Torino ha superado la prueba de seguridad (cosa esencial en estos momentos). Por su parte, la prensa americana ha juzgado la ceremonia de espectacular y muy italiana. The Times la calificó de "¡Extraordinaria! Parece Río".

El día de la ceremonia de apertura surgió una pelea verbal entre los periódicos y las TV más potentes de EEUU por el logo de Torino 2006 sobre el que figura: Turin o Torino. Al final, Norman Chad del Washington Post y Dick Ebersol de la NBC admitieron que Torino es mucho más melodiosa que Turin, decidiendo llamar a la ciudad Torino, como en efecto, es su verdadero nombre, por haber hecho tanto y porque se lo merece. Y si tanto el Canal 24Horas como RTVE Internacional elogiaron la buena organización de las Olimpiadas, por el contrario, el corresponsal de El País, Juan-José Fernández, no hizo más que quejarse por los demasiados controles detectores de metal, y ha establecido que esta 20ª edición olímpica no pasará a la historia entre las mejores, sino como la primera en la que la policía entró en competición contra el dopaje. Bueno, pase su salida, pero el dopaje no es culpa de la policía, que no intervino porque le diera la gana, sino porque tuvo que cumplir con su obligación. Sobre el control de los detectores de metales, más vale pasar cien veces bajo ese control que arriesgar la vida en un estallido tipo Londres o Madrid.

Los títulos en palio han sido 84, despalmados sobre las 15 disciplinas; sólo 26 consiguieron subir al podio. Por lo demás, no queda más que esperar que los que no lo lograron en esta ocasión, tengan mejor suerte en las próximas competiciones, y que estén bien entrenados.

Alemania aunque sin el esquí alpino, ha encabezado el medallero olímpico, llevándose 29 medallas: 11 oro, 12 plata y 6 bronce. Le sigue EEUU: 9 - 9 -7; 3º) Austria: 9-7-7; 4º) Rusia: 8-6-8; 5º) Canadá: 7-10-7; 6º) Suecia: 7-2-5; 7º) Corea del Sur: 6-3-2; 8º) Suiza: 5-4-5; 9º) Italia: 5-0-6; 10º) Francia: 3-2-4; 11º) Holanda: 3-2-4; 12º) Estonia: 3-0-0; 13º) Noruega 2-8-9; 14º) China: 2-4-5; 15º) Rep. Checa:1-2-1; 16º) Croacia: 1-2-0; 17º) Australia: 1-0-1; 18º) Japón: 1-0-0; 19º) Finlandia: 0-6-3; 20º) Polonia: 0-1-1; 21º) Bielorrusia: 0-1-0; 21º) Bulgaria: 0-1-0; 21º) G. Bretaña: 0-1-0 ; 21º) Eslovaquia: 0-1-0; 25º) Ucrania: 0-0-2; 26º) Letonia: 0-0-1.


Gastrononomía piamontesa
Una de las costumbres entre los viajeros que visitan una localidad, es degustar los productos de la zona, y así se hizo esta masiva pero pacífica invasión de turistas, que preguntaban con insistencia donde podían comer platos típicos (es decir, platos de la cocina italiana). Muchos restaurantes tuvieron que modificar los menús añadiendo platos tradicionales tan demandados por los turistas, como los agnolotti, risotti, gnocchi, pasta hecha a mano, es decir, tagliolini (tajarin en piamontés), fritto misto, brasato, bollito misto, bagna cauda, etc. Desdeñando totalmente los platos exageradamente costosos de la cocina innovadora, creativa, o desestructurada (ver edición 92 de AFL: Basta ya con la falsa creatividad ¡Volvamos a los orígenes!). Inclusive pedían también las bebidas como el ?bicerin?, nada más que café, chocolate y crema de leche caliente. Es una vieja costumbre piamontesa tomarlo en el desayuno.

Sólo quedaba un Bar-café que preparaba esta bebida y tras las Olimpiadas se puede decir que todos los bares de Torino lo preparan. Ha sido una gran victoria de la cocina piamontesa, porque en estos últimos años resultaba difícil encontrar restaurantes que prepararan platos como los de antaño.

La Accademia Italiana della Cucina para la cena mensual de Febrero eligió uno de los pocos restaurantes que todavía quedan estrictamente piamonteses de pura cepa, el ?Ostu Bacu?, como es el dueño Carlo Montrucchio y todos los platos de su rico menú (el autor de estas líneas es académico de la misma). En la muy reducida lista de los restaurantes tradicionales merece citar Bastian Contrario, La Capannina, Cá mía, Gufo Bianco, Monferrato.

Emblemático ha sido el caso de Ana de Inglaterra que come sólo especialidades piamontesas, y que nadie se permita darle raciones minúsculas y con decoraciones, tipo cocina creativa o de fantasía, ella se enfurece enseguida. Su hermano Carlos no es para menos. Le encanta la cocina casera como el pollo con pimientos. Los Windsor son gente sencilla y cuando se sientan a la mesa quieren comidas simples, no demasiado elaboradas o peor todavía, demasiado manipuladas como son esos platos con decoraciones que sólo sirven para la vista o para ser fotografiadas. El protocolo británico tuvo problemas por los caprichos de la Princesa Ana, que para ella no son caprichos, sino que ella sabe comer bien y quiere comida buena y sana. Tras la primera cena en el hotel quiso ser invitada a locales típicos, hasta que fue por dos veces al mismo restaurante, el ?Mina?, donde se deleitó con un surtido de salami, tagliolini ai porcini, filetto al pepe verde, verdure alla griglia, krumiri con cioccolatini. El segundo día el menú elegido por ella misma fue casi el mismo pero con risotto ai funghi. Terminada su estancia de cuatro días en Torino se fue en busca de locales típicos por el Piamonte.

La ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos se concluyó con la fantasía y los colores del carnaval. La ceremonia reprodujo una fiesta llena de alegría para celebrar el éxito de los Juegos y las victorias de los atletas, con el sutil velo de tristeza de un evento que se concluye. En esta fiesta dominó un clima desenvuelto, el desfile de los atletas con sus banderas nacionales no fue en parada sino sueltos como una muchedumbre alegre que va de parranda. No faltaron los payasos y las máscaras, pero las famosas del carnaval de Viareggio, danzando en alegría sin un preciso orden. Después de los discursos de las autoridades, llegó el momento del cambio de guardia con la consigna del símbolo de los Juegos, al alcalde de Vancouver, Sam Sullivan, para la edición del 2010. Y con las notas del Nabucco desfilaron sosteniendo la gran bandera de las Olimpiadas los grandes campeones del pasado: Cipollini, Thoeni, Calligaris, Di Biasi, Simeoni, Vialli, Benvenuti, y Berruti.
La ceremonia de clausura ha abierto el futuro a la ciudad. Y Torino ya es historia.



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