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El Día Que Me Reconcilié con la Navidad


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Karina Pugh Briceño



Es inevitable... El sabor del ponche de auyama* siempre me recuerda la navidad de 1980 y a Margarita... Con sus ojos verdes coronados de largas pestañas negras...

Yo odiaba la navidad desde el día en que una amiguita, espabilada y sabihonda me dijo: ?Pero, Marcos... ¿Tú todavía crees en el niño Jesús?? Yo intrigado pensé... ?¿Cómo que TODAVÍA??... al mediodía me acerqué a mi papá y le dije ?Carla dice que el niño Jesús no existe... ¿Tú que opinas?? y todo el peso de la realidad cayó sobre mis hombros de 7 años al saber, de boca de mi padre que... ? El niño Jesús realmente no existe, tu mamá y yo te compramos los regalos... Pero no le vayas a decir nada a tu hermanita porque ella es muy pequeña?... Desde ese día fatal odié la navidad.

Hasta el 24 de Diciembre de 1980... Salí junto a mi familia a la casa de Marga y sus papás, a las 5 de la tarde... Al llegar percibí el aroma fantástico del pino decorado que estaba en la sala lleno de adornos y luces... Marga, Margarita, estaba en la cocina con su mamá... ?¡Marcos! Pasa adelante... entra a la cocina? Y cuando entré la vi... Era una niña hermosa, alta para sus 10 años, blanca, con el cabello oscurísimo y unos ojos verdes que me recordaban a mis metras** , Yo era un niñito flaco y largo de 11 años, cuyas aventuras más audaces transcurrían detrás de los libros de Julio Verne.



Ambas estaban haciendo ponche de auyama, una versión deliciosa y muy venezolana del ponche crema, esa bebida dulce y espesita hecha de leche, yemas de huevo, azúcar y ron... La mamá de Marga le había adicionado pulpa de auyama cocida, clavos dulces y pimienta guayabita... Los aromas me embriagaban... Bueno, para ser sincero, me embriagaba la presencia de Marga, que me miraba inclemente con sus ojos de gata...

Mientras la mamá batía las yemas, Marga separaba la pulpa cremosa de la auyama de su corteza, sus manos se movían con tanta seguridad que le pregunté... ?¿Tú sabes cocinar?? a lo que ella respondió... ?Claro, mi mami siempre me pide que la ayude, y me enseña... Ya yo se hacer arroz?

Yo estaba embobado viendo a Marga cocinar cuando me dijo... ?¿Sabes que un poeta escribió una poesía pensando en mí?? y yo, ?¿en serio? ¿Cuál?? y ella comenzó a recitar de memoria... ?Margarita... Está linda la mar, y el cielo trae esencia sutil de azahar, tu acento... Margarita... Te voy a contar un cuento...? Recitó todo el poema... Larguísimo... Hablaba de una niña que se había robado una estrella, en el poema habían elefantes, palacios, estrellas, plumas... Era una delicia oírla recitar su poema... ?El señor poeta que escribió esto se llama Rubén Darío? Yo lo archivé en mi memoria para comprar el libro y aprendérmelo y recitárselo a Marga en el oído... Si es que un día lograra atreverme...

El ponche estaba listo... Marga y yo salimos al patio a jugar... Y cada vez que ella me decía... ?Marcos... atrapa la pelota? yo sentía que mi corazón saltaba como una ranita y que valía la pena que fuera navidad, solo por estar en ese lugar y al lado de Marga...

Llegó la noche, antes de la cena, donde habían hallacas, pan de jamón, ensalada de gallina y un dulce de lechosa*** que era la especialidad de mi mamá, Marga y yo estábamos sentados en el suelo, muy cerca del pesebre, entusiasmados con la idea de poner el niño Jesús en su cunita a las 12 de la noche... La mamá de Marga nos dijo...

?Les voy a dar una copita de ponche de auyama... Pero solo una copita, esto tiene licor y ustedes son muy chiquitos? Yo, entusiasmadísimo por la idea de probar aquella delicia hecha por las manitas de Marga, me apresuré a dar un trago... Quedé en éxtasis, era como un postre, pero líquido... Era como un néctar... Simplemente indescriptible... Mi lengua estaba bajo un impacto al saborear aquella delicia... Cuando empezó a bajar por mi garganta, sentí un picante delicioso, un calor que me abrazaba... ?Es el ron? pensé...

Mis mejillas se llenaron de un rubor incontenible y me sentí con un valor extraño, la valentía no era precisamente una característica de mi personalidad en aquellos días (ni en estos tampoco)...

Vi a Marga, sonrojada también, con una sonrisa traviesa y sus ojos destellando... Reuní todo el valor que pude y le dije... ?Marga... ¿Tú sabes que eres bellísima?? a lo que ella respondió... ?Gracias...Feliz Navidad? y me plantó un beso cálido en los labios... Un beso con sabor a ponche de auyama... Un beso sanador que me hizo reconciliarme instantáneamente con la navidad... Hoy puedo decir que aquel fue el día mas feliz de mi infancia.

Hoy, mi amiga Marga vive en París, es cocinera de un restaurante y tiene una hermosa familia...

Yo, amo la navidad, tengo una esposa que es un regalo de la vida y tengo 2 hijos que saben que el Niño Jesús si existe... Y nos llena de regalos, el amor, la compañía, la salud, el buen humor, la seguridad de que somos amados, y no son regalos de navidad, son regalos de todos los días del año... Y saben desde siempre que... ?papá y mamá compran los regalos de navidad porque nos quieren mucho?.



*Auyama: Zapallo
**Metras: Canicas
***Lechosa: Papaya



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