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De Vacaciones en la Tierra de Guzmán el Bueno


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Matteo Gaffoglio
Comunicador y experto en gastronomía



Desde la linda ciudad marinera de Cádiz, la capital más antigua del occidente, un poquito más linda desde que le limpiaron la "Tacita de Plata", hasta Tarifa, donde en el embudo del estrecho de Gibraltar con la costa africana convergen todos los vientos, hay una larga costa con lugares amenos, llenos de antiquísima historia (los tartesos y fenicios la visitaron hace más de 3.000 años). Este litoral ofrece abundantes dunas, rocosos acantilados, salinas, puertos naturales deportivos y comerciales, playas arenosas inmensas, algunas recoletas y casi vírgenes, llenas de arenas blancas y tanta luz, otras dotadas de todo tipo de infrastructuras. Su clima es singular y templado: alrededor de 18º de temperatura media anual, y una gran iluminosidad (3.200 horas al año).

La costa, más conocida turísticamente como la Costa de la Luz, en plena expansión turística durante estos últimos años, parece dispuesta a desafiar a las más bien notorias costas mediterráneas. La Costa de la Luz tuvo su gran esplendor con las almadrabas de Guzmán El Bueno. Ya en tiempo de los romanos, esta costa era famosa por generar una importante actividad referida al comercio de pescado y vino. Las ruinas de Baelo o Bolonia (a 10 km. de Tarifa) son testigos directos (por ser un museo a cielo abierto rico de hallazgos como el acueducto, las murallas, el teatro, la necrópolis...) de que allí los romanos hicieron mucho comercio con el asunto de la pesca, sobre todo de atún, con la abundancia de peces que caracterizaba esa parte del Atlántico. Son bien visibles todavía, entre las ruinas, los originales saladeros que ellos construyeron.

En el año 1294, el rey Sancho el Bravo, concedió a Alonso Pérez de Guzmán el privilegio de armar almadrabas y pescar atunes. Desde entonces, Guzmán, apodado "el Bueno", por sus gloriosas empresas de expansión, fue el señor de casi todas las villas de la costa atlántica desde Tarifa, ciudad eminentemente pesquera, aunque con claro predominio de los deportistas de wind surf y de pesca submarina, subiendo hasta la desembocadura del Guadiana hasta la frontera con Portugal, o sea, toda la Costa de la Luz. Tenía la exclusiva, por no decir el monopolio, de armar y explotar todas las almadrabas de esta costa. Quedan todavía diseminadas por la costa algunas torres de defensa a las almadrabas que llevan su nombre, como la de Tarifa, Conil, etc. La palabra almadraba en árabe significa "lugar de donde se golpea" puesto que era en la arena de la playa donde los atunes, golpeándose con la cola y la cabeza y también golpeados por los jabegueros y enganchados con los cloques, terminaban con su vida.

En contraste con la lujuria del sol y la bravura de las aguas del Atlántico, en contrapunto a la costa marítima, tenemos la fabulosa y amena Comarca de la Janda, donde hay muchos pinares, grandes masas forestales que se extienden desde el interior hasta la misma orilla para dar al visitante sombra y descanso. La Janda, hacia el interior, tiene una gran riqueza paisajística: la rica y fértil campiña y las bajas y sinuosas mesetas que junto a las húmedas y llanas tierras de la vega fluvial y el embalse del río Barbate, contrastan con las lomas ondulantes y las altas sierras del Parque Natural de los Alcornocales y la Serranía Gaditana. Tiene un clima atlántico-mediterráneo marítimo, y un régimen térmico de tipo subtropical cálido. Son paisajes serenos con una flora y fauna muy ricas, reservas naturales en las que se desparraman pintorescos y monumentales pueblos blancos con la más pura fisionomia árabe-andaluza.



La Comarca de la Janda está conformada por ocho bellísimos y acogedores pueblos blancos, que brindan a sus visitantes un sin fin de atractivos turísticos y de ocio enmarcados en un entorno natural único e incomparable.

Alcalá de los Gazules ha sido declarado en 1984 "Conjunto Histórico - Artístico", posee los rasgos de identidad más peculiares de las tierras del sur. Muy adecuadamente definida por García Lorca, que ya en 1924 escribía:"Yo que soy andaluz y requeteandaluz, suspiro por Málaga, por Córdoba, por Sanlúcar la Mayor, por Algeciras, por Cádiz auténtico y entonado, por Alcalá de los Gazules, por lo que es íntimamente andaluz?".

Benalup Casas Viejas, está asentada en la Loma de las Grullas, cerca de la Laguna de la Janda en una de las zonas lacustres más importante de Europa. Es una de las puertas de entrada al Parque de los Alcornocales y puente entre la Serranía Gaditana y las Marismas de Barbate. Merece la pena visitar el Peñón del Tajo de las Figuras, un distendido paseo entre el matorral, subiendo para admirar los pictogramas prehistóricos y las tumbas antropomorfas excavadas en las rocas.

Medina Sidonia surge a más de 300 m. en el Cerro del Castillo, orientada hacia la bahía gaditana, llamado también el "Balcón de la Provincia", entre la Campiña Gaditana y el Parque Alcornocales. Declarada Conjunto Histórico-Artístico, recibió el Premio al Embellecimiento de los Pueblos Andaluces. Su fundación se atribuye a los fenicios de Sidón, de donde tomaría el nombre. Fue colonia romana y capital de provincia en época visigoda. Fue Cora musulmana y posterior sede de órdenes militares en tiempo de la Reconquista hasta pasar a formar parte del Señorío de los Duques de Medina Sidonia en 1440. Además de la fama de su antiguo origen, y considerado como uno de los pueblos más bellos de España, Medina Sidonia fue también la capital repostera del mundo árabe. Queda todavía como fiel testigo el dulce inimitable que es el Alfajor, cuyo productor artesano y maestro es Fermín Mesa Rodríguez, mundialmente notorio, de la Pastelería Sobrina de las Trejas (ver artículo "Los Alfajores de Medina Sidonia" en edición 43).

Paterna de la Rivera está situada en una encrucijada de caminos en el centro neurálgico de la Provincia Gaditana. Debe su fama a las aguas medicinales que se remontan nada menos que al Neolítico. En el corazón de la Ruta del Toro, Paterna basa su economía en el cultivo de sus tierras y del ganado. Memorable es su Campeonato Anual Nacional de Doma Vaquera, en el que puede apreciarse la hermosura de sus caballos de raza hispano-árabe.

San José del Valle está situado entre la campiña y la sierra, punto de intersección entre la Ruta de los Pueblos Blancos y la Ruta del Toro. Conserva un patrimonio ambiental y etnográfico envidiable, con especies como el águila imperial o el búho real, ciervos, corzos, gatos monteses, etc. Muy lógico que en su gastronomía destaquen platos de caza mayor y menor.

Vejer de la Frontera fue galardonada con el 1º Premio Nacional de Embellecimiento siendo también Conjunto Histórico-Artístico y zona de gran afluencia turística. Situada sobre una colina de 190 m., su singular posición fue enclave de numerosas civilizaciones. A 9 km de la ciudad encontramos la playa de El Palmar con más de 7 km de blancas y finas arenas.

Barbate está situado en el entorno que los griegos denominaron "Las Columnas de Hércules", desde Zahara de los Atunes hasta el Faro de Trafalgar, su término de casi 142 km2, aparece como enclave natural privilegiado con un sector productivo basado en la milenaria pesca de almadraba. Felipe II ordenó que se levantaran las torres almeneras que vigilaban las costas del Tago, de Meca y de Trafalgar, que rememora la batalla histórica librada en estas aguas contra la escuadra inglesa.

Conil de la Frontera, calificado Conjunto Histórico-Artístico por su arquitectura viva que refleja la vida pesquera, comercial, artesanal y religiosa es, de los ocho pueblos de la Janda, el que se está desarrollando y engrandeciendo de manera casi desmesurada, crecen las urbanizaciones, los hoteles (muy reciente el del Fuerte, con 250 habitaciones), las casas individuales, los hipermercados, el comercio y todo lo que el desarrollo se lleva por delante. En Conil ya terminaron los tiempos de los pícaros o, según unos cuentos entre verdad y broma, de esos pescadores mayorcitos que, por las mañanas, entre los bañistas que se tuestan al sol, deambulan en pequeños grupos por la inmensa playa, una costumbre bastante avispada y derivada de otra más antigua: la de pasear de noche por la playa un gran farol sobre un burro cojo que simulaba el movimiento de un barco en la mar, de manera que los que navegaban por el estrecho se acercaban a la costa y encallaban en las rocas, en las lajas o en los bancos de arenas, para después apoderarse o comprar a la rebaja el cargamento?



Hoy en día la almadrama conileña que, ya antes de Guzmán el Bueno, fue previamente explotada por los árabes, los griegos, los romanos, los fenicios, ect. (esto quiere decir que la zona ya estaba colonizada unos 1200 años a.C.), está casi embargada por los japoneses (dispuestos a pagar los atunes el triple de su precio real?) cuyos barcos se llevan lo mejor del pescado para comercializarlo e industrializarlo en su país.
La vida de Conil es bastante "movida" debido a los veraneantes que crecen cada año, al igual que los residentes que, de los pocos millares que constituían la población, en pocos años han alcanzado y superado los 17.000 habitantes. Su término se extiende en el interior formando un llano costero con cerros y lomas. El litoral, que sigue exento de construcciones (¡y de esto hay que alegrarse mucho!), se presenta con 14 kms de playa ancha con finísima arena blanca, una parte extensa y abierta como la de Castilnovo, Puerco, Roqueo y Bateles, la otra más recogida con calas entre rocas y acantilados como Puntalejo y Fuente del Gallo.



Precisamente en la Fuente del Gallo, una tranquila zona residencial a 3 km del centro de Conil, se encuentra el fascinante hotel Flamenco, de típica construcción andaluza ubicado en la parte costera alta. Se presenta como una atalaya en un imaginario finis-terrae. Rodeado por un gran jardín (12.000 m2) y piscinas, donde los huespédes descansan en las tumbonas bajo los toldos, o "emparrillándose" al sol, o haciendo saludables y largos paseos por la playa previo asesoramiento acerca de los caprichos de las mareas. Un fenómeno típico de esta costa son sus espectaculares mareas: con la bajamar el agua baja de 4 - 5 metros de nivel, y con la pleamar sube hasta tal punto que muchas veces no queda más que pasear ? vadeando.
Otro fenómeno de la costa son los vientos. Al contrario que el de Poniente que es bastante frío y húmedo (el sol quema y la sombra hiela), el Levante, que "anda siempre muy deprisa", tiene un aire caliente y seco, cuando sopla envuelve a la gente y casi le seca la médula. A pesar de todo, ese viento cálido sienta bien a mucha gente, que por lo visto, sigue queriendo volver a Conil.

El Flamenco, dirigido por D.Thierry Barman, originario de Bélgica, pertenece a la Compañía de los "Partners Hotels", cuyo director es Aldo Ovejero Carranza, el establecimiento conileño tiene 120 habitaciones y 6 villas con terraza. Es un tres estrellas, pero junto a su maravillosa situación, su reputada gastronomía, el excelente servicio y la confortabilidad que ofrece, también para los apasionados del deporte, lo convierten no sólo en un clásico de la hostelería de costa, sino que podría ser comparado con un hotel de nivel superior (por no decir un cinco estrellas).



La extensa carta del Flamenco, cuidadosamente elaborada por el jefe Joaquín Mancebo y su brigada ofrece a los huéspedes una variedad de platos refinados, desde los clásicos a los típicos del lugar. El cercano puerto pesquero cada día abastece al hotel de pescado fresco, como urtas, doradas, lenguados, pargos, róbalos, salmonetes. Sin faltar, por supuesto, la notoria pescadilla necesaria para la fritura gaditana: acedias, boquerones, pijotas y puntillitas, y los preciados mariscos: gambas, cigalas, cañaillas, bocas, los celebres langostinos de Sanlúcar con langostas y bogavantes, como el "bogavante bellavista" visible en la foto, presentado por la jefa de rango Antonia. El Restaurante a la carta el "Porche" con vistas al mar, y el gran comedor interior, están dirigido por los maîtres Rafael Medialdea Gómez y Martín Cano quienes, además de atender y asegurar un servicio rápido con su brigada de camareros, son maestros (únicos en la costa) preparando en la mesa platos de la cocina clásica "flambée".
Un hotel fabuloso para el buen vivir, al que uno nunca se cansa de volver, como el que escribe estas notas que, contando ésta, ha vuelto por vigésima vez? ¡Repetita juvant!



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