La vida de Paula Pilar Atance Bueno bien podría calificarse de epopeya por sus hazañas y grandiosos logros en los ámbitos culinario y gastronómico, a pesar de que en tales no haya intervenido lo sobrenatural o maravilloso
al estilo de los grandes héroes de la épica clásica. Representante de la quinta generación de una saga familiar hostelera, nació en Maranchón, provincia de Guadalajara, para ir a parar, en su mocedad, a Madrid capital y luego, por vía matrimonial, a Morata de Tajuña, en la madrileña Comarca de las Vegas.
Su marido era agricultor a tiempo competo, pero ella estaba firmemente decidida a no renunciar a su vocación guisandera, de forma y manera que, a mediados de los años sesenta del pasado siglo, empezó a cocinar para los huertanos de la zona y en la carretera de Valdelaguna, con el solo bagaje de una sartén, una pequeña ollita y una cocinilla de camping gas. Alrededor de aquel diminuto lar fue creciendo lo que hoy es un gran complejo turístico que incluye el Mesón El Cid, con capacidad para trescientos comensales, grandes terrazas, rumorosos jardines y un coqueto museo etnográfico.
Elemento destacado de la Cofradía del Ciento, Pilar ha recibido innumerables galardones, entre los que destacan el Premio Nacional de Gastronomía Plato de Oro en dos ocasiones; la investidura como Dama de la Orden del Camino de Santiago; la entronización en la Encomienda de la Orden de Saint Ettien; la concesión de la Medalla de Plata de la Asociación de Cocineros y Reposteros de la Comunidad de Madrid, ACYRE; o la distinción como artífice de la Tapa más Regional dentro del campeonato Nacional de Pinchos y Tapas, en su edición de 2005, con una receta, la Olla gitana, que ella ha elevado a la categoría de mito del arte culinario.
Ahora, y tras más de medio siglo en esta brecha coquinaria, Pilar está a punto de cerrar otra etapa de su peripecia epopéyica al dar por concluida la restauración de un castillo de fuertes resonancias cidianas en Castilnuevo, pedanía de la villa arriacense de Molina de Aragón.
La fortificación, a la que Pilar ha dedicado veinte años de titánicos esfuerzos y cuantiosísimos recursos, ya aparece mencionada en antiguas crónicas aragonesas, y muy probablemente fue el espacio en el que el alcaide de Molina, Bengalvón o Abelgalvón, súbdito del rey moro de Zaragoza, acogió en varias ocasiones a su buen amigo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Además, son muchos los especialistas cervantinos que sitúan allí la ínsula de Barataria que el señor Don Quijote otorgó a su escudero Sancho Panza, para hacer realidad su mayor sueño y suprema ambición.
Ahora, salvado el monumento histórico del pavoroso deterioro en el que se hallaba y magníficamente rehabilitado para usos hosteleros de gran calado, Pilar sigue al pie del fogón en el Mesón El Cid, de Morata de Tajuña, repartiendo instrucciones o guisando con sus manos reconfortante sopa castellana, trashumantes migas de pastor, pizpiretos caracoles, espléndidos productos de la huerta aledaña, potentes asados de cordero y cochinillo, inefable conejo al ajillo, y, por encima de todo, esa olla gitana cuya fama ha traspasado fronteras.
Merece y mucho la pena pasarse por allí y conocer a Paula Pilar Atance Bueno, que es como una matrioshka, mamushka o bábushka rusa, símbolo de epopeya vital que en su interior aloja indecibles gestas, convertidas para su inmensa parroquia en gratísimas memorias del paladar.
Pedro Manuel Collado CruzLa cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente 1 receta publicada |