La última persona que vio con vida a Marilyn Monroe fue su psiquiatra, el doctor Ralph Greenson. El encuentro no debió ser muy cordial porque la diva tenía una costilla rota, probablemente a consecuencia, se sospecha, de la impericia del doctor a la hora de administrarle una inyección letal por orden del actor Peter Lawford, mamporrero y recadero del senador Robert Kennedy, presunto autor intelectual de un crimen que luego se disfrazó chapuceramente de suicidio por ingestión de barbitúricos, a pesar de que en la autopsia no se encontró en su estómago el menor resto de tales sustancias. La penúltima probablemente fue Jean Leon, propietario del restaurante La Scala, de Beberly Hills, que había acudido a la casa de Marilyn en Bretonwood para llevarle personalmente el plato de fetuccinique la actriz había pedido por teléfono.
Claro que Jean Leon no debiera contar en el relato como una persona, sino figurar por duplicado, porque detrás, a su lado o en su interior siempre estuvo Ceferino Carrión Madrazo, un santanderino nacido en 1928 que se vio forzado a abandonar la capital cántabra, tras quedar su casa arrasada durante el pavoroso incendio de la ciudad en 1941.
Inmerso en un desolador paisaje de 10.000 damnificados más otros 7.000 en paro forzoso, Ceferino marchó a Barcelona, donde empezó a trabajar como planchista en la fábrica Pegaso. Seis años después, en 1947, se trasladó a Francia andando y tras trabajar ocasionalmente de camarero en varios locales, consiguió llegar al puerto de El Havre y colarse como polizón en un mercante con destino en Nueva York. Al poco de recalar allí le robaron su documentación, circunstancia que aprovechó para renovar su identidad por la de Justo Ramón León. En la Gran Manzana trabajó de recogeplatos en el Rockefeller Centre, aprendió inglés mal que bien y en 1950 ya estaba trabajando de camarero en el restaurante Villa Capri de Hollywood, propiedad de Fran Sinatra y Joe di Magio. Renueva su filiación y se adjudica el nombre de Jean Leon que le acompañará el resto de sus días.
Trabajando en Villa Caprise produce un grave incidente en el que sus patrones están directamente implicados. Con absoluta sangre fría, Leon declara en falso a la policía y proporciona una coartada a Sinatra, que le salvará de un proceso judicial. Agradecido, el actor y cantante empieza a tratar de manera especialísima a su camarero favorito, con el que además le une un odio y desprecio compartido hacia el general Franco.
Entre
ambos se van atando lazos de solidaridad y simpatía. Además, cuando
las juergas de Frank acaban, Leon se encarga de hacer de chofer para
las damas que se han de retirar discretamente: Grace Kelly, Lauren
Bacall, Lana Turner, Rhonda Fleming, Debbie Reynolds o Juliette
Prowse. También se ocupa, cuando llega el caso, de llevar al
apartamento de su patrón a otras damas anónimas, aunque igualmente
noctámbulas. La amistad entre ambos se afianza y con ella van
llegando las oportunidades. Una noche James Dean le propone la idea
de montar juntos un negocio de restauración y el proyecto se hace
realidad en el restaurante La Scala,
en Beberly
Hills. Al poco, Dean muere trágicamente y Jean Leon se queda como
único propietario de un negocio que pronto se convierte en la meca
manducaria de las luminarias de Hollywood. Cada noche, su mesas se
llenan con Sinatra y sus amigos del Rat
Pack, Shirley MacLaine, Rock Hudsosn,
Paul Newman, Orson Welles, Jane Fonda, Truman Capote o Elizabeth
Taylor, que se convierte en una fanática de sus fetuccini,
al punto de que se los hace enviar por avión a cualquier parte del
mundo donde esté rodando.
En
1961 se le encarga el catering del banquete de la toma de posesión
presidencial de John F. Kennedy y dos años después Jean/Ceferino
tiene la visionaria idea de trasladarse a Cataluña para comprar
ciento cincuenta hectáreas de un viñedo en Torrelavit, en el Alto
Penedés, que replanta con varietales Cabernet Sauvignon, Merlot y
Chardonnay. Las primeras botellas, cosecha de 1969, salen el mercado
en 1973 y 1981 es el vino que se sirve en la toma de posesión
presidencial de Ronald Reagan. Remata faena el actor Michael Caine
cuando en la BBC le preguntan si es aficionado a la bebida y responde
que solo bebe vino de la marca Jean
Leon.
El hombre que salió de Santander en 1941, sin oficio ni beneficio, con una mano detrás y otra delante, se ha convertido en una figura mundialmente conocida que dejará para siempre su impronta indeleble como gran restaurador y bodeguero. Su vida concluye en 1996 y veinte años después el realizador Agustí Vila hace una película documental, “3055 Jean Leon”, en la que Paul Newman, Robert Wagner, Angie Dickinson o Dennis Hopper, entre otros, desentrañan parte de la madeja de una vida de leyenda.
Así se escribe la historia… a veces. Pocas veces.
Pedro Manuel Collado CruzLa cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente 1 receta publicada |