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El Brunch



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Pablote



Hoy toca escribir sobre algo de lo que no tengo ni idea. Quizá alguien se extrañe acerca de esta extraña costumbre de escribir sobre lo que se desconoce, pero haber tenido como objetivo escribir este artículo sobre este tema (véase, el brunch) me ha llevado a documentarme y adentrarme en un mundo interesante, como el de cualquier costumbre gastronómica. Así que hoy toca leer sobre el brunch, tan de moda, tan neoyorquino, tan acrónimo de las voces inglesas breakfast y lunch, tan onomatopéyico, tan dominguero, tan suculento...

La hora propicia para servir o tomar un brunch se encuentra entre las 11 (nunca muy pronto por la mañana) y las 15h (sin pasarnos tampoco de rosca y adentrarnos demasiado en la tarde). El objetivo fundamental del brunch es reconciliarse con la vida tras la agotadora fiebre del sábado noche, y qué mejor forma de hacerlo, de reponer fuerzas y recuperar el tono perdido, que homenajearse con este tipo de comida, dispuesta en forma de buffet.

Para los fans de las fechas y de la historia, apuntar que el brunch fue introducido en Nueva York por los británicos en 1896. Ya por entonces se reivindicaba como una comilona absolutamente imprescindible para estar a la última. Palabras textuales del semanario británico Punch por aquel entonces: ?to be fashionable nowadays, we must brunch?. Sentencia que podría aparecer hoy en día en cualquier periódico. Tomando de nuevo cierta perspectiva, es curioso saber que el brunch neoyorquino clásico, el más genuino, se compone de huevos a la benedictina (escalfados y cubiertos de salsa holandesa) junto con panceta, tocino o salchichas y un Bloody Mary para lubricar la garganta. Hoy en día lo normal, según la categoría del brunch, es encontrarse una amplia variedad de productos dulces y salados, tales como tortitas, cookies, muffins, repostería y bollería de todo tipo, fruta, embutidos, queso, ensaladas, quiches, panes, mermeladas e incluso carne o pescado. A pesar de los nostálgicos, al brunch le va mucho mejor una o dos botellas de agua mineral o zumos naturales recién exprimidos, que el susodicho Bloody Mary o cualquier otro tipo de bebida alcohólica. El café y el té también suelen ser bienvenidos.

Entiendo que muchos penséis que el brunch ya lo habíais inventando, y que lo de despertarse un domingo con resaca, apetito y con ganas de conceder al estómago todos sus caprichos, no es nada nuevo. Y estáis en lo cierto. Pero debéis saber que el brunch ha traspasado con creces el ámbito casero y se ha reinventado. Hay dos tipos básicos del mismo:



El que ofrecen restaurantes y hoteles, y que cada vez más son tenidos en cuenta por la clientela a la hora de calificar el lugar, y por otro lado los brunch de trabajo, que se intercalan en duras jornadas y sirven para que descanse el personal. En este caso no es necesario que sea en domingo, sino más bien todo lo contrario.

Yo tengo un montón de ganas de vivir mi primer brunch y reconozco que si no lo he hecho hasta ahora no es por falta de sitios, pues en Madrid hay varios que gozan de muy buena fama. A distintos niveles se me ocurren de primeras el de Ramses, Le Petit Bistrot, Café Oliver, Nina o Toma. Hay muchos más y gran parte de ellos esconden sorpresas: brunchs temáticos, brunchs vegetarianos, brunchs musicales... Espero poder escribir en mi blog pronto acerca de alguno de ellos. Ahora que no solamente conozco los mejores sitios, sino que también me he informado a fondo de qué va el tema (¡y me encanta!), ha llegado la hora de brunchear... ¿Y tú, bruncheas?

Pablote
dGusto.es



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