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Del Horno Bereber Al Vicks Vaporub Esnifado: Aventuras de un Cocinero en el Sáhara



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Jose Maria Rodriguez Ares
Gastrósofo Bohemio. Cocinero y Asesor. www.Culinariaatlántica.com

CÁDIZDIRECTO/José Mª Peinado.- Un mapa, una mochila y la ilusión de una nueva aventura. No se necesita nada más para emprender un viaje por las profundidades del Desierto del Sáhara en busca de la esencia de la gastronomía. Así se puso en marcha a finales de diciembre el gaditano José María Rodríguez, un cocinero que ha trabajado en algunos de los fogones más lujosos del mundo, pero que siente cómo su corazón se acelera cuando llega la hora de ponerse las botas y salir en busca de un nuevo episodio en algunos de los rincones más desconocidos del planeta.

Tras vivir una intensa experiencia en Sudamérica, Rodríguez sentía la inquietud de viajar a África para conocer de primera mano el mundo bereber y su gastronomía. “Me llamaba mucho la atención por el respeto al producto, la naturaleza y lo diferente que es su cocina“, cuenta el cocinero. Así pues, se lanzó a la aventura con apenas un par de mudas, algo de ropa de abrigo y lo mínimo para mantener la higiene personal.

La primera parada era Marrakech, hasta donde llegó tras un viaje de once horas en tren desde Tánger. La aventura no había hecho más que comenzar. En la ciudad marroquí se subió a una camioneta junto a grupo de chinos, que iban también en busca del desierto, desde donde pretendían observar las estrellas. Para llegar hasta allí, el gaditano pasó por dos de las ciudades más peligrosas de Marruecos: Erfoud y Merzouga. “Me encontré ciudades en ruinas en las que se podía sentir el peligro en cada esquina“.

Ya al borde del desierto, José María tuvo que buscar contactos que le guiaran entre las dunas de arena. Tras un viaje de más de tres horas a bordo de un dromedario, el cocinero se plantó en una jaima bereber. “Me presenté y les dije que venía a cocinar con ellos, con la única pretensión de aprender sobre su cultura y me acogieron con los brazos abiertos”. Así, el cocinero pasó hasta veinte días en medio del desierto.

Su día a día con la tribu comenzaba a las cinco de la mañana. “A esa hora ya me estaba esperando un bereber para que fuéramos a comprar al pueblo más cercano. Allí todo eran viajes largos en dromedario”. En lo referente a la cocina, quedó impresionado por los “crepes hojaldrados” que comían para desayunar y por el mechui -cordero asado típico del Magreb-. En medio del desierto, los bereberes asan el cordero en un horno excavado en la tierra, donde introducen un carro con tres niveles: en el inferior la carne, en el central los tubérculos y las legumbres y en el más superficial cocinan el pan. Las noches en el desierto estaban reservadas para el té y el cante y los rituales con timbales y hogueras; noches en las que, en contra de lo que se pudiera pensar, el chef pasó “mucho frío, no me lo esperaba pero las temperaturas bajan muchísimo”.

En cuanto a la sociedad bereber, el gaditano destaca su amabilidad y capacidad para hablar idiomas. Además, asegura que, a diferencia de otras sociedades africanas, entre los bereberes -al menos en las tribus que el cocinero pudo conocer- no existen discriminaciones sexuales.

Tras casi un mes de aventuras, tocaba emprender el viaje de regreso. José María volvió a Erfoud y desde allí viajó a Mequinez, ya al norte de Marruecos. Allí conoció una curiosa fórmula para curar el resfriado. “Me llevaron a una especie de herbolario y me dieron una bolsita que tenía pinta de cocaína: era tabaco molido con pimientas y funcionó, sentí un efecto similar al del Vicks VapoRub“.

Ya recuperado, puso rumbo a Fez, la tercera ciudad más importante de Marruecos tras Casablanca y Rabat. Allí pasó el fin de año. “Estaba solo, triste y cansado por tantos días de viaje. Conseguí dormir caliente después de muchas noches, pero fue el peor momento del viaje“, confiesa.

Tras pasar por Chauen, donde una mujer musulmana salvó al gaditano del acoso de un extraño hombre e incluso le dejó su cama para pasar la última noche, el cocinero puso rumbo a Tánger para, finalmente, volver a Cádiz.

Ahora, José María ya prepara nuevos viajes. “Necesito estas aventuras, el riesgo y la adrenalina de no saber qué va a pasar; son retos que me pongo y que hago sólo por amor a la gastronomía y la cultura“.



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