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4ª Subasta de la Trufa Blanca Del Piamonte



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Matteo Gaffoglio
Comunicador y experto en gastronomía

La trufa campeona

En las dos horas de transmisión vía satélite, desde las siete a las nueve de la tarde del domingo 10 de noviembre, mientras los ciudadanos de Los Ángeles desayunaban, los de Nueva York almorzaban, y los de Alba-Piamonte cenaban, treinta perfumadísimas ?pepitas? selectas de distintos tamaños de la más famosa Trufa blanca de Alba, única en el mundo, alcanzaban a golpes de cien, doscientos, y más dólares la puesta, inimaginables precios de vértigo. Una prueba más que este excepcional producto de la naturaleza, no tan sólo es complemento imprescindible para comidas refinadas, sino aporta también su gran valor para fines humanitarios. Como el provecho de esta edición, que iba a ser destinado a los damnificados por el recién terremoto del sur Italia, más en concreto, a ese pueblo de San Giuliano di Puglie, donde se derrumbó por entero la escuela, llevándose con ella, bajo los escombros, una clase entera con 26 alumnos y tres profesores... ¡murieron todas las niñas y los niños que nacieron en 1996!

Piero Selvaggio, desde California

La novedad de esta cuarta edición era que la subasta internacional ha sido subdividida en tres lugares, los tres comunicandos y con transmisión simultánea, pero subastando por turnos: desde la localidad de Grinzane (Alba), en el histórico Castillo del Conte Cavour, sede central de la subasta italiana; desde el Restaurante ?San Domenico? de Tony May de Nueva York; y desde el Restaurante de las estrellas hollywoodianas ?Valentino? de Piero Selvaggio de Santa Mónica, California. Cada una de las tres sedes fue dotada de un lote de diez hermosos ejemplares de trufas de ?autor?, de manera que los espectadores y subastadores presentes pudieran verlas, tocarlas (aunque sea preferible no tocarlas demasiado), y sobre todo, olerlas para poder determinar un juicio y seguir en las pujas. En las precedentes ediciones, como fue el caso de Japón, sucedió que la gente veía las trufas en la gran pantalla pero podían olerlas (aparte los que no sabían nada de trufas), por lo que no se lanzaban a subir las apuestas, con el resultado que la subasta no tuvo gran éxito.

Poner en marcha una subasta de esta envergadura no ha sido tarea fácil para los expertos técnicos de TV. Sólo la magia (...¿?) del satélite pudo permitir ese evento: recoger en un gran ?abrazo? la costa del Pacífico, la costa Atlántica y Europa. El comienzo no fue sin dificultades: desde el extremo de la conexión (Los Angeles), durante unos momentos, la señal de imagen llegaba, pero faltaba la de audio. Tuvieron que mantener el contacto con los portátiles. El principio del evento tuvo otro detalle que preocupó mucho a los organizadores: las trufas destinadas a Nueva York fueron expedidas, por error, con las de Los Angeles. Así que el día anterior, una joven empleada con un maletín (del tipo diplomático, para entendernos) con diez ?diamantes perfumados?, acompañada por un guardia (confirmando el dicho de Brillant Savarin de que las trufas son los diamantes de la cocina), fue enviada con el último vuelo hasta el otro lado del Atlántico, llegando justo a tiempo para abastecer la subasta que estaba a punto de empezar.

Gunther IV

A las siete en punto, hora exacta en que empezaba la conexión con el satélite, todo estaba preparado. Incluido los acomodados espectadores, comensales distribuidos por las mesas comiendo y brindando con Champagne, con los ojos puestos en el subastador y en la gran pantalla de TV. Un rápido control en las salas, resultaba que desde Grinzane todavía faltaba alguien. ¿Pero cómo podía faltar Gunther IV, el célebre perro heredero de una riquísima dama aristocrática alemana? Don Gunther..., entró en la sala en el último minuto (como una primadonna), rabeando contento por estar siendo su aparición festejada con aplausos de todos los presentes, y agazapándose en primera fila frente al sillón del dueño que lo acompañaba, ¡perdonen el error!, este perro no tiene dueños, más bien al contrario, dueño es él mismo en cuanto que el capital (la ?pasta?) está a su nombre..., el que lo acompaña es sólo su tutor. Para la crónica, el tutor es Maurizio Vial (que acude también para firmar cheques...), pero en privado resulta ser el presidente del equipo de fútbol de Pisa, la ciudad de la torre inclinada.

En un vertiginoso vaivén de apuestas, como los rebotes de bolas de pimpón, entre la mansión y las dos metrópolis americanas, porque cada espectador podía pujar, según el turno convenido de subasta, la trufa que le apetecía más de cada sede: Los Ángeles, Nueva York y Grinzane, y así andando treinta veces, al total de trufas. Arrancó por fin la subasta, aunque quedaba resolver otro problema más que no había sido previsto: el retraso del audio de unos pocos segundos entre las dos distancias máximas, es decir, cuando desde una parte ya habían adjudicado con el golpe de martillo, por la otra parte todavia seguían pujando por su cuenta. Hubo momentos desesperados para sobrevivir a conexiones imposibles. La subasta corría el riesgo de desfallecer por entero, un delirio del enésimo equívoco (decían desde Grinzane), casi imposible de resolver. Tuvieron que pararla más de una vez para aclarar las pujas. Los del San Domenico, encabezados por el patrón Tony May con el subastador Robin Lech e Ivana Trump, se mosquearon, y llegaron a la protesta oficial.

Paola Lazarov

Mientras las estrellas del Valentino, con el patrón Piero Selvaggio, Paola Lazarov y su marido Wolfgang Puck del restaurante ?Spago Chain?, no se daban cuenta y seguían impertérritos en el ímpetu de acaparar con pujas siempre más altas las mejores piezas, inclusive la más gorda, el campeón.

No hay duda que en esta edición los de la ciudad de los ?ángeles y de las estrellas? hicieron su agosto, llevándose casi todo lo mejor de la subasta de las tres localidades. A medida que la subasta arrancaba, las primeras trufas de alrededor de 100-120 g con base de quinientos doláres llegaban a ser adjudicadas entre los 2-2.500$. Y subiendo más, 2-300 g a 4-5.000$ y así andando fluctuante, 4-500 g a 8-9.000$, 6-700 g a 10-12.000$, ect. Hasta que llegó el numero 27. Entonces, se excitaron todos al ver una trufa imponente, maciza, de 1.007 g (milsiete gramos), presentada como si fuera un meteorito en toda su majestuosidad. Se descubrieron apareciendo desde el silencio los que estaban a la sombra en espera del gordo, y la lucha se hizo feroz. Las puestas de inmediato llegaron a cuotas de 20.000$.

El tutor de Gunther IV pujando

Desde la Gran Manzana y Grinzane se enfrentaron Ivana Trump y el perro Gunther, el cual resistió hasta a los 27.500 $, pero en ese momento tuvo que abandonar y quedarse con una trufa de 255 g por 3.900$ que ya se habia adjudicado entre las primeras.

Llegado a los treinta mil dólares la batalla se desplazó a la costa del Pacífico (y allí se quedó con el campeón). Algunos cocineros de Nueva York como Tony May, tuvieron que renunciar. Piero Selvaggio para poder continuar sobre esa suma que él mismo ofrecía, propuso una colecta con sus colegas de los mejores restaurantes hollywoodianos de cien dólares cada uno (pero no tuvo éxito, era una broma). Desde la sombra, como decíamos, salió el célebre Wolfgang Puck, veterano de Grinzane, donde se llevó los gordos de las subastas 2000 y 2001, se apoderó de las pujas pero él también tuvo que sucumbir.

Ariel Pick

Pero a quién? A una mozuela de 17 años..., que todo el mundo se preguntaba quién podía ser, y cómo podía lanzar pujas así tan altas. Al llegar a la bonita suma de 34.000$ paró la subasta y se quedó con ese ejemplar de sueño. Se supo, por fin, su origen: Ariel Pick, con la hermanita Sasha, hijas del magnate productor televisivo de Hollywood, el cual abrirá pronto el nuevo restaurante ?Bastide?, anunciado como el más trendy para los Vips de la costa californiana. Inútil preguntarse para qué podría servir un kilo de trufas a alguien que va estrenar un restaurante de lujo, ya con estrellas...

Llegaron pronto las nueve y todavía quedaban tres trufas por presentar, pero el satélite no concedió prórroga, por lo que, puntualmente, desapareció con su señal de imagenes desde las pantallas. Dos horas de transmisión de vértigo dejó pasmados a todos los espectadores, pero en cambio, se logró cosechar la agradable suma de 120.000$, limpios de impuestos y gastos. ?El hecho de haber hablado de este territorio de manera positiva -afirmó el presidente Tommaso Zanoletti, presidente de la subasta y de la Enoteca Barolo- nuestro precioso producto ha sido también de ayuda para una buena causa?



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