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Las Reglas de Oro de los Gorrones



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Matteo Gaffoglio
Comunicador y experto en gastronomía

 

Hasta un manual ha sido escrito con método científico para los que viven a lo grande a cuestas de los demás, es el libro de Giuseppe Laganá ayudante de la Universidad La Sapienza de Roma: el Manuale dello scroccone, por las Ediciones Castelvecchi, presentado por el periodista Gianluca Nicoletti; en el cual teoriza detallando con riqueza de casos, que el verdadero gorrón es antes de todo aquel que busca siempre el consenso de la propia victima. En realidad los gorrones son los triunfadores de la cadena de la evolución, según la bióloga Claudia Bordese, que ha trazado un elogio del parasitismo en el mundo animal: “En la naturaleza los gorrones, desde siempre, se hacen el dueño, son las especies más tenaces. Un parasito por excelencia es el piojo: desde millones de años sobrevive en paz obteniendo alimento, amparo y medio de transporte del ser en cuyo pelo se refugia”.

 

Por cierto, el libro a ciertas categorías de comerciantes, hoteleros, restauradores, supermarket, vendedores, etc., no les ha hecho gracia; porque con todas las anécdotas y consejos que contiene, del como hacer, y cuando pagar no es indispensable, equivale a enseñar a la gente como aprovecharse de algo sin pagar el debido correspondiente, aunque no se deba entender de robo, pero al fin y al cabo algo parecido es, como olivo y aceituno todo es uno.

 

En su libro Laganá clasifica ejemplos análogos que atraviesan todas las clases sociales y todas las categorías de la humanidad: “El gorrón es trasversal, no está dicho que sea también un avaro, puede ser también generoso. Yo he registrado una gran tendencia a la gorronería sistemática, por ejemplo en los profesores universitarios, empezando por los cigarrillos que piden a menudo a los estudiantes”. Pero el verdadero profesional, se cela en los pliegos de cada frecuentación y cada ritualidad privada. “Los parásitos que consiguen siempre pasar vacaciones y fiestas de guardar en las casas de los demás, aquellos que sistemáticamente van a cena con personas de poco apetito y se atiborran de comidas costosísimas, aprovechando la ventaja que al final pagarán a escote. Por no hablar del arte refinada de fingir la pérdida o robo de la cartera al momento de pagar la cuenta”.

 

Según Laganá, es verdad que todos tenemos un amigo o un conocido que lleva encima el sospecho de estar siempre el último en cola cuando se paga el café, pero esto es sólo diletantismo. Mientras una tal Daniela, una profesional, gerente de una Web magazín que brinda consejos a los turistas viajeros; los hoteleros le echaron una fuerte bronca por haber publicado una lista de expedientes diabólicos para los que viajan: “Yo había aconsejado de reservar en los hoteles siempre habitaciones de categoría estándar, después, una vez en la habitación, abierto las maletas, quejarse con la dirección por una cualquier excusa. Automáticamente se obtiene un up grade de habitación de nivel superior con miles excusas” (esto es lo que se cree ella, porque no siempre es así, entonces más vale no divulgar ciertas ideas descabelladas).

 

Pues hay los irreducibles del parasitismo del portátil: son aquellos que conocen cada técnica para chupar el crédito telefónico de los demás. Para la más diabólica, desde poco observada, necesita salvar en memoria un sms, de aquellos que nos adviertan cuando un usuario ha llamado mientras que nosotros no estábamos alcanzables. Es suficiente cambiar fecha y horario y cualquier lo recibiera se sentirá en deber de llamarnos, evitando de pagar a nosotros. En la Red los consejos de blando parasitismo razonable y solidario son numerosísimos: se va del giro en los grandes mercados y supermarket para hacer acaparamiento de pequeñas muestras de cosméticos, perfumes o pequeños varios bocados degustativos. Y los con caradura andan girando en torno a la barra en un bar en horas de máximo gentío, toman un vaso usado en una mesita en fase de despejo, y pueden proceder a atacarse de pastelitos, pequeñas pizzas y otras delicias del happy-hour (hora del aperitivo). En estos casos el riesgo que corren es alto, de pasar por banales muertos de hambre.

 

¿Y los amantes de la música? Entran en las grandes cadenas que venden discos y libros, donde a menudo es posible escuchar las últimas novedades pero, mientras se escucha, se destaca el jack del cascos estéreo para enchufarlo en el propio grabador digital, uno puede tener gratis toda la música que le apetezca. No de menos a la playa: a menudo los titulares de la sombrilla y la tumbona se ausentan a veces por horas, el gorrón aprovecha de tomar sitio hasta cuando vuelven, se excusa diciendo que se equivocó de fila. ¿Y porqué no probar el sauna, la ducha solar, en fin el gimnasio entero? Muchas veces estos gimnasios envían folletos con invites a comprobar, nada mejor que aprovechar diciendo pues que volverá, si volverá. Ir al mercado de barrio cuando está para cerrar y comprar poquitas cosas, cuyo valor es poco y pagar con un billete de cien euros: nueve veces de diez no cobran, pero diciendo que sin falta mañana volverá a pagar y comprar más.

 

La Dolce Vita sin gastar un euro: es la de Rosanna, una señora romana que hace ya más de un lustro ha sido una gran pesadilla para los restauradores de Roma, y no sólo a ellos. Ella conquistó gran notoriedad en la crónica local y nacional (y también al extranjero hablaron de ella), porque periódicos y televisiones le iban a entrevistar, pero sus momentos de efímera gloria los pagó caros: en el sentido que su foto circulaba por doquier, en la prensa y también por haber aparecido a menudo en las pantallas TV locales y nacionales, los restauradores pudieron reconocerlas y antes que se sentase a la mesa ya la paraban a la puerta.

 

Rosanna, gorrona por misión, admitía: “Me gusta lo que hago, pero no es por hambre. Me siento fuerte sólo cuando puedo cargar a la riqueza. Mi padre ha trabajado una vida como un esclavo, al final sólo 500€ de pensión. Basta he dicho. Desde hoy no pago más a nadie“. Y así fue por unos largos meses del 2006.

 

Siempre muy elegante ella jugaba sobre su aspecto distinto, pero también sobre una certificada incapacidad de entender y querer. Ella entraba en los más exclusivos salones de belleza de Piaza di Spagna, y se iba sin pagar.

 

Después, bellísima y maquilladísima, entraba en los restaurantes de alto nivel donde la recibían como una reina (de la gorronería), alimentándose con platos de los más caros, empezando con ostras y champán, y sin escatimar sobre la cantidad. Lo hacía todos los días, cambiando local, por el simple gusto de “cargar a la riqueza”. Después de haber bien comido y bien bebido, al final la escena era siempre la misma: Se había olvidado la cartera …. Entonces los titulares llamaban a la policía, la cual hacía la denuncia, que fueron pues muchísimas, y todas sin resultados. En efecto, Rosanna, propio por su comportamiento obsesivo, fue declarada incapaz de entender y de querer.

 

¿Y quien lo iba decir que también hay gorrones entre los medios de la prensa? Sí, pero esta vez le tocó al autor de estas líneas que le robaron el artículo: Suecia: Nueva potencia mundial gastronómica. Exitosa  presentación en el Sirha de Lyón, publicado en Afuegolento.com el día 7 de marzo 2011. El día después, el 8, el mismo artículo salía publicado en el lejano Perú, en el magazín digital gastronómico Generacción.com bajo el nombre de otro autor. La persona que se apoderó muy desfachadamente quitó, tout-court, la pequeña foto del autor, su nombre y apellido y el nombre de Afuegolento, para poner el suyo, bien especificando su nombre, Autor: Fernanda del Alcázar (se ruega de confrontar la cabecera de Afuegolento.com con la cabecera de Generacción.com). Por cierto, esta persona no merece pertenecer a la categoría de la prensa, lo que ha cometido es un falso y un acto innoble, no conoce las reglas de la deontología que la profesión requiere. 


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