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La poesía en el vino: Un complejo ritual de sensaciones

La Poesía en el Vino: un Complejo Ritual de Sensaciones



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El poeta clásico italiano Dante Alighieri ya propugnó que “el vino siembra poesía en los corazones”. Y no es por su descenso a los infiernos, pero la verdad es que el vino despierta una diabólica sensación de placer. Desde su imagen ritualista, pasando por su proceso a su composición, el vino es, exactamente, pura poesía.  

 

Magia gustativa: La ritualización del vino

 

El vino es la sangre de del viñedo que transporta los sentidos a la sublimación que sólo consigue el sabor en las papilas. Desde su producción primitiva ya en el neolítico, el vino ha sabido trasladar sus atributos de mejora a causa del tiempo a su persistencia existencial. Recorriendo todo un camino sensitivo que ha conseguido penetrar en el imaginario gustativo de todo individuo. Convirtiéndose en el amuleto chamánico que invoca el conjuro sensual de la enotecnia.   

Y es que el vino ha servido también como instrumento mistérico de iniciación ritual y de liturgia religiosa. Uno de sus ejemplos es en el cristianismo, como ocurre con la transubstanciación del vino en la sangre de Cristo. Un modo, en cierta manera de la poética orgánica, con el que representar ese contraste y metamorfosis que tiene la apariencia tosca de la vid cuando engendra la dulzura de la uva. Un perfecto ejercicio para entender la simbiosis entre alma y cuerpo. Y cómo un elemento aparentemente trivial como el vino puede actuar como acelerador de las partículas del placer.

A pesar de las mencionadas particularidades de tinte espiritual, escoger un buen vino, agradable al sabor, olor y aspecto no es para poner las sensaciones al azar. No es lo mismo decidirse por un vino de mesa decente o pasable, que elegir uno de estos ribera del duero. Una denominación de origen caracterizada por su madurez olfativa y su alta calidad, criados en barrica y asegurando toda una explosión sensorial. Pero antes de aprender a escoger un vino que cumpla con la expectativa de su religiosidad, cabe atender a sus características generales.

 

Del viñedo a los sentidos 

 

A modo groso, el vino es producto de la fermentación de la uva, cuyas tipologías varían según su cultivo bajo dependencias geográficas. Asimismo, el proceso de vinificación consiste en su vendimia, posterior maceración carbónica, prensado, fermentación y crianza. De ahí, y sujeto a distintas fórmulas y métodos del proceso, el vino aparece como un ángel liquido cuya clasificación es demasiado precisa como para estandarizarla ampliamente. Aunque de lo que sí puede extraerse algún que otro aspecto sobre los sentidos.

El vino cuenta con generosas propiedades organolépticas, es decir, elementos que pueden ser percibidos por los órganos de los sentidos. En este aspecto, el color, que en sus modalidades varía generalmente, entre blanco, rosado o tinto, puede producir un efecto placentero en nuestra psicología cromática. Del mismo modo, el olor i el sabor, con tintes ácidos, florales y profundos, conduce el cerebro a una experiencia, tanto nueva como memorial, de gran satisfacción sensitiva.

Dar con el mejor vino o cómo elegirlo, pese a todo, es una elección muy personal. Un mismo vino puede contar con fieles y detractores. Y aunque, simplemente, catarlo es la opción evidente, también existen rutas enológicas, como la Ruta del Ribeiro, con las que aprender del vino mediante su producción y cata. Con una mención especial a España, cuyos vinos conquistan el panorama internacional en países como Reino Unido o Japón. Y es que los componentes del vino aúnan el aprecio causa de la calidad de su procedencia.

 

Profundizando en la composición del vino

 

Aunque el vino parezca la fórmula fácil entre tomar las uvas de una vid, prensarlas y dejarlas reposar, su composición es mucho más compleja. Aproximadamente, el vino se compone de un 13% de alcohol y un 87% de agua. Pero a ello van sumados otros elementos en distintas proporciones. Así como ácidos procedentes tanto de la uva como de su fermentación y sustancias fenólicas, responsables del aroma, o azúcares de glucosa y otros elementos. Su equilibrio y combinación, en mayor o menor divida, suponen las características diferenciales de cada vino.

Todo, y a través de su posterior proceso, contribuye para determinar su calidad en boca del catador. Este oficio consiste en la cata y la degustación de distintos vinos a fin de hallar sus características y calificación mediante su color, aroma y textura. Haciendo especial hincapié en la complejidad de esta labor, no existe un único aroma para un vino. Los aromas primarios se distinguen por su viña, mientras que los secundarios son fruto de la fermentación y los terciarios acuden a su tipo de crianza.

El vino y sus delicados detalles varían dependiendo de su región geográfica, e incluso de si introducimos un vino en una barrica determinada. En este punto, son cruciales la misma fabricación de la barrica y su tiempo. Una barrica de madera nueva conseguirá un mejor resultado, contrariamente al mito de la herencia del sabor viejo como marca de calidad. Del mismo modo, el vino a ser contenido debe tener mucha fuerza a fin que sobreviva al envejecimiento. Atendiendo también a sus características finales. Es decir, si se tratará de un vino joven, de crianza o reserva.

 

El tiempo de la sangre vinática: Joven, crianza y reserva

 

Los motivos circunstanciales que diseñan la categorización de un vino en joven, crianza o reserva no son únicamente su barrica. Su tipología depende de su proceso de fermentación, su estado en embotellamiento e incluso del mismísimo viñedo. Algo que también determina su duración, de 3 a 5 años en vinos jóvenes, de 5 a 8 años en crianza y muchos años más en reserva. Ligado también a su capacidad de envejecimiento, con 6 meses en barrica y 6 en botella para crianza o 12 en barrica y 12 en botella para reserva.

Cuanto al campo de cultivo, cada grupo de vid hará florecer una uva determinada, del mismo modo que la antigüedad del viñedo también interferirá en sus resultados. Un vino joven tendrá su lugar de origen en un viñedo joven. Mientras que un vino de crianza o un reserva procederán de vides viejas, ya que su composición química contará con elementos más elevados que influirán en su cuerpo y sensación.

Sea cual sea su proceso, a fin de cuentas, lo que cuenta es la experiencia del consumidor. Existen vinos para cada ocasión, sea eventual, rutinaria o de carácter relevante. Pero lo que verdaderamente importa es conocer que el vino es un portal complejo al que acceder placenteramente. La oportunidad de hacer de la sangre de una uva un viaje sensorial maravilloso.


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Albert Adrià

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