Durante bastantes años nuestra exigencia como consumidores giraba en torno a que el producto tuviese una calidad de elaboración y finalización adecuada a su precio.
Más tarde necesitamos el valor añadido de una estética de marca determinada, de un envoltorio sugerente, y de unos expertos/críticos que nos dijesen y/o confirmasen que habíamos elegido bien
¿Cómo hemos pasado de que la calidad fuese la característica imprescindible, a que sea una cualidad que ya damos por descontado y no nos resulte atractiva en sí misma y/o suficiente?
Muy fácil: estamos más informados. Ahora ya sabemos que una estética no se corresponde necesariamente con un contenido.
Los medios de comunicación y la fuerza de las redes sociales permiten que hablemos entre los consumidores.
Nos contamos nuestras propias experiencias con respecto a esos productos, y empezamos a darnos cuenta de que la calidad no garantiza que también nos gusten los métodos por los que se ha llegado a conseguirla
Es decir, ahora el valor del producto por el que estamos dispuestos a pagar no reside tan sólo en la calidad, y tampoco sólo en su envoltorio, sino muy especialmente en su origen, y en los sistemas de producción y distribución que permiten que lleguen a nuestras manos.
Si pudiésemos clonar una copa de vino (composición, sabor, etc idénticos), valoraríamos más el vino con una presentación cálida (por ejemplo: siendo el propio bodeguero quien nos ?cuente? su vino), aún más si sus uvas procedan de cultivo biológico, y todavía lo valoraremos más si todos los elementos que intervienen en su producción son sostenibles
Ahora ya no es lo mismo el ?gusto? que el ?valor?, aunque el ?valor? (que no es lo mismo que el precio, aunque se parecen) puede llegarnos a influir en una percepción del gusto
El único modo de devolverle el valor al producto es cuidándolo. Por eso, desde hace unos pocos años, las palabras clave en el mundo del vino son: tierra, viñas viejas, métodos de cultivo tradicionales, valoración de lo hecho por generaciones anteriores y (aunque aquí sí se producen ciertos cismas) mirada puesta en sistemas ecológicos, biológicos y/o biodinámicos
Estar aquí, ser testigos y vivir el momento en que un cambio así se produce (el último cambio impresionante en el consumo se dio a principios del sXX) es francamente apabullante porque no sucede todos los días, y porque todo movimiento de concienciación sobre el papel del hombre en la tierra (y su buena o nefasta influencia) es algo valioso en sí mismo
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