Magaceda Serrano
El sumiller ya es una figura habitual en nuestros restaurantes. Su historia se remonta hasta la antigua Grecia, donde existían los llamados enóforos, aquellos que servían el vino en los banquetes y se encargaban de catarlos para comprobar que no estaban envenenados.
Existen distintas versiones, pero está claro que este profesional surge en la antigüedad. En España se referían con esta palabra al encargado del servicio del vino en las casas y el que poseía las llaves de la bodega, razón por la que hoy en día se le representa con una llave. En el restaurante podremos reconocerlo por el catavinos de plata que lleva colgando de su cuello.
Pero las funciones del sumiller han ido aumentando y este profesional debe conocer con todo detalle el mundo del vino. Entre sus labores está la de sugerir a la clientela de los restaurantes cuál es el vino más apropiado para cada momento.
Muchos lo confunden con el oficio del enólogo pero sus funciones van mucho más lejos. El sumiller debe crear la bodega del restaurante, elaborar la carta de vinos, asesorar a los clientes y conseguir el maridaje de la cocina y el vino.
La obligación del sumiller es considerar el vino desde la perspectiva del consumidor. Debe cuidar con todo detalle el servicio del vino, encargándose de que se conserve correctamente y a la temperatura adecuada. Y es que para muchos el disfrute de un buen vino es un momento estelar.
Este profesional también debe asesorar al cliente en licores y otras bebidas, pero el vino es su especialidad. Valora la calidad de este caldo que, como bien afirmó el descubridor de la penicilina, Alexander Fleming, “si bien la penicilina cura a los hombres, el vino les hace felices”. Y es que hoy en día, pocos son los que se resisten a degustar una copa de un buen vino para acompañar la comida. Si se toma en pequeñas dosis es un complemento adecuado para nuestra dieta e, incluso, ayuda a prevenir enfermedades del corazón.
Pero el oficio del sumiller ofrece diversas salidas profesionales como el asesoramiento no sólo en restaurantes, sino también en tiendas especializadas, vinotecas o clubs de gourmets.
Se trata sin duda, de una profesión muy bonita que ayuda a que los apasionados del vino aprecien aún mas si cabe este caldo que forma parte de la tradición y cultura de nuestro país.