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El Mal Humor Que Provoca el Humo


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Las malas prácticas, ya convertidas en costumbre incluso, de algunos restaurantes y bares, hacen que nos planteemos la pregunta que da título a este breve apunte en el que quiero sacar a relucir los “malos humos” de algunos establecimientos.

Todo esto viene a cuento de un artículo que leí el 17 de Abril en “El País” de Mikel López Iturriaga, titulado “Eau de croquette: Todo sobre los restaurantes que te dejan olor a frito” y con el que no puedo estar más de acuerdo, sumando mi opinión a la suya. Espero conseguir así más adeptos a esta cruzada y poder eliminar entre todos esta lacra que nos acompaña en no pocos establecimientos patrios.

En su artículo Mikel apunta varias causas entre ellas: mala ventilación, puerta de separación sala-cocina abierta, uso reiterado del mismo aceite de fritura, etc. Y el resultado siempre el mismo, un olor horrible impregna todo tu cuerpo, sobre todo el pelo, y también la ropa. Podría ser un perfecto repelente para seres de tu especie y de otras incluso, pero a veces no es lo que deseamos, más bien lo contrario.

Aparte de las causas mencionadas, recuerdo la horrible costumbre que se puso de moda hace algún tiempo, de prepararte la carne en la mesa sobre una especie de plancha de los horrores, cuyo humo no te dejaba ver ni lo que tenías en el plato y gracias al cual salías del restaurante como si hubieras estado de pinche de cocina toda la noche, lo bueno del caso es que todos los amigos olían igual y así se pasa más desapercibido.

No olvidemos el plato de cerámica que recuece las carnes y contribuye al aroma ambiental, las fondues y la famosa “cocina en vivo” que gusta tanto como si nadie hubiera visto nunca hacer un pescado a la plancha.

Se trata al parecer de considerar la cocina como un espectáculo, cuando lo que se debe tener en cuenta exclusivamente es comer bien, buenos productos y bien elaborados, en un ambiente limpio que me permita inhalar el aroma de cada plato.

A mí en particular como buen amante de la buena mesa, cuando voy a comer no me importa nada como trabaja el cocinero que para eso ya hay programas especializados en la televisión o videos en youtube, me interesa el resultado, que es el bocado que me llevo a la boca, valga la redundancia; que esté en su punto de temperatura, de cocción. Me importan el servicio, la limpieza del local, pero no como trocea un pepino el cocinero.

Me viene a la mente y hablando de humos las airadas protestas de tantos cuando se fumaba en los locales y con esto no quiero defender tan insana y desagradable costumbre, sino advertir para mi sorpresa que cuando hablamos de otros humos son pocos los que levantan la voz. Espero con ansia las campañas y los logos que las acompañarán, bien pudiera ser una señal de prohibido con una sartén humeante en su interior.

A veces incluso era más agradable el humo del tabaco que el de la fritanga de turno y otras quedaba enmascarada por el mismo, en una especie de nube común aceptada por lo cotidiano.

Si comemos con el cerebro, a través de nuestros sentidos, de ellos el más importante es el olfato al que debemos el 90% del sabor, las moléculas olorosas de los alimentos se meten por la nariz hasta la pituitaria cubierta de células receptoras que envían señales al cerebro desencadenando las sensaciones y de ahí al cortex cerebral donde se almacenan las mismas y se equiparan con la información almacenada, interpretando lo que olemos. Que sería de nosotros si nuestros recuerdos olfativos fueran los descritos anteriormente.

Espero que algún hostelero lea el artículo y actúe en consecuencia. Ahora que el medio ambiente está tan de moda no olviden  que también lo es su local, pues es un espacio común de convivencia.

No dejo de acordarme de las casas de otro tiempo, en las que la cocina estaba en otra planta y se usaban los montaplatos para subir la comida sin que se enfriase ¡qué gran costumbre!

Por último cuidado también con los baños, su excesiva cercanía siempre es desagradable, pero lo peor es el olor del ambientador cuando impregna el comedor.

No quiero acabar sin señalar la gran cantidad de establecimientos sin humos, esperemos que dentro de poco lo sean todos.

Si la esencia de un hombre son sus recuerdos, estos están hechos en gran medida de sensaciones y en ellas ocupan un lugar preferente las que se refieren al gusto, todos recordamos el olor del pan recién hecho, del asadillo de pimientos rojos que impregnaba la escalera, del asado del horno de la abuela, del bizcocho casero…

Estos son los únicos olores que merece la pena recordar.


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Pedro Manuel Collado Cruz

La cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente

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