El tomate es uno de los alimentos clave de la dieta mediterránea y uno de los más consumidos en verano. En ensaladas, en forma de gazpacho, como salmorejo, sopas de tomate, zumos y más, es un super alimento gracias a la cantidad de propiedades que ofrece.
A pesar de llegar hace solo quinientos años, este fruto se ha convertido en uno de los alimentos estrella de la dieta mediterránea hasta establecerse en toda España. Según Anna Bach-Faig, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y asesora de temas científicos en Fundación Dieta Mediterránea, un solo tomate puede aportar alrededor del 40% del requerimiento diario de vitamina C, esencial para la salud de la piel.
El tomate refresca y contiene agua, vitaminas A, B y C, fósforo y potasio. Un estudio realizado por la Universidad de Leicester probó que el tomate tiene más beneficios, al mejorar la elasticidad de la piel, gracias a su contribución a la formación de colágeno.
La profesional de la UOC explica que el licopeno es la sustancia química responsable de muchos de esos beneficios y el motivo por el cual un tomate es de color rojo, debido a su pigmentación.
El licopeno tiene unas propiedades biológicas y fisicoquímicas muy interesantes, especialmente relacionadas con sus efectos como antioxidante natural. Ello previene la oxidación del colesterol de baja densidad y reduce el riesgo de desarrollar arteriosclerosis y enfermedades coronarias.
Bueno para prevenir diversas enfermedades
En diversas universidades del mundo como la de Bristol, Cambridge y Oxford se ha podido afirmar que comer diez porciones de tomate a la semana puede reducir hasta un 18% el riesgo de desarrollar la forma más común de cáncer masculino, el de próstata. Pero también puede ser bueno para reducir el riesgo de cáncer de pulmón, vejiga, cérvix y piel.
Para hacer la digestión
Es preferido también para hacer la digestión, al contener sales orgánicas ácidas, concretamente malatos y citratos. Este efecto se ve potenciado gracias a su contenido en fibra, que contribuye a la regulación de la función intestinal.
¿Con o sin piel?
La profesora de la UOC, Bach-Faig defiende que consumirlo sin pelar permite aprovechar el licopeno al máximo, ya que en la piel es donde se concentra más cantidad. Y explica que al comerlo con piel aprovechamos toda la fibra presente en el tomate.
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