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¿Sólo un Café para Desayunar?


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Unos se lo saltan porque llegan tarde, otros prefieren dormir un poquito más, algunos no saben qué tomar, y hay quien dice que a esas horas no le entra más que un café; hoy hablamos de la comida más importante del día: el desayuno.

Natalia Llopis Benito

Historia A: Suena el despertador y ya te levantas de mala uva, remoloneas un poco entre las sábanas, y decides levantarte porque el maldito cacharro ha sonado al menos tres veces, y a la tercera va la vencida. Vas al baño, te miras en el espejo pero te ves un poco borroso, te lavas la cara y te vuelves a mirar, ahora está mejor, al menos te ves con nitidez. Vuelves al dormitorio con la intención de vestirte, pero entre que sigues medio dormido y todavía es de noche, no atinas a ver bien qué hay dentro del armario. Miras el reloj, “¿qué?”, ya se ha hecho tarde, te pones lo primero que pillas y sales de casa pitando, y en última instancia, si te sobran unos minutos, te calientas un café de mala manera y te lo tomas de pié en la cocina.
 
Esta es la rutina diaria de muchos y un gran error. Nunca hay que olvidarse del desayuno, y es que aunque estemos hartos de oír que es la comida más importante del día, lo es. Escoger el ritmo de vida descrito en la historia A sólo nos puede llevar por una cadena de pésimos hábitos alimenticios a lo largo del día. Para empezar, no tendremos fuerza suficiente para desarrollar las actividades que siempre tenemos en la agenda a primera hora; además de que no rendiremos lo suficiente porque el cuerpo no tiene energía; éste empezará a tirar de reservas desajustando tu ritmo metabólico, haciendo que éste sea más lento, por lo que con la ausencia de desayuno nunca lograrás adelgazar, sino todo lo contrario. En un par de horas oirás unos ruidos muy extraños… Es tu estómago, que te está gritando a modo de rugido que le des algo para funcionar. Como estás muerto de hambre, esa ansiedad te hará elegir alimentos poco saludables, y como no has desayunado, tu cuerpo absorberá todas las calorías de ese alimento, claro, ¡le faltan las que le tendrías que haber dado en el desayuno!
Llegará la hora de comer, y como te has metido un bocata de bacon y queso de la cafetería a eso de las doce, a las dos no tienes hambre, y no comes, pero un poco más tarde estarás que te subes por las paredes, y vuelta a empezar.
 
Para evitar esta serie de catastróficas desdichas sólo tienes que despertarte un poquito antes, y es que durmiendo unos 20 minutos menos de lo que tenías pensado, tendrás un día en perfecta consonancia en cuanto a rutina alimenticia se refiere. Pasemos entonces a la historia B (B, de buena, claro): Suena el despertador, das un par de vueltas en la cama y te levantas. Vas al baño y te lavas un poco para despejarte. Mientras piensas qué te vas a poner hoy vas a la cocina, te cortas unos trocitos de fruta fresca en un platito, y pones a calentar el café, y metes un par de rebanadas de pan de cereales en la tostadora. Vas a tu cuarto y te vistes mientras vas picoteando los trocitos de mango fresco que te acabas de cortar en la cocina. “Piiii, piiiii, piiiiiii”, el microondas te dice a gritos que tu café ya está listo, así que regresas a la cocina en su búsqueda. Rescatas las tostadas del tostador, untas en ellas un poquito de queso fresco y les pones algo de pavo encima. En cuanto a las tostadas puedes ser más flexible, puedes ponerte algo de mermelada, un chorrito de aceite y una pizca de sal, tomate, jamón serrano, queso de burgos… o puedes hacerte una y una. Ahora solo te queda disfrutar de tu café o infusión favorita junto con tus tostadas bien calentitas, y a salir por la puerta lleno de energía y vitaminas. Eso sí, sentado, nada de desayunar de pié rápido y corriendo, que no realizarás una buena ingesta ni digestión de los alimentos.
 
Los expertos dicen que en el desayuno debes cubrir el 25% del total de calorías ingeridas al día, y que debe estar compuesto de alimentos proteicos (de ahí el fiambre), hidratos de carbono de absorción lenta, como el pan, que si es de cereales mucho mejor; fruta, que nos dará el aporte diario de vitaminas, minerales, agua, azúcar y fibra (muy importante); y grasas (como por ejemplo, algo de aceite de oliva sobre la tostada), sin olvidarnos de algo de beber que sea calentito y que nos estimule, como un café o una infusión.
 
El desayuno es como un Tetrix en el que teniendo la proporción adecuada de proteínas, hidratos, grasas, vitaminas y azúcares, cualquier combinación es válida; da igual que utilices huevos en lugar de jamón serrano, pan multicereales o de pipas en vez de  una baguette, un zumo de frutas licuadas que una manzana en taquitos, o un té breakfast inglés en lugar de un café. Todas son perfectas si a ti te gustan y te aportan la cantidad de energía que necesitas, ¿cuál es la tuya?

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