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Pete Wells Se Levanta de la Mesa



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Miguel Ángel Almodóvar
Investigador y divulgador en ciencia nutricional y gastronomía

El pasado miércoles día 17, Pete Wells el prestigioso crítico gastronómico del diario estadounidense The New York Times, uno de los más reputados informadores de Norteamérica en la materia, anunció su retirada de tal responsabilidad tras doce años de intenso y fructífero ejercicio. “Es hora de levantarme de la mesa”, sentenciaba para abrir boca, tras apuntar una de las razones de mucho peso que le habían llevado a tomar tal decisión

Al comienzo de este año se sometió a un chequeo médico afondo, después de muchísimo tiempo sin hacerlo, y el resultado fue desolador: “… el colesterol, el azúcar en sangre y la hipertensión eran peores de lo que habría esperado, incluso en mis momentos más sombríos. Me hablaban de prediabetes, hígado graso y síndrome metabólico. Era técnicamente obeso. Bueno… no solo técnicamente”.

En aquel momento, estaba más o menos por la mitad del listado para 2024 de los 140 candidatos a entrar en la relación de Los 100 mejores restaurantes de Nueva York, y su ética profesional le impelió a continuar la tarea: “Supe que tenía que cambiar mi vida. Prometí que empezaría en cuanto hubiera comido en los 70 restaurantes que restaban en mi hoja de cálculo”.

Pero pasó algo más: en ese momento y tras la antedicha resolución, dejo de tener hambre. Sigue sin tener hambre y eso ha reafirmado su determinación de dejar la gastronómica faena: “No es que vaya a dejar la redacción del diario. Tengo otro par de críticas de restaurantes que aparecerán en las próximas semanas, y pienso quedarme en The New York Times mucho tiempo más. Sin embargo, la vida de reseñar restaurantes semana tras semana ya no es para mí”.

Y en la hora del adiós de este singularísimo personaje merece la pena detenerse en su biografía profesional pretérita de una docena de años. Como en el caso de todas las firmas del prestigioso diario, en la web figura un apartado donde el lector puede saber con quien se juega los cuartos a la hora de informarse o forjar una opinión. En el epígrafe Lo que cubro puede leerse: “Escribo con opiniones y análisis sobre todo tipo de restaurantes que sirven todo tipo de cocina en todo tipo de barrios y a todo tipo de precios. Me interesa encontrar lugares que se destaquen por alguna razón y ponerlos en un contexto que te ayude a entender la experiencia que ofrecen o intentan ofrecer (…) A la hora de elegir los temas, mi objetivo inmediato es encontrar un restaurante sobre el que la gente quiera leer; a largo plazo, busco una combinación de lugares que sean diversos en cuanto a ubicación, cocina, precio y sensibilidad”. 

En el siguiente, referido a la Ética periodística, nos explica: “No acepto invitaciones a restaurantes y el periódico paga todas mis comidas para reseñar. No me hago amigo de chefs, propietarios u otras personas a las que cubro. Y trato de escribir sobre restaurantes que no tienen los recursos para contratar publicistas para atraer la atención de los medios”.

A lo largo de estos doce años en The New York Times, ha publicado alrededor de medio millar de reseñas de restaurantes siguiendo lo que él llama “la aritmética básica de la crítica gastronómica”, y que consiste en comer tres veces en el lugar sobre el que va a escribir y acompañado siempre por tres amigos que piden una entrada, un plato principal y un postre, de manera que antes de escribir una sola línea ha probado, directa o indirectamente, 36 platos de la carta del local. Así, las observaciones y críticas son contundentes y casi inapelables, lo que ha llevado a que la mayoría de restaurantes neoyorkinos tengan un panel de corcho con su fotografía y la de otros influencers verité para que los camareros y resto de empleados puedan avisar a la dirección cuando alguno se presenta en el local. 

¿Le suena a alguien, aunque sea a años luz de distancia, algo similar en la crítica gastronómica española y muy especialmente en la más reciente: coleguil, experiencial, convergente, glamurosa, gastromonguer y zampafoodie?

Pues eso, que nosotros a lo nuestro: farfolla reverencial pesebrista sobre lo que se lleve; a seguir diciendo que como la comida patria nasti del plasti; que nuestros restaurantes son la planetaria pera limonera del limón; que los chefs hispanos no tiene que pedir cita para hablar con la Zarza Ardiente del Sinaí para que les allegue la verdad revelada; y que Gibraltar español.


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