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Me Empieza a Picar la Curiosidad…



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Meritxell Falgueras
Sumiller y Periodista

Todos empezamos en el mundo del vino por un camino similar. Al principio, como en el caso del café, no nos gusta porque no estamos adecuados a su sabor. Nadie pasa de beber coca-cola a beberse un Prioratosolo porque haya cumplido la mayoría de edad. Como todo hay una adaptación y en este caso es gustativa y también social, pues no debemos olvidar que el vino forma parte de las celebraciones y la gastronomía. Por eso, normalmente, nuestro primer sorbo es en alguna fiesta de fin de año, que brindamos con cava y nos mojamos los labios. Pero a pocos nos seduce ese primer sorbo y volvemos a nuestros refrescos o a los precarios cubatas.

Después de pasar la adolescencia y hacer el gamberro con los amigos, nos enamoramos. Y esa primera cita suele ser una cena en la pizzería del barrio. Y bebemos lambrusco y nos empieza a parecer atractivo (el chico y el vino). Nos gusta porque tienen gas y fruta y porque hace que sea más fácil hablar  de nuestros sentimientos. Sí, ese primer vino compartido nos pone “tontitos”, y nos encanta.

Después llegan las paellas en la playa y los vinos de aguja y los picnics con algún rosado. Un día pruebo el vino que le gusta a mi madre: muy aromático, un poco dulce y fresquito, y me parece inspirador. Después en nuestro primer trabajo vamos a un buen restaurante con nuestro jefe. No decimos que no nos gusta el vino porque nos da vergüenza y catamos el tinto con una buena carne y con el pre-postre de quesos, y…¡qué pasada! Y colorín colorado, es así una de las mil maneras como puede empezar esa obsesión llamada vino. ¡Y un final siempre es un principio!

Atención, todos los caminos llegan a Roma, o no. Hay gente que sigue toda la vida con lambrusco y no pasa nada. Hay gente que empieza tomando leche un poco manchada de café y con mucho azúcar el día que tiene un examen y tiene que quedarse por la noche estudiando. Un día no hay suficiente leche y se toman un cortado después de un fin de semana de juerga. Un día lo toman solo y sin azúcar porque se les ha acabado y ven que no es tan malo.

Después se van de viaje a Italia y se quedan encantados con los “ristretti”. Del dulce llegaremos al amargo pasando por el ácido. Aunque hay gente que continua tomando un capuccino después de cenar, igual que hay gente que sigue adorando los vinos jóvenes toda su vida sin aficionarse a los tintos reservas. Como sobre gustos no hay nada escrito todo está bien, mientras a nosotros nos convenza. 


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