A Isabel II, monarca del Reino Unido y de la Mancomunidad de Naciones de la que forman parte otros catorce Estados independientes constituidos en reino, se le acumula el trabajo.
Aún no recuperada de la pérdida de su esposo eterno, el Duque de Edimburgo, hace casi un año, ahora tiene que echarle una manita a su hijo Andrés en el desembolso de bastantes millones de euros por el acuerdo extra judicial con la víctima de sus presuntos abusos sexuales cuando era una menor; disponerse a participar en la multitud de actos y festejos en torno a su jubileo de platino por los 75 años, que ya son años, que lleva sentada en el trono; y contener el aliento ante el desarrollo de la recientemente abierta investigación sobre un supuesto caso de corrupción en una de las fundaciones benéficas de su primogénito Carlos.
Todo este aluvión de circunstancias que se le agolpan de a montón, no han sido valladar ni cortapisa para que la Soberana esté intentando darlo todo en el lanzamiento de su último género y manufactura en la línea de productos gourmet de la firma que regenta, la Sandringham Royal Estate, comercializados bajo la marca Waitrose Duchy Organic.
Se trata de un kétchup delicatesen aromatizado con dátiles, zumo de manzana y especias en fórmula secreta al servicio de su Majestad, que se elabora, como el resto de las propuestas de la firma, en Sandringham House, una finca de más de ocho mil hectáreas perteneciente a la Familia Real británica, que se encuentra en el Area of Outstanding Natural Beauty, sita en la costa de Norfolk.
Lanzar con éxito este producto al mercado resulta todo un reto, debido a que su trayectoria es inmensamente alargada.
El kétchup tiene su origen en el ketsiap, salsa picante que los chinos elaboraban desde tiempos remotos para acompañar carnes y pescados, y que los ingleses importaron desde el archipiélago malayo en el siglo XVIII. No obstante, el kétchup moderno y contemporáneo es invento del empresario estadounidense Henry John Heinz, quien, tras probar mezclas y composiciones con manzanas, melocotones y otras distintas frutas, decidió incorporar el tomate en 1876, estableciendo una fórmula casi canónica para el mundialmente conocido aderezo, cuyo nombre ha ido derivando por el mundo en cátchup, cátsup o cachú (con este último es como se conoce en la República Dominicana y que servidor escoge como homenaje al ilustre criminólogo dominicano Jorge Borbón, formado, como Nos, en la española Universidad Camilo José Cela).
El reciente lanzamiento del nuevo y fragante kétchup de la mano de su Alteza Real Isabel II, bien podría ser complemento ideal en compaña de la ginebra que la reina promocionó hace un par de años, Celebration Gin, y que incluye caqui cultivado en el invernadero construido por Eduardo VII con las ganancias conseguidas en la carreras por su caballo Persimmon, y mirto criado a partir de las semillas de la planta que formaba parte del ramo de novia de la futura reina Alejandra, esposa del rey Eduardo VII. Casi nada.
La botella de gin de 50 cl. sale por unos 60 euros y el frasco de 295 gramos de kétchup se pondrá en breve en el mercado al precio de 8 euros. Mucho o poco según para quien le haga gracia brindar con un God save de Queen, the gin and the cachú.
Pedro Manuel Collado CruzLa cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente 1 receta publicada |