Son muchas las personas que han intentado llevar a cabo una o más dietas a lo largo de su vida, pero la mayoría de ellas han acabado por no resultar como esperábamos. Cuando empezamos con cualquier dieta para perder peso, al principio vemos rápidamente los resultados, pero tendemos a desanimarnos cuando llegamos al final del proceso y vemos que la evolución es mucho más lenta que al principio.
Muchas de estas prácticas consiguen en los individuos el conocido “efecto rebote”. Esto sucede cuando el cuerpo de una persona que ha estado expuesto a una dieta estricta recupera sus hábitos normales de alimentación, recobrando también el peso perdido y, en muchos casos, hasta un 20% más de peso del que tenía cuando empezó. Para evitar este efecto, la dieta debe adecuarse a la persona que la realiza, de manera que, aun perdiendo peso, no pase hambre.
Para ello, debemos conocer bien los tipos de alimentos que mejor nos convienen. Para empezar, la dieta debe contener gran cantidad de verduras, hortalizas y frutas, ya que aportan gran cantidad de fibra y pocas calorías, y son alimentos ricos en agua y minerales. Por supuesto, todos los platos fritos y comida basura-comida rápida deben ser eliminados por completo, así como el picoteo entre horas, ya que sólo aportan grasas saturadas y calorías innecesarias. También es necesario consumir un aporte mínimo de hidratos de carbono (en torno al 55% de los alimentos diarios deberían ser de este tipo) y de proteínas (sólo un 15%).
Los hidratos podemos encontrarlos en la pasta, el arroz, la patata, etc. y son los productos que nos dan la energía necesaria para el día a día. Las proteínas, son igualmente necesarias, pero debemos consumirlas con mucha más moderación. Este elemento podemos encontrarlo en la carne, el pescado, los huevos, los lácteos, etc. El abuso de la carne roja puede ser perjudicial para el colon, por lo que se recomienda un uso de no más de tres tomas al mes.
A poder ser, es recomendable sustituir los productos cárnicos por pescado o legumbres, cuyo aporte calórico es menor y más saludable porque contienen menos grasas y, en el caso de las legumbres, también contienen fibra.
Por supuesto, esta nueva alimentación debe acompañarse de ejercicio físico. Caminar durante treinta minutos todos los días a buen paso puede ser suficiente. O, si se prefiere, ir al gimnasio al menos tres veces en semana.