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En recuerdo mañana no olvidemos a

La Planta Número Cero de Manhattan



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Koldo Royo Coloma
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esto que paso en el 2001 esperemos que sea la ultima ved , en memoria 

Las Torres Gemelas de N.Y., en construcción durante la década de los 70

Ya no se llama World Trade Center. Se llama Planta número Cero. Así es como se conoce en Nueva York al enorme vacío que ha dejado la destrucción.

Cuando construimos no partimos de cero. Partimos de experiencias anteriores que nos permiten establecer las bases y proyectar un desarrollo.

Y esto es, precisamente, lo que hemos decidido los hombres una vez más, otra vez después del miedo y la destrucción.

Vamos a construir sobre lo que otros han devastado.

No es la primera vez.
Lo decidiremos tantas veces como haga falta.


El 11 de septiembre
El 11 de septiembre nos devolvió la capacidad de reaccionar ante la violencia. ¿No la teníamos antes? Por supuesto. Pero quizá adormecida. Quizá acostumbrada, amansada, latente.

El 11 de septiembre tuvimos la necesidad de tener cerca (a través de cualquier sistema físico o mental: cerca-piel, cerca-email, cerca-voz, cerca-fotografía, cerca-rezo que nos permitiera extender el alcance de nuestros sentimientos) a todos los nuestros. Sólo que ese día, ?los nuestros? parecían abarcar tantas personas...

El 11 de septiembre nos dolió la vida. La de quienes no la retuvieron. La de quienes seguramente ahora empiezan a entender el dolor que les aguarda por los familiares y amigos perdidos.

Mientras los que trabajamos en hostelería servíamos los cafés de sobremesa aquí en España, en algún lugar de Estados Unidos decían que había habido un accidente en las Torres Gemelas de Nueva York. Al cabo de unos minutos no era un accidente, era un atentado con miles de muertos.

Y pensamos en las personas que, en ese momento, trabajaban. En las otras que desayunaban su día iniciado y los primeros saludos con sus compañeros de trabajo. Y en los cocineros preparando bizcochos, en los camareros sirviendo la prisa de primera hora. Prisa sola, cortada o con leche.

Y todos tuvimos verdadera urgencia de saber. De hablar con otros. De abrazar. De llegar a casa cuanto antes, hecha el alma un ovillo y la mirada un torbellino de imágenes de fuego y muerte.

Mientras, el pensamiento del corazón, deambulaba desbocado.

¿Cuántos restaurantes debía haber en una de las zonas más concurridas de una de las ciudades más trepidantes del mundo? ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué? ¿Quién?¿Quién ha hecho esto? Me he olvidado de comprar naranjas. ¿Cómo pueden existir en el mundo personas capaces de planear la muerte? Quiero cambiar mi vida. ¿Cuántas personas han sobrevivido? ¿Y el presidente, qué dice el presidente de los Estados Unidos? ¿Qué pasará ahora? ¡Pero si xxx solía volar a Nueva York! Voy a llamarle. No tengo hambre. ¿Qué hora es ya? ¿Cómo pueden soportar las familias que tienen a los suyos en esa zona esta situación?

La violencia obliga a que duela la muerte.

El 12 de septiembre seguíamos pensando. Cuando Koldo Royo me dijo:?Vamos a celebrar mi cumpleaños?* entendí perfectamente lo que quería decir. Conociéndole, sabiendo cuánto le afectan las pérdidas, supe que quería brindar por la vida. Una vida que, de pronto, parecía un extra, una sorpresa. Una vida que se dejaba vivir durante más tiempo.

¿Y que sucede con tantas otras violencias diarias? ¿Ya no nos afectan? ¿Tenemos ahora menos cualidades? ¿Tienen que morir miles de personas para que nos detengamos a pensar? ¿Somos las de ahora gentes con menos calidad humana? ¿Hemos retrocedido? ¿Es distinta ahora la violencia? ¿Más violento el mundo ahora que hace años, décadas, siglos?

En épocas anteriores la violencia era comúnmente aceptada. Era un medio adecuado para conseguir ciertos fines. Muchas veces no había otro camino porque no habíamos aprendido a utilizar las palabras y el pensamiento como herramienta de trabajo para la consecución de esos fines. Por supuesto que el dolor ante la muerte ya existía. Pero dolía la pérdida del ser querido, no tanto el modo en que esa pérdida se producía.

Después aprendimos que la violencia era condenable.

Ahora sabemos que la muerte por un acto violento tres dos dolores, tres pérdidas.

La pérdida de la persona querida. La pérdida de quien se despide de personas amadas. Nuestra propia pérdida, al incorporar las imágenes de la violencia en el archivo nuestra memoria como si nos pertenecieran. Como si formáramos parte de ella.

Vivimos en un mundo que informa de la violencia. Violencia en pequeñas dosis que causan grandes pérdidas. Violencia-vacuna contra el estupor ante la violencia.

Si todo lo sucedido sirve para recordarnos que la condena de la violencia es un logro al que el hombre ha llegado a través de la cultura, y que sólo a través de la cultura podemos volver a sentirnos personas, quizá hayamos conseguido subir un nuevo peldaño en la evolución.

No hay milagros. No se evoluciona en un día. Ni en años. Pero cuantas más veces sintamos, hablemos, escribamos, compartamos esta idea, más cerca estaremos de incorporarla a lo que somos. Pequeñas dosis de cultura que puede causar grandes efectos. Cultura-vacuna a favor de la esperanza en el hombre.

Durante los doce años que llevo trabajando en el restaurante, nunca se habían dejado los clientes tantas gafas, carteras, agendas electrónicas, documentos importantes y teléfonos móviles. Curiosamente, ni un sólo juego de llaves. Como si, excepto el hogar, hubieran querido los clientes forzar el olvido, aunque fuera momentáneo, de sus obligaciones externas. Que sus obligaciones les olvidaran durante un tiempo. El tiempo que ellos (todos) necesitábamos para reencontrarnos con nuestros lazos de afecto.

A través de los medios de información convivimos no sólo con la violencia cercana, sino la de otras tierras. Pero a través de estos mismos medios podemos también compartir nuestros sentimientos, nuestra ayuda, nuestro apoyo.

En A Fuego Lento vamos a ir abriendo a lo largo de estos días un espacio para este apoyo, compartiendo las iniciativas que han provocado los atentados de Nueva York.

Las imágenes de la destrucción (vídeos, fotografías, sonidos) ya han cumplido su cometido. Precisamente por ello, las imágenes que ilustrarán las distintas noticias se han escogido basándonos en recuerdos previos al atentado e iniciativas ya en marcha.




*Ver el editorial de Koldo Royo de esta edición

 


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