Cada vez nos alejamos más de la cultura gastronómica mediterránea, la nuestra, para acercarnos a estilos de alimentación mucho menos saludables basados en la abundante ingesta de azúcares y grasas procesadas, así como en el exceso de proteínas animales. Esta nueva forma de vida, a la que debemos añadir el sedentarismo cada vez más presente en todas las edades, debemos traducirla en posteriores enfermedades, casi siempre relacionadas con la obesidad.
Debemos saber que las legumbres son buenas para combatir la diabetes de tipo II, para el corazón, para el intestino y para el control de peso, pese a lo que la gente pueda pensar, ya que provoca una gran sensación de saciedad (siempre y cuando no se cocinen con productos cárnicos ricos en grasas, como el chorizo o la morcilla).
Frente a la mala prensa de la que gozan las legumbres en cuanto a la provocación de flatulencias, debemos decir que estos alimentos funcionan como prebióticos en el tracto digestivo, previniendo de enfermedades cardiovasculares y cáncer colón-rectal.
Las legumbres son muy importantes en la nutrición, pero cada vez se consumen menos en España, ya que se consideran platos que engordan y que tienen una preparación fícil. Nada más lejos de lo real: con un pequeño sofrito de cebolla y pimiento verde se puede hacer un guiso de lentejas riquísimo y muy saludable. Además, este producto es una fuente de carbohidratos de absorción lenta, son ricas en proteínas, en fibra dietética, minerales y vitaminas y son un producto bajo en grasas.
Pese a todas las ventajas y beneficios que aportan las especies leguminosas, cada vez es menos frecuente encontrarlas en los menús del día de un restaurante, de un colegio o en casa. Es cierto que la preparación no es difícil, pero conlleva un tiempo de cocción de más de 30 minutos, y eso parece suponer un problema en una época en la que el ahorro de tiempo se ha convertido en algo fundamental. Sin embargo, dicha economía del tiempo de cocción de unas lentejas o unos garbanzos puede suponer el desarrollo de enfermedades como la obesidad, que ya afecta a un amplio número de adultos y de niños, quienes cada vez más prefieren productos cárnicos precocinados.