Hay gestos que parecen pequeños, pero que en realidad encierran un mundo entero de cariño, tradición y cultura. Eso fue exactamente lo que ocurrió cuando mi buena amiga Eli, a quien tengo la fortuna de encontrarme con frecuencia en la cafetería La Sacristía, en la plaza de la iglesia de San Fernando, tuvo el detalle de regalarme un tupper con uno de sus platos: una berza de judías verdes y calabaza, acompañada de su correspondiente pringá con papada de cerdo, morcilla y chorizo. Una auténtica exquisitez.
En la fotografía que acompaña este artículo pueden vernos a Eli y a mí mostrando ese tupper, que lejos de ser un simple recipiente, contenía un pedazo de historia culinaria de nuestra tierra, preparado con el mimo, el tiempo y el saber que solo las cocineras de verdad poseen.
El aroma de un recuerdo
Tengo que confesar que, nada más llegar a casa, al destapar el Tupperware, el aroma ya anunciaba la maravilla a la que estaba a punto de enfrentarme. Ese olor profundo, sabroso, cálido, me transportó de inmediato a mi infancia, a aquellas cocinas donde se guisaba sin prisas, donde la familia se reunía alrededor de una olla humeante, donde cada ingrediente tenía su porqué y su respeto.
Y no me equivoqué. Disfruté de lo lindo, deleitándome con cada cucharada de aquella berza fantástica, tan típica nuestra, tan humilde y a la vez tan rica. Un plato que no solo alimenta, sino que conecta con nuestras raíces y nos recuerda quiénes somos.
Eli: guardiana de la cocina de siempre
Con este gesto, Eli demuestra una vez más que es una de esas mujeres que mantienen vivo el fuego de la cocina auténtica, la de toda la vida. Ella, como tantas otras señoras de nuestra isla, es una verdadera hacedora de fogones, una transmisora de sabores, una defensora de esa gastronomía que tenemos la suerte de poseer.
Su labor —muchas veces silenciosa, siempre generosa— es esencial para conservar y divulgar nuestra cocina tradicional. Gracias a personas como Eli, podemos seguir disfrutando de estos platos que forman parte de nuestro patrimonio cultural y emocional.
Mi agradecimiento
Quiero expresar desde estas líneas mi más profundo agradecimiento a Eli.
En primer lugar, por el detalle tan bonito de invitarme con ese maravilloso plato que tanto disfruté.
Y en segundo lugar, por continuar dando vida a la cocina que nos identifica, la que nos reúne, la que nos emociona, la que nos hace volver a casa aunque estemos lejos.
Gracias, Eli, por tu generosidad, tu buen hacer y por recordarnos, con un simple tupper, que la tradición sigue viva porque hay manos como las tuyas que la cuidan.