El 13 de octubre de 1987 el reloj inexorable del tiempo se paró en la vida de Víctor Merino. Un accidente de tráfico, cerca de Aranda de Duero, cuando se trasladaba de Santander a Madrid fue la causa.
Las ironías de la vida hicieron que después de numerosos viajes por carretera entre ambas ciudades, en solitario, y en su coche de gama media, fuera convencido de que alguien le acompañase. Como fue ese fatídico día.
Tenía por Víctor un gran afecto y respeto. A lo que se unió una gran relación a lo largo del tiempo. Fueron bastantes las ocasiones en que pudimos charlar de forma bastante distendida, dentro de lo muy ocupado que estaba siempre. Tanto en Santander como en Madrid. Precisamente en la capital del Reino y en una larga velada en Cabo Mayor que prolongamos con un paseo, me adelantó los planes de futuro que tenía para la empresa, incluidos los niveles directivos. Que posiblemente hubiesen sorprendido. Me rogó discreción. En base a ese compromiso, me permito no revelarlos
Era un hombre de una enorme capacidad de trabajo, y perfeccionista. Siempre llevaba una libreta en la que iba anotando cualquier detalle que pudiese mejorar en sus restaurantes. Así como ideas que le iban surgiendo o que surgían de una conversación. Además de estar siempre atento a cualquier novedad, especialmente fuera de España.
Reflejo alguno de los comentarios que sobre él hicieron ilustres colegas. Caius Apicius, crítico de EFE:”Víctor, sin ser cocinero, fue uno de los protagonistas de la primera revolución de la cocina española. Su Cabo Mayor de Madrid fue el primer restaurante moderno de la capital. De su cocina surgían propuestas prudentemente innovadoras”
Fernando Point: “era una de las personalidades más destacadas de un gremio, el de los mesoneros y cocineros, que estaba hasta hace unos años sumido en el anonimato . Renovador de las tradiciones de la cocina cántabra”
Y empezó a realizar importantes apariciones en otros países. En 1985 España tuvo una participación destacada en Europalia, celebrada en Bruselas, y a la que dedicaré próximamente unos capítulos. La gastronomía española corrió a cargo de Víctor Merino y su equipo Cabo Mayor, Madrid
Era un gran enamorado del arte y las antigüedades. Así como un destacado melómano.
Menos de dos meses antes de su accidente compartimos una gran velada en la Plaza Porticada. Era en el marco del 36º Festival Internacional de Santander. Se despedían del festival santanderino Zubin Mehta y la Orquesta Filarmónica de Israel. El crítico de El País, Enrique Franco tituló su crónica Noche de apoteosis con Zubin Mehta. Asistió la reina Sofía.
Al finalizar el mismo cumplimos con una tradición: degustar unos helados, que gozan de merecido prestigio en la capital cántabra, mientras paseábamos por el Paseo de Pereda.
La relación de Merino con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo fue muy estrecha. Y ésta reaccionó a su fallecimiento de forma muy rápida. Del 29 de agosto al 2 de septiembre de 1988 organizó el Seminario “El restaurante como empresa: homenaje a Víctor Merino”
Lo dirigió Xavier Domingo. Las temáticas fueron: Hacienda y restauración. Fiscalidad. IVA y clasificación por tenedores. El ordenador y el restaurante. El tabaco en el restaurante, la carta de puros. El vino en la carta, repercusiones económicas. El problema de la profesionalidad y las escuelas de hostelería. Mini o macro restaurante: el porvenir de la restauración.
Algunos de los nombres de los participantes en las distintas ponencias fueron: Iñaki Oyarbide, José Luis Bonet, Ezequiel García, Ramón G. Trelles, José Luis Bertrán, Rosa María Vila, Pedro Subijana, Nines Arenillas, Félix Cabezas, Luis Bettónica o Francisco López Canís
El Seminario concluyó con una gran y magnífica cena en la que participaron reconocidos cocineros de 12 Comunidades Autónomas. Lo que da muestra del tremendo afecto de la profesión por Merino.
Servidor también puso su granito de arena e instó al Ayuntamiento de Santander a que se sumase al homenaje. Fue fundamental el papel que desarrolló el concejal de cultura Pedro Arce. Se instalaron una gran cantidad de stands en los accesos al Palacio de la Magdalena. En los mismos había desde exposición de productos a degustaciones. Con una importante presencia de la hostelería santanderina. También se unió la Diputación Regional de Cantabria. Así como bastantes empresas.
Y se cuidaron muchos detalles, como un plato recuerdo, uno de los cuales cuelga en una de las paredes de mi casa
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