La continuidad del sabor: la Academia de Gastronomía de Marbella abre una nueva etapa sin renunciar a su alma.
Hay instituciones que no solo sobreviven al paso del tiempo, sino que lo ennoblecen. La Academia de Gastronomía de Marbella es una de ellas. Fundada hace ya más de cuarenta años, ha sido durante décadas custodia del sabor, de la memoria culinaria y del prestigio gastronómico no solo de Marbella, sino de Andalucía y de toda España. Hoy, esa historia se renueva sin romperse, como un guiso que mejora cuando se deja reposar.
En una reunión extraordinaria celebrada el pasado 12 de diciembre, y por absoluta unanimidad de todos sus miembros, la Academia adoptó decisiones que marcan un hito en su trayectoria: el nombramiento como presidente honorífico perpetuo de quien ha sido su alma durante casi cuatro décadas, el doctor Andrés Sánchez Cantos, y la designación de una nueva Junta Directiva que asume el compromiso de prolongar y engrandecer ese legado.
Andrés Sánchez Cantos, la memoria viva de la Academia
Pocas veces un nombre y una institución han estado tan íntimamente ligados. Andrés Sánchez Cantos no solo ha presidido la Academia de Gastronomía de Marbella durante casi cuarenta años; la ha moldeado con paciencia, con rigor y con una pasión discreta, pero constante. Bajo su mandato, la Academia se convirtió en referente nacional, punto de encuentro de gastrónomos, académicos, chefs, científicos, artistas y personalidades de primer nivel.
Por sus mesas han pasado figuras esenciales de la política, la cultura, la ciencia y las artes, y hasta tres Premios Nobel, algo que pocas instituciones gastronómicas pueden reivindicar. Su forma de entender la gastronomía —como cultura, como diálogo y como identidad— ha dejado una huella profunda e indeleble.
El nombramiento como presidente honorífico perpetuo no es solo un gesto institucional: es un acto de justicia, de gratitud y de afecto. En sus palabras, pronunciadas ante los académicos durante la tradicional Cena de Navidad, Sánchez Cantos puso de manifiesto el cariño, la ilusión y el compromiso con los que aceptó aquella confianza inicial que, con el paso de los años, se transformó en vocación de vida. Sus palabras, acogidas con una ovación sincera, emocionaron a todos los presentes.
Un relevo sereno y consensuado
La Academia ha demostrado que el prestigio verdadero no teme al cambio cuando este se hace desde el consenso y el respeto. Por unanimidad, fue designado como nuevo presidente ejecutivo el empresario Antonio Espada, una persona profundamente querida no solo en el seno de la Academia, sino en buena parte de Marbella.
Espada asume la presidencia con una mezcla de responsabilidad e ilusión. En su intervención, agradeció la confianza depositada en él y expresó su firme propósito de impulsar nuevas iniciativas que refuercen el papel de Marbella como uno de los grandes destinos gastronómicos de España, sin perder de vista la esencia que ha hecho grande a la institución.
La nueva Junta Directiva queda completada con el nombramiento de Ricardo Bocanegra Sánchez como secretario general, cargo que seguirá ejerciendo con la solvencia y dedicación que ya son marca de la casa, asumiendo además las funciones de tesorero. La vicepresidencia recae en José Leandro, veterano académico y figura clave en la vida activa de la institución, incansable explorador de los espacios donde la cocina alcanza sentido y verdad.
La toma de posesión de estos cargos tuvo lugar el miércoles 17 de diciembre, durante la Cena de Navidad de la Academia, celebrada en un ambiente cálido, elegante y profundamente humano, acompañados los académicos por sus cónyuges y amigos, en una velada donde la gastronomía volvió a ser excusa para el encuentro.
El Casco Antiguo: escenario, memoria y futuro
No es casual que muchas de las actividades recientes de la Academia se desarrollen en el Casco Antiguo de Marbella, ese laberinto vivo donde historia y presente dialogan entre plazas, iglesias y callejuelas cargadas de aroma y de luz.
Desde la Plaza de los Naranjos hasta el Puente de Ronda, pasando por la Iglesia de la Encarnación, la Plaza de Altamirano o el Balcón de la Virgen, la oferta gastronómica es tan diversa como auténtica. Allí conviven el pescaíto frito al viejo estilo marbellí, la gamba y la cigala excepcionales, con propuestas más contemporáneas que reinterpretan el producto sin traicionarlo.
Gastronomía como cultura compartida
La cena tuvo lugar en el restaurante Bakoa – El sabor del origen, en la Plaza de la Iglesia, ejemplo del espíritu crítico y constructivo de la Academia. Allí, los académicos pudieron constatar una cocina que dialoga siempre desde el respeto al producto.
La valoración fue honesta, rigurosa y profesional, como corresponde a una institución que entiende la crítica gastronómica no como juicio, sino como contribución al crecimiento colectivo.
Una comunidad unida por la amistad y el respeto
Más allá de los cargos y de los nombres propios, la fortaleza de la Academia de Gastronomía de Marbella reside en el tejido humano que la sostiene. Amistades forjadas a lo largo de los años, complicidades nacidas alrededor de una mesa y una forma compartida de entender la gastronomía como cultura, conversación y celebración. Ese espíritu —el de sumar sin estridencias y de reconocer sin alardes— es, sin duda, uno de los secretos mejor guardados del prestigio de la Academia.
Pasado, presente y porvenir
La Academia de Gastronomía de Marbella afronta esta nueva etapa con la serenidad de quien sabe de dónde viene y con la ambición de quien sabe hacia dónde quiere ir. El relevo en la presidencia no supone ruptura, sino continuidad consciente, una transmisión de valores que convierte la gastronomía en un acto cultural, social y casi espiritual.
A ello se suma una circunstancia especialmente alentadora: la presencia de personas jóvenes, preparadas y comprometidas, dispuestas a asumir en el futuro el legado que los actuales académicos irán dejando. Esa continuidad generacional, construida desde el respeto y la vocación, permite augurar a la Academia un largo recorrido y una vida prolongada, asegurando que su esencia perdure y se renueve con el paso del tiempo.
Porque en Marbella, comer nunca ha sido solo alimentarse. Ha sido —y sigue siendo— celebrar la vida, la amistad, el territorio y la excelencia.
Y mientras haya una mesa compartida, una conversación honesta y un plato bien pensado, la Academia seguirá cumpliendo su misión. Con nuevos nombres, sí, pero con la misma alma.
Quien escribe estas líneas no puede sino sentirse honrado por la amistad que le une a muchos de los miembros de esta querida Academia, a la que contempla con admiración y afecto sincero.