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Un festín con sabor a amistad en el templo marinero de Marbella

Con la feria de San Bernabé de Marbella en pleno apogeo, la ciudad se viste de fiesta y tradición, y la Cadena COPE no podía faltar a la cita. Desde el corazón del recinto ferial, en el parque de la Alameda, el equipo del programa matinal "La Mañana de la Costa" retransmitía en directo, llenando de voces y alegría las ondas. En esta ocasión, hoy (sábado día 14), penúltimo día de feria, tuve el privilegio de desplazarme hasta esta hermosa ciudad malagueña, invitado por el director de esta casa, José Antonio Gómez y la conductora del magacín, Raquel Tapia, como es Cope Marbella, donde me honro estar todos los jueves “Copeando” ─nombre de mi espacio semanal─

José Antonio Gomez nos guio hasta un rincón escondido del casco antiguo de Marbella. Un entorno que es puro costumbrismo andaluz, de esos que parecen sacados de una película: callejuelas blancas, balcones llenos de flores y ese sabor a sur que no se puede explicar, solo vivir. En medio de ese entramado encantador descubrimos el restaurante Altamirano, que desde hoy se ha ganado un lugar en mi corazón.

Y es que Altamirano no es un bar cualquiera, aunque lo diga su nombre. Es un auténtico templo del mar, donde el pescado y el marisco son religión, y donde cada plato rezuma sabor, autenticidad y respeto por el producto.

Su historia es también parte del encanto: Salvador Gallardo, el actual propietario, es un verdadero caballero de la hostelería. Heredó el local de su padre, quien lo había convertido en tienda diferentes negocios. Fue a mediados de los años 60 cuando Salvador hijo le dio su alma definitiva: la de restaurante. Desde entonces, Altamirano es un secreto a voces entre los marbellíes que saben dónde encontrar lo auténtico.

La comida fue, sin exagerar, una experiencia sublime. Empezamos con una ensalada de tomate "huevo de toro", aguacate y atún en aceite que parecía recién salido del mar, unos langostinos al ajillo espectaculares, navajas importadas directamente de Galicia, unas sensacionales gambas de Garrucha, etcétera . Le siguieron unas puntillitas, tan crujientes y ligeras que parecían danzar en el paladar, y unos boquerones fritos en su punto exacto: fritura limpia, aceite rubio y harina justa. Todo culminó con una lubina salvaje a la plancha, de esas que se comen en silencio, por respeto. De postre, dulces que fueron el broche perfecto a una comida que será difícil de olvidar.

Pero si la comida fue inolvidable, la compañía lo fue aún más. Porque hay momentos que se elevan por quienes los comparten. Allí, en esa mesa larga, entre risas, anécdotas y complicidades, se reunieron nombres que ya son familia: José Antonio, Maricarmen, Carmen, Nino, Mariluz, Javier, Javier Caracuel, Curro, Isabel y Maribel. Gente buena, auténtica, entrañable. Con ellos, cualquier lugar se convierte en hogar.

Y como si faltara algo para hacer de Altamirano un sitio especial, está el fútbol. Bufandas, fotos, balones firmados, camisetas históricas: todo respira pasión por el deporte rey. Es un restaurante donde se come con el sabor del mar y se charla con el alma futbolera, donde la memoria de grandes partidos y grandes jugadores acompaña cada plato.

Altamirano ya es, sin duda, uno de mis lugares favoritos. No solo por lo que comí, sino por con quién lo compartí. Porque hay comidas que son banquetes, y hay compañías que se convierten en recuerdos imborrables. Y cuando ambos coinciden, solo queda agradecer... y volver.


AUTOR DESTACADO

Pedro

La cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente

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