- COMENSALES 2
- SE PREPARA EN 3 minutos
- DIFICULTAD Fácil
- PRECIO Bajo
Harina, agua, sal, y levadura es todo lo que necesitamos. La clave está en la calidad y cantidad de los ingredientes, que deberán ser seleccionados en función del resultado que busquemos.
Aunque para comenzar, se recomienda usar harinas de trigo con altos niveles de proteínas, en unas proporciones aproximadas de: 500 gramos de harina, 300 g de agua, 10 g de sal y 15 g de levadura.
Amasado:
Mezclar bien los ingredientes es una de las fases más importantes de la panificación. De esto depende la formación de la red de gluten que proporcionará la esponjosidad al pan. Cuando más desarrollemos este proceso, mayor será el volumen del pan y más blanca y regular la miga.
El reposo y la fermentación:
Para que la masa adquiera “cuerpo” es necesario dejar un periodo de tiempo de descanso tras el amasado para que la levadura actúe y madure la masa aumentando su fuerza y produciendo los aromas que aportan el sabor al pan.
Formado y fermentación final:
Primero dividiremos las piezas. Seguidamente, bolearemos para reestructurar la masa para que se elimine el exceso de dióxido de carbono que se haya podido crear durante el primer reposo o fermentación. Después, dejaremos un segundo reposo para que el gluten se relaje, este paso suele durar unos 15 minutos. Por último moldearemos nuestra pieza, o piezas, hacía su forma final.
Cocción:
Con el horno precalentado a 220º, baja la temperatura a 180º e introduce la masa en el horno acompañándola de unos cubitos de hielo. Estos deben ponerse en una segunda bandeja que habremos colocado en la parte inferior del horno antes de encenderlo. Será la humedad producida la encargada de que la corteza se forme correctamente.
Espera unos 15 minutos y… ¡tendrás un pan elaborado con tus propias manos! ¿Te vas a quedar sin probarlo?