El pasado jueves 15 se celebró la Asamblea Anual de HORECA, un evento que trasciende lo institucional para convertirse, año tras año, en una auténtica celebración de la hostelería gaditana. Una cita llena de emoción, reencuentros y orgullo por una profesión que, cuando se ejerce con alma, se convierte en vocación de vida. La Federación de Hostelería de la provincia de Cádiz (HORECA), con el empuje incansable y el cariño de siempre de Antonio María Ceballos, volvió a reunir a los grandes nombres del sector para rendir tributo a quienes han hecho historia en los fogones, en las barras y en el corazón de su gente.
Este año, entre los momentos más conmovedores, destacó el merecidísimo homenaje a José Sixto, quien se ha jubilado recientemente tras dedicar su vida entera al Bar Los Gallegos, una institución en San Fernando, un templo del sabor, de la tradición y de la autenticidad.
Un legado nacido del esfuerzo y el arraigo
Los Gallegos no es un bar cualquiera. Fundado en 1947 por Cesáreo Sixto —padre de Pepe y Manolo— es un pedazo de historia viva de La Isla de San Fernando. Cesáreo llegó siendo un niño desde su Galicia natal. El mar y el trabajo le trajeron hasta Cádiz, y el destino lo arraigó en San Fernando. María Taguada, mujer fuerte y generosa con quien formó una familia y, también, un sueño: levantar un negocio con sus propias manos, basado en la cocina sincera, en el trato cercano y en el sabor de lo bien hecho.
Desde sus inicios, el bar fue creciendo con paso firme, ganándose el respeto y el cariño del vecindario. Aquellos que cruzaban la puerta no eran solo clientes: eran amigos, vecinos, cómplices de barra. Y eso no se improvisa: eso se cultiva, día a día, con honestidad, con cariño y con mucho trabajo.
Dos hermanos, un corazón común
Manolo y Pepe se criaron entre sartenes, comandas y conversaciones de barra. Desde pequeños mamaron el oficio y el compromiso. Primero fue Manolo quien se sumó al negocio familiar; luego lo hizo Pepe, aun siendo un chaval, pero ya con ese don que tienen los buenos hosteleros: la empatía, la sonrisa a punto, el saber estar y el saber escuchar.
Mas tarde, a ellos se unió María José Requeijo (“Fina”), que tristemente ya no está entre nosotros, esposa de Manolo, una cocinera de esas que no necesitaban diploma, porque su cocina se explicaba sola, en cada bocado. Su empanada, sus guisos, su mimo por los detalles hicieron de Los Gallegos un lugar donde no solo se comía bien, sino donde uno se sentía en casa… igual que ahora
La cocina que nos pertenece a todos
Hablar de Los Gallegos es hablar de una cocina que ha sabido unir dos mundos: la fuerza y la melancolía de Galicia, con el arte y la alegría del sur. Platos como las papas con carne, el pulpo, el hígado encebollado, la empanada gallega o el riquísimo pescaíto frito —ligero, sabroso, siempre en su punto— son ya parte del patrimonio culinario de La Isla. No son solo recetas, son recuerdos que compartimos entre generaciones.
Ese pescaíto frito, por ejemplo, ha sido motivo de culto. El que ha pasado por Los Gallegos sabe que allí se fríe con el alma, con esa mano que solo se aprende con el tiempo, con respeto al producto y a la tradición. Porque en Los Gallegos no se cocina para vender, se cocina para emocionar.
Un referente humano y profesional
Pepe Sixto representa todo eso. Es la cara amable que ha acompañado durante décadas a tantos vecinos, trabajadores, marineros, familias enteras. Su forma de estar detrás de la barra, su humildad, su cercanía, su saber hacer… forman parte del alma de este bar, de ese espíritu acogedor que hace que uno entre por primera vez y ya se sienta de casa.
Este homenaje a Pepe es también un homenaje a una manera de entender la vida: la de los que no han buscado nunca el aplauso, pero lo han merecido siempre. A él y a su hermano Manolo, guardianes incansables de un legado heredado con orgullo y defendido con trabajo diario, debemos agradecerles no solo el sabor, sino la permanencia. La resistencia frente a la prisa, la moda o lo efímero. Ellos han sido fieles a lo auténtico.
Gallegos de sangre, isleños de corazón
Decir “Los Gallegos” en San Fernando es decir familia. Es decir, cariño. Es decir, identidad. Por eso, aunque su origen esté en Galicia, Pepe y Manolo son, sin ninguna duda, dos isleños con todas las letras. Isleños de pura cepa, queridos y respetados por todos. No hay calle donde no se les mencione con afecto, ni paladar que no los recuerde.
Han sabido dignificar la hostelería desde la humildad y el trabajo honrado. Han creado un lugar donde se come, sí, pero también donde se vive, se convive, se conversa, se comparte y se quiere. Un sitio donde uno vuelve una y otra vez porque sabe que allí sigue latiendo el corazón de La Isla.
Gracias, Pepe. Gracias, familia. Gracias, Gallegos.
Querido Pepe, enhorabuena por esta merecida jubilación. Te jubilas con la satisfacción de haberlo dado todo, sin pedir nada. Te jubilas con el cariño sincero de un pueblo entero que te admira y te quiere. Tu historia, la de tu padre, tu madre, tu hermano y tu cuñada, no se borra. Permanece en los corazones, en las mesas, en las risas, en los platos que seguirán contando vuestra historia por mucho tiempo más.
Gracias, por tanto. Gracias por siempre.