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Sostiene Marcello

En el cine, Marcello Mastroianni fue maestro de escuela, camarero, anarquista, marido impotente, comisario de policía, locutor homosexual, cura, anticuario, y otras varias docenas de papeles en el largo centenar de películas que en las que participó, pero el chiché de “latin lover”, ganado a pulso en La Dolce Vita, le persiguió y fastidió hasta lo indecible a lo largo de toda su existencia. En el casi epílogo de esta, con la espada de Damocles pendiendo en un cáncer de páncreas grabado en la hoja, dio vida a Pereira, periodista viudo y cardiópata, encargado de la sección cultural de un modesto periódico; un tipo mediocre y pusilánime que finalmente se alza a hombros de gigantes para luchar contra la injustica y la barbarie fascista. Marcello se enamoró del Pereira personaje y más si cabe de su tierra portuguesa, y en septiembre de 1996 se puso ante la cámara de Manoel de Oliveira para rodar la que sería su última película, Viaje al principio del mundo. La directora Ana Maria Tatò aprovechó para filmar en paralelo un documental durante las pausas y tiempo libre que a Marcello le dejaba su trabajo. Aquella iniciativa se convertiría finalmente en un legado de memorias, imágenes y texto, bajo el título: “Sí, ya me acuerdo…”.




Como ya lo hizo encarnando a Pereira, Marcello sostiene con firmeza la certidumbre de una historia que a muchos puede parecer dudosa o prejuiciada. Para ello desecha el enfoque diacrónico y deja que sus recuerdos vuelen sin rumbo fijo, vengan un instante a su mente y huyan al punto a su capricho.

Marcello se encuentra viejo y de la necesidad hace virtud: “… ya no tengo que preocuparme por la línea y puedo beber y comer sin tasa con mis amigos”.

En el primer capítulo del libro, "Como un viejo elefante", Marcello ofrece una anárquica consecución de fogonazos de recuerdos de su vida y en ellos aparece con frecuencia iluminada la comida: “Recuerdo un gran níspero”, “Recuerdo las croquetas de arroz”, y “Recuerdo perfectamente el sabor y el olor del cocido de garbanzos”. En este punto la variedad garbancera del país translapino es relativamente amplia, porque aunque los romanos del imperio se mofaran de los hábitos culinarios hispanos y consideraran que el consumo de garbanzos era patrimonio exclusivo de los pueblos de la antigua Iberia, los italianos modernos los incorporaron a su repertorio coquinario en exquisitas recetas, como Papate, ceci e salsiccia, Ceci, pancetta e funghi, Zupa di espinaci e ceci, o Ceci con salsa pesto. También recuerda Marcello con especial nostalgia y delectación un Sartu napolitano, una especie de pastel relleno de albóndigas de carne y guisantes, que su abuela preparaba siempre para Navidad. Recuerda al fin la cazuelita de aluminio a la que le faltaba un asa y donde su madre le freía los huevos.






Marcello murió en París el 19 de diciembre de 1996 y su cadáver fue trasladado inmediatamente a Roma. El día 21 se oficiaban las exequias públicas, con Sofía Loren llorando desconsoladamente en primera fila. Sobrevolándolo e impregnándolo todo, la música de Ocho y medio, donde Mastroianni fue el director de cine Guido Anselmi, que como él buscaba respuestas en las visiones que invadían su mente, recuerdos de una vida, sueños fantásticos y oscuras imágenes de un futuro nebuloso.



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Albert

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