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Tropecé de Nuevo, con el Mismo Macdonalds


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Sandra
¡Quiero chup chup de la cazuela!



Tropecé de nuevo y con el mismo MacDonalds, caminando ramblas hacia abajo en Barcelona. Me detuve, lo miré muy seria y me pregunté a mi misma: ¿tendrán las mismas hamburguesas de siempre? La respuesta no se hizo esperar: si, así es. Las mismas.

¿Reside el éxito de este, digamos, restaurante, precisamente en la uniformización simple de su menú? ¿será el pepinillo lo que de verdad da el gusto a los bocadillos o acaso es el ketchup que se introducen las madres en el bolso lo que atrae a la gente a este lugar? Cuántos amantes de la buena mesa han entrado alguna vez en un restaurante de este tipo. Pensando en los niños, por ejemplo... ¡es tan simpático el payasito de la puerta! Tan rápido librarse de la canalla... es ideal, como una marca de leche, si no recuerdo mal, que es posible. Reconozcámoslo: Mac Donalds (su nombre es tan sugerente, sobre todo en España... Parece adecuado encontrar una caseta suya en la Feria de Abril, y el payasito que baile una sevillana) nos atrae a todos alguna vez. Las hamburguesas te las comes de un bocado y los sandys están riquisímos. Renunciamos a la variedad culinaria a favor de la rapidez de esa hamburguesa que nos sirven con guantes de plástico y garantías de calidad los jóvenes trabajadores de MacDonalds. MacDonalds, MacDonalds, Mac Donalds, tan rico, tan barato (¿recuerdan Lolita de Nabokov?) Mac, Mac Donalds... Cuando vaya a Plaza Cataluña, otra vez.


En mi habitación esperé un bocadillo
Esperé y esperé un bocadillo, en mi habitación. Y no venía, no llegaba, nunca lo veía. Era de caballa, tenía un poco de lechuga y condimentos, según creo. Habían de enviarlo por mensajero y no llegaba. ¡Sería posible que hubiera tenido un accidente el jovencito en la moto? ¿No se la habría perdido mi bocadillo y estaría buscándolo por la carretera? ¡Qué absurdo! Y yo sin bocadillo. La nevera estaba vacía, ¿Dónde estaba el mensajero? ¿Llamaría a telepizza? Igual sería más eficaz en la entrega de un trozo de comida a degustar con las manos, cual cosa no se hace con otros tipos de manjares, como por ejemplo la carne o el pescado en su salsa. Qué hambre tenía, era tarde y hacía frío y no venía. Sonó entonces el timbre de la puerta... lo ví venir, el bocadillo de caballa al fin, abrí la puerta y entonces, el mensajero al otro lado cayó desfallecido ante ella y lo vi claro. No estaba bien alimentado: no había tomado verduras, al menos en un año. Tumbado en el suelo, con una anemia galopante, hube de dejarle. Llamé a la ambulancia y se lo llevaron rápido a un Hospital rehabilitante. Mejoró muy pronto y cambió su dieta. Yo al fin tomé mi bocadillo de caballa. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



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