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La Cerdanya



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Enric Hercé



Con un marcado carácter claramente pirenaico, la comarca de La Cerdanya, la más occidental de las comarcas gironinas, es entre otras muchas cosas pero antes que nada, la comarca de la nieve por excelencia. Su gigantesco y desmesurado paisaje montañoso, se ofrece a los ojos de los viajeros con ese aspecto casi irreal de la más imponente geografía pirenaica. Una comarca de altas cimas que entre otras no menos destacables y hermosas levanta hacia el cielo las cumbres del Cadí y del Moixero, las agujas del Pedraforca y buena parte de los macizos de Tossa y Puigllançada. Entre todas ellas se extiende parte del parque natural del Cadí -Moixero, el más grande de Catalunya .

La Cerdanya constituye un cruce de caminos entre tres países distintos, Catalunya, Francia y Andorra, y esta circunstancia hace que esta comarca posea algunas de las virtudes paisajísticas y humanas de estas tres claras influencias culturales. Desde el siglo XIX, la Cerdanya se convirtió en el lugar de veraneo de la alta burguesía barcelonesa, que buscaba en sus verdes paisajes el contrapunto de tranquilidad y armonía contra el estrés, aun no diagnosticado pero seguro que presente de la gran ciudad. Desde entonces y hasta ahora, el turismo es la principal fuente de ingresos de la comarca. En los últimos tiempos, los deportes relacionados con la nieve, son sin duda alguna la principal atracción. La estación de La Molina, por ejemplo, fue la primera de España en instalar remontes mecánicos para los esquiadores. La Masella, también en la localidad de Alp, es la otra gran estación de la zona, y ambas han sido unidas creando así una enorme extensión de maravillosas pistas capaces de satisfacer toda la temporada a cualquier deportista blanco.



Pero para el viajero menos deportista, y más amante del plácido placer de la contemplación, podrá encontrar en esta comarca sobradas razones para perderse por sus carreteras, calles, caminos y plazas en busca de esas pequeñas o grandes maravillas, arquitectónicas o naturales, que están ahí, esperando pacientemente ser admiradas. Un buen lugar para empezar, podría ser la capital de la comarca, Puigerdà, villa montañosa y montañera fundada en el lejanísimo año de 1.117 y consolidada hoy día como el núcleo urbano por excelencia de la comarca, con una importante vida comercial y unas instalaciones adecuadas a las necesidades de su realidad turística cotidiana. Cabe destacar el lago, precioso, en el centro de la ciudad, y de los primeros lugares en España en donde se empezó a practicar el patinaje sobre hielo, hoy deporte muy popular en la ciudad y en la comarca. La iglesia parroquial, de 1.288, reconstruida en 1.938 tras un gran incendio, guarda numerosas joyas medievales y el ayuntamiento muestra interesantes pergaminos de los siglos XII al XIV así como unas cuantas pinturas de gran valor y belleza.



Iglesias, capillas y más de 50 ermitas son un buen catálogo de arte románico que se despliega por toda la comarca y se concreta en siete rutas trazadas y programadas en las que se puede disfrutar de todo este enorme bagaje artístico cultural. El románico de la comarca se caracteriza por sus tallas en madera policromadas. Todo un reto para el viajero ávido de conocimiento, con buenas piernas y amor a la montaña.

Otra visita inexcusable se concreta en el pueblo de Llívia, único municipio del estado español rodeado completamente por el estado francés. En esta pequeña localidad, aparte de su curiosidad política y social, el viajero podrá visitar una de las farmacias más antiguas de Europa. En el interior de las murallas del castillo medieval, se forjaron importantes tramas históricas, siendo las más destacada, la del Tratado de Los Pirineos, triste contrato entre déspotas que rasgó Catalunya partiéndola en dos.



Tanta montaña, tanto arte, tanto paisaje idílico, provoca, además de gozo espiritual y placer visual, apetitos desmesurados que calmar. Ningún problema, la rotundez del paisaje de la Cerdanya tiene su reflejo en una excelente gastronomía que recoge lo mejor de los verdes pastos, lo más escondido de los umbríos bosques, lo más terso de las pequeñas huertas de la comarca, y lo transforma a través de un recetario tradicional en sabrosos y sugerentes platos. De tal forma y con esa intensidad, el viajero saciará su hambre con apetitosos civets de jabalí o liebre, deliciosas perdices estofadas con coles o nabos negros, impresionantes embutidos y quesos tradicionales, entre los que destaca los potente tupins, macerados en aguardiente. Un clásico entre los clásicos se ha erigido como la estrella de esta cocina: el trinxat. Una mezcla de patata y col, si esta ?tocada? por la helada matutina mucho mejor, hervidos, y salteados en fina y dorada tortilla bajo una buena tira de tocino frito. Toda una síntesis de cocina rural y montañera, transformada y refinada en alta cocina.

La Torre del Remei, palacete de antiguos señores hoy convertido en restaurante y hotel de mucho lujo, es sin duda el primer referente gastronómico de la comarca. Sus propietarios, Josep Mª Boix y esposa, han sabido colocar su establecimiento en lo más alto de las listas y crear un concepto de cocina montañesa creativa y lujosa que ha ganado y gana adeptos y amigos día a día. En Bolvir de Cerdanya y con el teléfono 972 140182. Otro lugar maravilloso en su entorno es Meranges, un pueblecito que parece una reproducción de pesebre navideño y lugar ideal para iniciar bonitas excursiones. el Rt Can Borrell, ofrece una decoración refinadamente rústica y cálida, una cocina muy digna, con algunos toques de modernidad y unas habitaciones encantadoras. Otros muchos restaurantes, de todos los niveles, se ofrecen para satisfacer al más exigente de los viajeros turistas o viajeros excursionistas.

La Cerdanya, ofrece un paisaje de montaña, pero no es una montaña lejana y temible, si no cercana y posible, una montaña suave en sus desniveles y dócil con sus visitantes, una montaña donde el Sol brilla más que en todo el Pirineo, dada su orientación este-oeste, una montaña, en fin, a medida humana.

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