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A Copa Quieta


Riberexpo, lo mejor y lo peor de la Ribera.
La 7ª muestra de vinos de la Ribera del Duero, Riberexpo, cerró sus puertas el pasado 17 de mayo en Peñafiel después de tres días de intensa actividad para todos aquellos que se acercaron a la villa castellana a catar la amplia selección de vinos de la Ribera representados en la feria.
Este año el certamen acogió al 80% de las bodegas embotelladoras de La D.O Ribera del Duero, un total de 57 industrias vitivinícolas asistentes de las cuales 32 pertenecían a Burgos, 24 a Valladolid y una, a Soria. Una representación muy completa que abarcó desde la mítica Vega Sicilia, que ofreció Valbuena 94 y Alión 96 para degustar, hasta todas las cooperativas de la zona agrupadas en un stand propio promovido por URCACYL. Sólo tres ausencias significativas de bodegas con peso específico en la D.O: Valduero, Hermanos Pérez Pascuas y Peñalba López.



Según fuentes de la organización, en el trancurso de los tres días de duración, visitaron la muestra alrededor de 8.500 personas. Se estima que, aproximadamente, un 35% de visitantes fueron profesionales relacionados con el sector vitivinícola. Entre ellos, cabe destacar la presencia de agentes comerciales e importadores de Canadá, Estados Unidos y México que buscaban iniciar relaciones de distribución con bodegueros asistentes al certamen. Tampoco se perdieron la feria asociaciones de sumilleres de distintas partes de la geografía española, restauradores, enólogos y periodistas especializados en vino pertenecientes a influyentes cabeceras.
Por segundo año consecutivo, Riberexpo organizó ocho sesiones de análisis sensorial para promover el conocimiento del vino entre aficionados no profesionales. Las catas estuvieron dirigidas por profesionales de la Estación Enológica de Castilla y León y enólogos de la Ribera del Duero, y contaron con la participación de unas 240 personas.



Los mejores vinos del certamen fueron los de siempre, clásicos y modernos de bodegas que no fallan: Alión 96, prometedor, poderosos y con clase, no será presentado hasta la primavera del 2.000; Alenza 96, graso y con nervio, con mayor equilibrio y menos agresivo que el Alenza 95; Pesquera Reserva 95, en el estilo de la casa: tánico, sabroso, largo, con la impronta del roble americano nuevo. En un nivel similar, quizá con menos concentración, se encontraba el Hacienda Monasterio 1996- una bodega que cada año escala un nuevo peldaño- con sus característicos aromas lácticos (queso) y abundantes taninos.
Sin duda, los vino de las cosechas del 95 y el 96 (en especial los de esta última), fueron los más piropeados y ensalzados. Entre los 95 destacó el Marqués de Velilla Reserva, muy original en la nariz con notas de regaliz y caña de azúcar, todavía debe integrar el roble y limar ciertas asperezas; y el Valsotillo Reserva 95, con juventud y gran potencial.



En el abanico de los 96, hay que destacar otro tinto de los Hermanos Arroyo: el Valsotillo Crianza 1996, que mostró una envidiable estructura tánica y magnífica fruta. Otro 96 rico en aromas frutosos( arándanos, frambuesa) y de inmejorable corpulencia fue Briego, de la bodega del mismo nombre situada en la localidad vallisoletana de Fompedraza. Se desmarcó de la línea más genuinamente ribereña por su carácter especiado y maduros taninos el Villacreces Crianza 1996, un tinto de los Hermanos Cuadrado en el que el Cabernet Sauvignon aporta una inusitada complejidad.
Desencantaron la mayor parte de los 97 que muchas bodegas, con las existencias de 96 ya muy limitadas, ofrecían casi como único vino. Con las excepciones del carnoso Teófilo Reyes y el armónico y serio Hacienda Monasterio, los riberas de esta difícil añada se presentaron enflaquecidos, con colores más abiertos y parcos en taninos.
En el lado negativo, la muestra constató que aún son demasiados los Riberas deslavazados y desequilibrados, con volátiles disparadas, oxidaciones prematuras e insoportables tufos de humedad. Tintos que uno no se explica con qué criterios pueden pasar el filtro de un comité de cata.



Además, Riberexpo sirvió para confirmarnos a algunos una conclusión que ya veníamos rumiando y que el paso del tiempo no hace sino acrecentar. Esto es, la progresiva e imparable polarización en la calidad de los vinos y la ampliación de la distancia entre bodegas en términos de prestigio, rigor y continuidad. Cada año que pasa los buenos elaboradores continúan imparables en línea ascendente, y los ?malos?, por escasa responsabilidad y profesionalidad, o quizá simplemente por querer hacer más de lo que saben, caen en picado. Con bodegas que, con la irregularidad por bandera, son incapaces de mantener un nivel homogéneo de calidad.
Y es que al final, el mercado acaba posicionando a todos, y premia a los productores regulares que no se dejan llevar por la fiebre de producir y construir sin límite, castigando a quienes pierden de vista su producto, su viñedo, sus orígenes, su fisonomía. Como resultado, un puñado de bodegas de prestigio que elaboran grandes vinos tiran de un carro donde el resto, que en buena parte no pasa de la mediocridad, va plácidamente sentado.


AUTOR DESTACADO

Albert

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