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Ramah, el Exotismo de un Poblado


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Manuel Bolivar



La cocina libanesa es consecuencia de una larga tradición y de una creatividad muy valiosa, proveniente del uso oportuno de recursos como las verduras, las carnes y el pescado, entre otros. Dentro de la misma, y muy poco conocida, existe aquella parte que se origina en poblados muy lejanos, como Ramah, un caserío, como otros lugares, que fue asiento de otomanos en otros tiempos, durante el imperio del mismo nombre.

Ramah es vocablo de origen turco, según algunos autores. Y también creen que se trata de una referencia a un grupo de lanzas mayores, utilizadas por el ejército romano. Y aunque desconocemos los verdaderos orígenes de estas versiones, debemos recordar que la lanza reafirmó, durante siglos, su vigencia como instrumento para la lucha que ostentaba desde épocas prehistóricas. Existe también, en una tradición oral, una leyenda que atribuye el inicio del caserío a una hermosa dama, de origen sirio. Nada extraño en una comarca que está situada en la frontera con ese país, al borde del río, llamado Naher el Kebir, o Río Grande.

Se cuenta, que esta sublime dama vivía al otro lado del río, junto a su esposo y sus tres hijos, que ejercía labores en propiedades de un latifundista, que terminó por enamorarse de la joven; tanto, que asesinó a su esposo y esta acción provocó un refugio en tierras libanesas. Para esa época la mayoría de la población estaba compuesta de soldados, que con el tiempo fueron reduciendo sus actitudes sedentarias y abandonaron el lugar en busca de mejores oportunidades, quedando así como dueños, el grupo de tres jóvenes, que con su esfuerzo labraron y cultivaron estas tierras, dando inicio a una gama de tradiciones y costumbres, a las que cada generación fue aportando sus cuotas de creatividad y sacrificio.

Ramah es un poblado de una fuerte tradición agrícola, que tardó mucho en recibir beneficios de las decisiones gubernamentales. Sin embargo, logró superar las ausencias de apoyo gracias a su consecuente estilo de cultivar el gusano de seda, que vendían a Kobayat. Así mismo su cocina rudimentaria no carece de exotismo. Y se podría decir, que si se tuviese que describir a la misma, no tardaríamos en afirmar que se trata de un lenguaje alimenticio que evidencia la tierra.

Se nos presenta una tradición culinaria, que resalta su rica variedad a través del repollo, la berenjena y el garbanzo, por ejemplo. Y es muy probable que esta combinación que facilita su textura y sabor, sea resultado de alguna influencia que se haya agregado a su coloquial modo de preparación. Las diferencias -y eso lo sabemos- son aportadas por la particular sazón o las ocurrencias que derivan de la curiosidad de algún paladar aventurero.

Y es ese acento colorista, de donde surge la consistencia y protagonismo de las preparaciones, que encontramos en algunos lugares de esa extraordinaria geografía exótica muy bien plantada dentro del mosaico libanés. Hay que agregar, que aunque posee una humilde fama, se puede observar en casos como el Kibe de papas, un discreto orgullo, donde destaca el trigo y la pimienta, como parte de un barroquismo oriental, marcado por el aporte envolvente del garbanzo; aunque pido perdón a los academicistas por tal definición.

Con mucha razón, la escritora de origen libanés, Sara E.S de Saleh, en un poema de su autoría, más impulsado por la nostalgia que por la ambición metafórica, declara: Entre las altas terrazas/y tantas higueras/y el salvaje garbanzo/les enseñaste a amar. Y es que este poblado, con su conjunto de preparaciones que no provienen de una cartilla, sino del calor de ciertas costumbres familiares, refleja un arte rudimentario y campesino, donde aprendieron a convivir los distintos elementos de sus cultivos en una forma democrática y deliciosa.

Es bueno aclarar, que aunque derivadas de prácticas familiares o costumbristas, prolongadas a lo largo del tiempo, las mismas revelan de algún modo, la fisonomía de un pueblo. El poblado de Ramah, con su ensalada de repollo o encurtidos de berenjenas, aporta su buen grano de arena a la formación de una presencia culinaria muy especial: la del Líbano. Además de eso, representan oportunas donaciones, aún cuando existe la tradición de escribir las recetas a mano, como parte de una herencia secreta de las abuelas, en hojas cuadriculadas que derivan de la forma como se enseñaba, muchos años atrás, la lengua francesa en el poblado.



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