Cinco que se resumen, como los mandamientos, en dos: su cuidada carta de vinos de vigneron y sus vistas de Los Jerónimos. El arte era esto.
Si el otro día hacíamos aquí un repaso de algunas de nuestras terrazas favoritas de Madrid, hoy vamos a parar en una en concreto, El Mirador del Thyssen, que inaugura la temporada de verano el próximo martes. Del 9 de junio al 13 de septiembre y sólo en horario nocturno, así que si te convence su propuesta vete reservando una de sus 90 noches.
Os damos cinco motivos para visitarla:
1. Su carta de vinos. Este es el aspecto por el que se quieren diferenciar: una apuesta clara por los vinos de vigneron, un término que como ellos mismos explican comparte el doble significado de “viticultor” y “vinicultor” y con el que los franceses hacen referencia a caldos de ediciones limitadas elaborados por bodegas pequeñas.
Detrás de la selección de esta singular carta está la empresa Alma Vinos Únicos y el equipo de Paco Berciano, que han elegido 20 referencias entre blancos, rosados y tintos que llegan de todos los rincones de España y que se alejan de las marcas más conocidas para bucear en la historia de cada bodega, como Gaba do Xil 2014, un godello procedente de Valdeorras (Ourense), o La Malkerida 2013, un 100% bobal de Bruno Marciano elaborado en Requena (Valencia).
2. Su propuesta gastronómica. De diseñarla se ha encargado el chef Daniel Napal, responsable de la empresa que gestiona todos los espacios gastronómicos del Museo Thyssen-Bornemisza, Antiguo Convento Catering. Su carta incluye platos como el ceviche de marmitako; la ensalada de perdiz escabechada con mango, berenjena marinada y vinagreta de vino blanco; el carpaccio de langostinos y carabineros con aceite de erizos, coco y lima; o el suquet de rape y marisco al aceite de naranja y azafrán. Mucho mar -aunque también hay carne, como la hamburguesa de pato con peras caramelizadas a la pimienta de Sechuan- y recetas perfectas para la estación estival en una cocina mediterránea que seguro que tendrán un vino perfecto con el que maridar.
3. Sus vistas. Al final, más allá del ambiente o la carta, es por ellas, y por la brisa que corre en las azoteas, por lo que hay cola para subir a los áticos en los atardeceres madrileños. Y las del quinto piso del Thyssen-Bornemisza son de las mejores: apuntan a Los Jerónimos y ofrecen tranquilidad en pleno Paseo del Prado. En sus 250 metros no faltan detalles como flores frescas, mantelería de hilo o vajillas de la marca francesa Villeroy & Boch. En el restaurante de una pinacoteca la clase no puede faltar.
4. Su ubicación. Porque está en el centro de Madrid, en el Paseo del Prado, en pleno Triángulo del Arte, en la azotea de uno de los museos de arte contemporáneo más importantes del país. Y saberte cenando sobre un Hopper o un Klee es siempre un plus.
5. Su fugacidad. Si es una estrategia de marketing de sus gestores, reconocemos que ese “sólo durante 90 noches y sólo durante el servicio de cenas” funciona. Ya sabéis, sólo los tres meses de verano y sólo de 20,00 a 01,30 horas.
Pedro Manuel Collado CruzLa cocina para mi es producto bien tratado sin enmascarar sus sabores, cocina de verdad de antaño con un toque diferente 1 receta publicada |