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La España de Ava Gardner, entre el Cim-I-Tomba Y su Pollo a la Molly



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Miguel Ángel Almodóvar
Investigador y divulgador en ciencia nutricional y gastronomía

Ava Gardner, “el animal más bello del mundo”, vino por primera vez a España en 1951 para rodar Pandora y el holandés errante. Estaba convencida de que iba a ser una cinta mediocre, pero finalmente resultó ser una de las más importante de su carrera, ya que con ella logró dar un giro decisivo a su atribulada vida de entonces. La película se rodó, por mediación directa de Alberto Puig Palau, el “Tío Alberto” de Joan Manuel Serrat, en Tossa de Mar, un espacio que inmediatamente encandiló a su director, Albert Lewin.

 

 

La Costa Brava y la comarca de la Selva enamoraron también a Ava, seducida a la limón por un torero, Mario Cabré, y por el plato típico local, Cim-i-tomba, guiso marinero de pescados blancos y duros.

 

 

Tras un violenta irrupción en el rodaje de su entonces marido Frank Sinatra, abandonó el país con él, pero en el invierno de 1953 regresó a España y al poco empezó a vivir un intenso y tórrido romance con el torero Luis Miguel Dominguín, que Nieves Herrero recrea en su magnífica novela Como si no hubiera un mañana. Decidió afincarse definitivamente en España.

 

 

 

Antes de tener casa propia en Madrid, Ava se instaló y residió por algún tiempo en el chalet que un matrimonio amigo de la CIA, los Grant, Dooren y Frank, poseían en La Moraleja, una lujosa urbanización en el municipio de Alcobendas, muy cerca de la capital. Para ellos cocinaba con frecuencia Pollo a la Molly, la especialidad que su madre le había enseñado a preparar, a base de una mezcla de huevo, leche, harina y pimienta, enharinado antes de freír y que como tantos otros de su natal Carolina del Sur, era un híbrido de las cocinas, soul, criolla, cajún, lowcountry y floribeña.

 

En las noches madrileñas, que nunca acababan, salía a sus calles para bebérselo y comérselo todo. Le encantaba la Paella de Riscal, local que ya no existe hace tiempo, y los chuchipandeos en tablaos como Zambra, Gitanillos, y Villa Rosa, el único de aquella época que se mantiene en pie en uno de los extremos de la Plaza de Santa Ana. En ese mismo espacio y concretamente en la Cervecería Alemana, que sigue prácticamente igual, se reunía la familia Dominguín. Ava comía con placer y regocijo las mismas croquetas que entusiasmaban a “Polvorilla”, un caballo que llegaba allí desde Getafe para buscar a su amo, Juan “el Pavo”, tratante de ganado. Con Orson Wells frecuentaba Casa Botín, donde daba buen cuenta de su Cochinillo Asado, y bailaba descalza sobre las mesas.

 

 

 

A finales de los sesenta la magia de su romance con Luis Miguel se extinguía y este ya se había comprometido sentimentalmente con Lucía Bosé, de manera que la diva empezó a considerar la posibilidad de poner tierra de por medio.

 

 

Rodó su última película en España, 55 días de Pekín, en escenarios sitos entre cerca de Las Rozas, a unos 19 kilómetros de Madrid, y durante aquellas jornadas se trasladaba con frecuencia al Mesón la Cueva de San Lorenzo de El Escorial, donde disfrutaba de lo lindo de su recia cocina castellana y muy especialmente de su Lechazo asado. Con aquel sabor dejó España para siempre para instalarse en Londres, donde dejó correr sus días hasta los primeros de 1990.

 


 



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