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Trucos para Dar de Comer a Niños de Mala Boca



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Eva Martín
 
Todo aquel que tenga niños sabrá que, cuando toca sentarse a la mesa, se inicia una batalla por que el niño coma bien. La mayoría de los padres sobrellevan esta lucha con paciencia y esmero. Sin embargo, existen trucos para hacer que los niños no miren el plato con rechazo.
 
Lo primero que hay que tener claro es que hay que ser positivos, y trasladar ese positivismo a la experiencia de comer delante del niño. Se trata de que vean la comida como algo bueno, y no como una obligación, por lo que conviene hacer cosas como felicitarlo cuando coman bien, y ocultar la frustración cuando no hay manera de que el niño trague la bola que se le ha hecho en los carrillos.
 
Un primer paso para conseguir que la comida no se convierta en un castigo es implicar al niño en la cocina: ayudar a hacer la masa de harina, remover el guiso en la olla o echar los condimentos necesarios al plato hará que los más pequeños sientan esa comida que está en el plato como una obra suya, y por lo tanto les será más difícil rechazarla a primera vista.
 
Si esto no funciona, o si no es posible involucrar a los niños en la cocina, el siguiente paso son las mentiras piadosas. Este es un sistema que las madres llevan utilizando desde que el mundo es mundo; los purés son la prueba más clara de ello: la mayoría de los niños rechazan muchos de los alimentos por su aspecto o por su textura, y no por el sabor que tienen. Por eso, mezclar todo aquello que no les gusta en un puré hará más fácil que coman alimentos necesarios pero poco apetecibles como puerros, cebollas, acelgas, espinacas o guisantes.
 
Siguiendo en la línea del “camuflaje”, podemos utilizar sus comidas favoritas para enmascarar otros alimentos. Por ejemplo, la pasta, el arroz y los huevos suelen ser bien aceptados por los más pequeños, así que podemos utilizar estos alimentos como “escondite”. La forma más sencilla de hacerlo son las tortillas, pues evitan que los pequeños vean directamente aquello que no les gusta, y el sabor del huevo hace más llevaderos aquellos otros gustos que los niños no toleran tan bien.
 
Con la carne y el pescado, la cosa es un poco más difícil. En el primer caso, los filetes disgustan a los niños más que por su sabor, por aburrimiento. Esto es así porque necesitan cortarlo, quitar huesos y evitar los nervios y la grasa que tanto les horrorizan. Además, está también el problema más común entre los niños con la carne: se les “hace bola”. La solución al problema es tan simple como tomarnos un tiempo para hacer unas hamburguesas caseras, unos filetes rusos o unas albóndigas. Estos preparados son perfectos, ya que evitan todos los problemas que presentan los filetes y, además, son recetas simples en las que los niños pueden colaborar y pasarlo pipa.
 
El pescado, sin embargo suele ser rechazado a causa de su sabor. Por eso, la mejor forma de hacer que los pequeños coman estos productos es, de nuevo, enmascararlos con un rebozado (en forma de palitos, varitas o formas de animales). Pero, dado que los rebozados no son la alimentación más sana, hay que buscar otras soluciones. Un buen método sería hacer que el niño vaya probando distintas clases de pescado, hasta encontrar aquel que mejor tolere. 
 
Un punto importante para que la comida resulte atractiva es también la presentación. Un filete en medio de un plato acompañado de un montón de puré de patatas no causará el mismo efecto en el niño que un filete acompañado de colores (con una ramita de perejil, unos tomates cherry, yema de huevo hilada...) y un puré de patatas con alguna forma (existen moldes para esto). Ya se sabe, los niños comen por los ojos.
 
Otro truco ancestral es el del premio: si seducimos a los niños con la idea de un postre que les gusta, comerán pensando en el premio y no en lo poco que les gusta lo que están tragando. Con la fruta, sin embargo, vuelve a haber problemas, pero estos son más fáciles de solucionar: un zumo o una macedonia colorida y dulce siempre será mejor vista que una pieza de fruta que hay que pelar, cortar, masticar y tragar.
 
Los pequeños de la casa no son todavía consciente de lo importante que es la alimentación, y por ello hay que ayudarles. Olvídese de la máxima de dejar el plato limpio; si el niño ha comido suficiente, no le obligue a crear rechazo a la comida recalentando los restos una y otra vez. Recuerde que normalmente los niños no comen bien porque les resulta difícil o tedioso, y no por molestar a sus padres. Y, sobre todo, ¡paciencia!


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