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Las Palomitas


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Situación: calle transitada. Coche aparcado en segunda fila. Municipal, bloc de multas en ristre, ejercitando sus deditos con el boli. Propietario del coche corriendo con la lengua fuera intentando justificar la falta cometida. ¿Os parecería apropiado que dicho propietario indicara con sutileza al municipal: !vaya!, !qué barriguita está poniendo, eh?.
A mi, como a muchos cocineros, mucha gente nos saluda con esta cariñosa frase, a la que se le suele añadir (siempre en plan cariñoso): ya se nota que te cuidan bien!. Quiero imaginar que es sólo por sana envidia, puesto que, generalmente, la suya (curiosamente la mayoría de los que hacen este comentario, están bien dotados en su parte torácica inferior) es obra de elaboraciones culinarias ajenas, mientras que las de los cocineros que la poseemos (siempre habrá Carlos Arguiñanos que confirmen la regla), es de elaboración propia. Yo la barriguita me la cuido solo. No se le puede pedir a un joven aprendiz, a un ayudante de veintipocos años, que tenga barriguita. la barriguita se cultiva con el paso del tiempo y de los manjares. Los que tenemos barriguita nos manejamos con lo que yo llamo código de comportamiento (y los que no la tienen llaman egoísmo infatil), y lo ejercemos en las más variadas ocasiones: Ejemplo: vamos al cine para ver, por fin, esa pelícua tan ansiada. Calculamos metódicamente (como ya, de entrada, pertenecemos a la categoría de los "conbarriguita", no tenemos porqué disimular nuestras apetencias) la cantidad de palomitas necesarias para llegar al momento cumbre con la ración suficiente. Si hay acompañantes "sinbarriguita", es el momento en que les preguntamos si van a querer palomitas, advirtiéndoles, de paso, que yo no pienso dar de mi ración a nadie. Nadie me cree. Muy al contrario, te miran, se sonríen y te dicen: "Hombre ¡que infantil eres! No me dirás que, a estas alturas necesitas palomitas para ver el cine. Pero si es que, además engordan un montón! Me callo y entramos. LLega el momento culminante y, aunque ya ha habido varios intentos mudos (o sea, valiéndose unicamente de las manos) y dignamente rechazados de ataque a mi bolsa, por fin se produce el choque: Pero bueno ¿es que no me vas a dar ninguna?.
Todo esto viene a cuento de la inminente llegada del verano. Y esta situación del cine, se repite a menudo en estas épocas en las mesas de los restaurantes, con unas pocas variantes: "No, no, ni hablar, yo no tomaré ni entrante ni postre, sólo un pescado hervido, que estoy a dieta. Ya picaré de los vuestros". Y así, ni se disfruta de lo propio, ni es cierto que se coma menos. No es que esté, ni mucho menos, a favor de la obesidad, pero sí a un volver a disfrutar, con equilibrio y mesura de sabrosas preparaciones que no tiene porqué ser contrarias al mantenimiento de un cuerpo bonito y, sobre todo, sano. Hoy en día, tanto en los restaurantes como en las casas particulares, cada vez se cocina más de acuerdo con el ritmo de vida (menos grasas superfluas o condimentos pesados) actual. La verdad, es que, por más que nos cueste reconocerlo, el problema es, sobre todo, la falta de ejercicio. Saboreemos las comidas en lugar de echarnoslas en cara. Nuestro cuerpo y nuestra mente nos lo agradecerán.



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