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Yopol



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En sus inicios se comercializó sólo para hostelería, para elaborar la famosa cocina molecular de Adriá, que revolucionó en el mundo entero el concepto de restauración.

Actualmente está disponible en pequeño formato para las cocinas particulares, al precio de 9 euros los 400 gramos, su precio no es excesivo, lo que permitirá a los cocineros domésticos innovar en sus hogares con este nuevo producto.

Según la etiqueta del envase, el yopol contiene: grasa vegetal hidrogenada, almidón modificado (no transgénico), azúcar, proteínas de leche, leche descremada en polvo, ácido cítrico (acidulante) y aromatizantes.

Su uso es apropiado sobre todo, en aquellas preparaciones que no es posible utilizar el yogur fresco, pero se requiera su sabor. Se presenta en forma de polvo, por lo que su uso es muy sencillo, solo hace falta añadirlo a lo que queramos: caramelos, bizcochos, galletas, helados, frutas…

Como es un producto deshidratado, es de larga duración y su conservación es sencilla, basta un lugar seco que evite la humectación y temperatura ambiente.

A Ferrán Adriá le debe la cocina un montón de inventos que le han llevado a ser considerado durante muchos años el mejor chef del mundo. Entre estos sus famosas deconstrucciones, los humos, etc.

Pero al igual que es aclamado por medio mundo, tiene también muchos detractores. Estos creen que cualquier cosa que haga tendrá el beneplácito de tanto diletante que anda suelto, pero para ellos no ha inventado nada.

Por ejemplo sus calamares liofilizados, para estos críticos,  no son más que una sopa de sobre venida a más, liofilizar es sencillamente quitar agua a un producto y ese polvillo amarillo de las sopas es pollo lo mismo que los calamares que prepara el señor Adriá.

Sin meternos en polémicas, algunos de sus platos no apetecen en exceso, valgan como ejemplo el semen de caballa, el ajo negro o la médula de atún; parecen productos de desecho pero a precio de oro.

Además algunos de los productos que utiliza en su cocina, están bajo sospecha de ser perjudiciales para la salud. Así la metilcelulosa, que es un gelificante de origen vegetal y que tiene la particularidad de poder hacerlo en caliente, parece que no es muy recomendable para la salud.

Como para todo hay gustos, para la cocina también, Ferrán reabre constantemente el viejo debate entre cocina tradicional y cocina moderna.

Para algunos la cocina con mayúsculas es la cocina basada en una tradición, en el saber hacer de una región durante generaciones y en la que se van incorporando las mejoras lentamente, apoyadas en la experiencia de muchos.

En las cocinas tradicionales, los ingredientes son los de la tierra, estos son los que mejor se conocen y además se utilizan siempre en su mejor momento y del mejor modo porque la gente del lugar lleva siglos experimentando con ellos.

Otro punto es el aspecto, a muchos les gusta reconocer lo que comen, en la cocina moderna el nombre del plato es tan largo, porque tienen que detallarte todo lo que contiene y que no hay manera de identificar.

Estos debates no deben desanimar a nadie, al final con la competencia, con la variación salimos ganando todos y en este caso la cocina, por ello son de agradecer. Y luego cada uno a lo suyo, a lo que más le guste.

Ahora bien, no se debe opinar de oídas, primero hay que probar personalmente y valorar y después escoger sin menospreciar a nadie.

Para gustos se hicieron los colores y los sabores también.



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